F¨²tbol de cantera
Las eurournas han sido derrotadas por la Eurocopa. La coincidencia de las elecciones al Parlamento Europeo con el inicio del campeonato europeo de f¨²tbol en Portugal ha permitido comprobar que, al menos en lo que a audiencias televisivas se refiere, la pol¨ªtica no puede competir con el deporte. Algo que sin duda ya esperaban los propios candidatos del pa¨ªs anfitri¨®n, que no han dudado en fagocitar el lenguaje del f¨²tbol en sus campa?as electorales, del "for?a Portugal" de la coalici¨®n gobernante a las tarjetas amarilla o roja reclamadas por la oposici¨®n socialista o comunista, en una berlusconizaci¨®n de la democracia que pasa de puntillas sobre la relaci¨®n non sancta entre clubes deportivos y partidos pol¨ªticos a trav¨¦s de la charnela bien engrasada del poder urban¨ªstico municipal. Estos v¨ªnculos corruptos entre los dirigentes del f¨²tbol, los representantes locales y los empresarios de la construcci¨®n -que en Portugal han llevado a la detenci¨®n y posterior libertad provisional del alcalde de Gondomar, Valentim Loureiro, presidente a la vez de la Liga Profesional de F¨²tbol y de la Zona Metropolitana de Oporto- parecen ser, por desgracia, consustanciales al capitalismo del espect¨¢culo. En Italia o Espa?a hemos conocido casos innumerables de colusi¨®n entre el c¨¦sped de los estadios y el suelo de la ciudad (el del recientemente desaparecido Jes¨²s Gil fue s¨®lo el m¨¢s pintoresco y extremo), pero el ingreso en prisi¨®n hace unos meses del presidente del 1860 M¨²nich por un soborno vinculado a la adjudicaci¨®n de las obras del estadio de Herzog y De Meuron donde se celebrar¨¢ la apertura del Mundial de 2006 muestra que ¨¦sta no es una patolog¨ªa exclusivamente latina.
Su belleza ¨¢spera surge del contraste entre geometr¨ªa y naturaleza
El Estadio Municipal de Braga, que felizmente ha permanecido al margen de la epidemia de esc¨¢ndalos, es sin duda la m¨¢s valiosa obra de arquitectura promovida por el evento -para el que se han remodelado tres estadios, y construido siete de nueva planta-, y tanto la circunstancia de su gestaci¨®n como su localizaci¨®n en el territorio y su proyecto definitivo arrojan luz sobre la naturaleza de la construcci¨®n y el deporte contempor¨¢neo. Su origen, vinculado a la designaci¨®n de Braga como sede de dos partidos de la fase previa del campeonato europeo, evidencia que no hay grandes inversiones sin grandes acontecimientos: por desmesurado que pueda parecer, la mejor garant¨ªa de la realizaci¨®n de una obra es su condici¨®n de marco de un suceso. Su implantaci¨®n singular en una antigua cantera de granito -decidida por el arquitecto tras rechazarse la desafortunada ubicaci¨®n en una vaguada atribuida por el planeamiento-, recuperando para la ciudad una zona marginal y sirviendo de soporte para el futuro crecimiento, manifiesta la importancia territorial de las infraestructuras, responsables al cabo de la forma urbana. Su proyecto, por ¨²ltimo, que conforma el estadio con dos tribunas enfrentadas -una adosada al acantilado p¨¦treo, y la otra sostenida por una serie r¨ªtmica de pantallas de hormig¨®n-, unidas por una marquesina colgada, y sin gradas en los fondos de gol, reemplaza la olla o bombonera de los campos con alta temperatura emotiva por un seco y monumental escenario para las retransmisiones deportivas, reconociendo la naturaleza medi¨¢tica del f¨²tbol contempor¨¢neo.
De una belleza ¨¢spera que no es ajena al contraste entre la pared rocosa de la cantera que cierra uno de sus fondos -el otro est¨¢ abierto al paisaje lejano- y la exigente geometr¨ªa de hormig¨®n de la colosal obra civil, el estadio de Souto de Moura se cubre con una marquesina inicialmente propuesta como una l¨¢mina continua similar al dosel de hormig¨®n realizado por ?lvaro Siza en el pabell¨®n de la Expo de Lisboa, y finalmente ejecutada con un sistema discontinuo inspirado, seg¨²n el arquitecto, en los puentes suspendidos del Per¨² ind¨ªgena. La marquesina, que se interrumpe en el rect¨¢ngulo del campo de juego, viene a rematar sus bordes con las hileras de focos y sendos canales de evacuaci¨®n de aguas que se vierten con g¨¢rgolas en dos grandes canales escult¨®ricos sostenidos en voladizo desde el acantilado. Las tit¨¢nicas pantallas de hormig¨®n que soportan la tribuna exenta se aligeran con las perforaciones circulares que permiten el movimiento transversal y la elegancia musical de las escaleras intercaladas -que incluso se suplementan con un ¨²ltimo m¨®dulo puramente escult¨®rico-, llegando a parecer de una ligereza papirofl¨¦xica con la inmaterialidad que otorga la iluminaci¨®n nocturna. Desde la plaza situada frente a ella acceden los espectadores, que para llegar a la tribuna apoyada en la roca deben atravesar una gran sala hip¨®stila, con columnas de capitel troncoc¨®nico, que se extiende bajo el c¨¦sped del campo; otra plaza, realizada sobre el acantilado de la cantera a una cota 40 metros superior, y con un uso de aparcamiento VIP, permite un acceso restringido a las zonas de palcos y prensa.
Eduardo Souto de Moura, que hace ya veinte a?os construy¨® en la periferia entonces rural de Braga su primera obra, el mercado de Carand¨¢, ha regresado a esta ciudad, equidistante entre Oporto y la frontera con Galicia, para realizar su proyecto de mayor dimensi¨®n f¨ªsica y acaso tambi¨¦n simb¨®lica, al reunir como lo hace la escala brasile?a -es inevitable recordar las obras de Vilanova Artigas o Reidy- con la visibilidad medi¨¢tica de un escenario de alta competici¨®n deportiva. Elegante siempre, pero en este caso bajo el impacto violento del tama?o, el encuentro entre geometr¨ªa y naturaleza de sus casas primeras se pone aqu¨ª al servicio de la ordenaci¨®n del territorio, de la misma manera que la innovaci¨®n tipol¨®gica del estadio extrusionado se somete a la l¨®gica estructural y visual del espect¨¢culo; en una obra radical donde se ofrece adem¨¢s, en la marquesina colgada, una coda catenaria de homenaje a su maestro Siza que hace pensar si la escuela de Oporto, con su convencional genealog¨ªa T¨¢vora-Siza-Souto, no tendr¨¢ despu¨¦s de todo alg¨²n fundamento diferente de la mera amistad mutua, ?por m¨¢s que este proyecto portugu¨¦s reconozca tambi¨¦n alg¨²n padre brasile?o!
Con su seriedad lac¨®nica y su esforzado orden, quiero pensar que este estadio comparte algo de la disciplina pedregosa y la mec¨¢nica coral que han hecho ganar al Oporto de Mourinho la Copa de Europa, poniendo de manifiesto que el f¨²tbol de cantera puede llegar a ser tan valioso como el de Futre o Figo. El fracaso del Madrid gal¨¢ctico de Queiroz, por su parte -del que ya fui avisado hace un a?o por Ant¨®nio Lobo Antunes, tan persuadido de la incompetencia de su compatriota como del exacto acomodo de Camacho al Benfica proletario-, tiene probablemente tambi¨¦n una moraleja arquitect¨®nica, porque evidencia la esterilidad de la fantas¨ªa y el talento individual si no se enmarca en una estrategia y un sistema. Tanto una como otro est¨¢n testarudamente presentes en el trabajo de Souto de Moura, que s¨®lo se permite los adornos de las falsas escaleras o las g¨¢rgolas cuando ha tomado las grandes decisiones de implantaci¨®n y ha delineado las l¨ªneas estructurales del proyecto: planificada la temporada y armado el equipo, el arquitecto puede concentrarse en la belleza geom¨¦trica y l¨ªrica de este juego serio.
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