S¨¢nchez Ron y Wagensberg sumergen a don Quijote en el bosque de la ciencia
Vitiello compara al caballero con Fausto y Close cuestiona los mitos que ha generado la novela
Fueron 26 los ponentes que intervinieron ayer en el Congreso Internacional El Quijote y el pensamiento moderno. Cada uno dispuso de media hora para desarrollar sus ideas, lo que da cuenta de la intensidad, y densidad, del desaf¨ªo. Las propuestas son muy variadas y, en una cita como ¨¦sta, que puede dar rienda suelta a peligros como los de la erudici¨®n y la excentricidad, reina sin embargo el buen humor. Y es que el tono hilarante de las aventuras del caballero y su escudero, sus largas y enjundiosas conversaciones y sus disparatadas haza?as lo llenan todo con la saludable bendici¨®n de la risa.
Sancho est¨¢ m¨¢s pr¨®ximo al cient¨ªfico, mientras don Quijote es m¨¢s un ide¨®logo
La gran crisis de la conciencia moderna, la profunda ruptura que supone frente a la tradici¨®n literaria anterior, las numerosas m¨¢scaras que cada nueva lectura coloca sobre los dos inmensos personajes, toda reflexi¨®n o hip¨®tesis, toda teor¨ªa o especulaci¨®n, todo queda hecho trizas en cuanto irrumpe la cita literal y la novela de Cervantes vuelve a vibrar con toda la riqueza de sus delirios en la Barcelona del siglo XXI, la que se abre al futuro con su experimento del F¨®rum. Es imposible resumir todas las miradas y perspectivas, las interpretaciones, los hallazgos. Quienes han pasado por este congreso saldr¨¢n sin duda m¨¢s sabios pero saldr¨¢n tambi¨¦n, y esto es muy importante, m¨¢s contentos. Porque cada vez que aparecen el Quijote y Sancho Panza el mundo se para un instante, y todos se columpian en una carcajada.
Las sesiones de la ma?ana las abrieron Jacobo Mu?oz, por un lado, y Jos¨¦ Antonio Gimbernat, por otro. El primero trat¨® de los triunfos y fracasos que desencaden¨® la emboscadura de los h¨¦roes cervantinos y el otro se enfrent¨® a don Quijote como arquetipo ut¨®pico. Pero de las intervenciones de ayer hubo dos que se apartaban un tanto del gui¨®n filos¨®fico del encuentro, y se llevaban la novela hacia caminos menos transitados, los de la ciencia.
El primero en hacerlo fue Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron, que habl¨® de La ciencia en el mundo cervantino. Levant¨® el mapa de la ¨¦poca en esta materia. El autor del Quijote naci¨® en 1547, cuatro a?os despu¨¦s de que Cop¨¦rnico y Vesalio publicaran dos textos de referencia y un a?o m¨¢s tarde de que el Concilio de Trento dictaminara que "la Biblia no s¨®lo era un libro religioso, sino tambi¨¦n una fuente de datos cient¨ªficos". Por aquellos tiempos nacieron tambi¨¦n el astr¨®nomo Tycho Brahe, el inventor de los logaritmos -John Napier-, los c¨¦lebres Galileo Galilei y Johannes Kepler, y William Harvey, que descubri¨® la circulaci¨®n mayor de la sangre. Cervantes, que muri¨® en 1616, pudo haber le¨ªdo algunos de los libros m¨¢s importantes de esos autores porque le toc¨® vivir en "una ¨¦poca espl¨¦ndida para la ciencia", incluso para la espa?ola.
Habl¨® S¨¢nchez Ron del estado de la ciencia en la segunda mitad del siglo XVI e inicios del XVII, pero se ocup¨® tambi¨¦n de la presencia de estas materias en la obra cervantina. La medicina -a la que elogia, pero sobre la que tambi¨¦n ironiza, y ah¨ª est¨¢ "el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s"-, la bot¨¢nica e incluso "la astronom¨ªa y geodesia" le resultaron muy cercanas. Don Quijote le dijo al hijo del caballero del Verde Gab¨¢n que, entre los saberes que deb¨ªa poseer un caballero andante, estaban la astrolog¨ªa y las matem¨¢ticas, "porque a cada paso se le ofrecer¨¢ tener necesidad dellas".
Si S¨¢nchez Ron habl¨® de historia de la ciencia, Jorge Wagensberg prefiri¨® ocuparse de la manera en que trabajan los cient¨ªficos y utiliz¨® palabras como "sujeto y objeto" en el t¨ªtulo de su ponencia. "En el Quijote se respira el talante que hace falta para hacer ciencia". Y es que para practicarla con rigor es imprescindible la conversaci¨®n.
Planteada la direcci¨®n del recorrido, Wagensberg se adentr¨® en el bosque de los laboratorios y los centros de investigaci¨®n, donde reinaron durante un rato las figuras del ingenioso hidalgo y de su orondo e impertinente escudero. "La ciencia conversa con el mundo y lo provoca para saber c¨®mo reacciona, como no dejan de hacer, una y otra vez, los personajes de Cervantes".
Wagensberg se detuvo en tres momentos esenciales de la investigaci¨®n cient¨ªfica. El primero de ellos arranca de la separaci¨®n de objeto y sujeto. Para conseguir la universalidad del conocimiento, el cient¨ªfico tiene que ser humilde y discreto, desaparecer para darle el protagonismo al objeto del cual se extrae el conocimiento. En ese sentido, ilustr¨® Wagensberg, Sancho est¨¢ m¨¢s pr¨®ximo al cient¨ªfico, que pregunta sin inmiscuirse, mientras don Quijote es m¨¢s un ide¨®logo que explora el mundo desde la verdad de sus ideales. Pero tambi¨¦n la ciencia necesita, cuando se estanca, de esta posici¨®n m¨¢s imaginativa, m¨¢s abierta, que transgrede con mayor desparpajo el m¨¦todo para cazar nuevas ideas.
El segundo episodio por el que ha de transitar el cient¨ªfico es el de la inteligibilidad, el de hacer comprensible lo que investiga. Buscar lo com¨²n en lo diverso, separar lo esencial de lo superfluo: y es lo que continuamente hace Sancho, que busca respuestas sensatas a los disparates del caballero.
Queda, en fin, la evidencia, el poder de la evidencia. Ese punto al que llegan tantas veces los cient¨ªficos que constatan que la verdad previa no se corresponde con la evidencia descubierta. Don Quijote sabe la verdad, que aquellos son gigantes, y es Sancho quien debe llamar la atenci¨®n sobre la evidencia, que los huesos del pobre caballero los han maltratado las aspas de los molinos de viento.
Las barbaridades y el carnaval
Hay algunas eminencias que circulan por el congreso que proceden de fuera de nuestras fronteras. Anthony Close, de la Universidad de Cambridge, habl¨® ayer de Don Quijote y la teor¨ªa de la novela moderna, y coment¨® que la cr¨ªtica cervantina es "un cuento de hadas" y que se han inventado un mont¨®n de "barbaridades" sobre la obra de Cervantes. "La ha recreado cada cual seg¨²n su propia imagen, siguiendo sus propios intereses y para adaptarla a sus propios fines". Es "saludable y leg¨ªtimo" tender puentes entre el pasado y el presente, dijo Close; "al fin y al cabo, ?c¨®mo me va a interesar el Quijote si ni lo relaciono con mi vida?". "Pero no hay que olvidar que su sentido est¨¢ sujeto a determinantes hist¨®rico-culturales que no se pueden pasar por alto. La lectura del Quijote, pues, debe participar de esa tensi¨®n: la que lo acerca a nuestra ¨¦poca y la que respeta sus propios criterios de inteligibilidad".
Vincenzo Vitiello, de la Universidad de N¨¢poles, compar¨® en su intervenci¨®n el Quijote con Fausto. "Tanto Goethe como Cervantes parten de un mundo donde se ha producido una escisi¨®n entre las palabras y las cosas. En el Quijote, Cervantes quiere llevar al mundo las aventuras de los libros de caballer¨ªas. Goethe hace el camino inverso: Fausto quiere salir de los libros para conquistar la vida. Lo que ocurre en el caso de Cervantes es que todas las intervenciones de Don Quijote terminan por fracasar; de ah¨ª su iron¨ªa tr¨¢gica. Fausto, gracias a la intervenci¨®n de ese diablo burl¨®n que es Mefist¨®feles, contempla el mundo y la historia como un gran carnaval. Y Goethe se convierte as¨ª en el gran pagano, que no confunde los nombres con las cosas, sino que se sirve de ¨¦stas para vivir y gozar del instante".
Babelia
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