Torciendo el brazo a las palabras
Hay un teatro industrial en el que el proceso de producci¨®n del espect¨¢culo est¨¢ tan medido como el ensamblaje de un Toyota en una cadena de montaje. En ¨¦ste, como en el cine de Hollywood, el productor manda m¨¢s que el director (y mil veces m¨¢s que el autor, que suele ver su obra recortada hasta la hora y media de duraci¨®n que reclaman tantos programadores). Al otro lado de una l¨ªnea imaginaria hay un teatro de creaci¨®n, artesan¨ªa pura, hecho sin tiempo y a deshoras. Ambos dan sus frutos, pero los verdaderamente raros suelen venir del segundo. Los espect¨¢culos de humor gestual made in Spain m¨¢s inquietantes y crueles de la ¨²ltima d¨¦cada son, precisamente, obra de dos grupos escasamente conocidos: uno, Los Los, porque sus tres autores-int¨¦rpretes se separaron a las primeras de cambio. Mart¨ª-Atanasiu, el otro, porque s¨®lo ha dado a luz dos veces en diez a?os, y sus criaturas son de esas que, cuando les vas a hacer una cucamona, te arrean un cabezazo en el bajo vientre. Inuit, la segunda, pon¨ªa la risa en los huesos. Era un tesoro para buscadores, no un regalo de los que se encuentran en cualquier joyer¨ªa.
Mart¨ª-Atanasiu son el catal¨¢n Xavier Mart¨ª y Christian Atanasiu, alem¨¢n de origen grecorrumano que a principios de los ochenta estudi¨® pantomima en Barcelona con Pawel Rouba, actor de la compa?¨ªa de Henryk Tomaszewski. Despu¨¦s de Inuit, la pareja se ha tomado varios a?os sab¨¢ticos. Ignoro qu¨¦ andar¨¢ haciendo Mart¨ª, pero en tanto vuelven a reunirse, Atanasiu talla miniaturas esc¨¦nicas con Raquel Capdet, directora que les da barniz y acabado. No vi QUEmeexpliQUE!?, la primera de ellas, pero cac¨¦ al vuelo el estreno de la segunda en La Casa Encendida, hace dos meses: en El dOndedOnd?nde, lejos de profundizar en la comicidad negra y muda de Inuit, Atanasiu toma un camino particular que conduce a un paraje claro, iluminado con el humor na¨ªf del clown y jalonado de trampantojos del lenguaje. El espect¨¢culo, que comienza con la pantomima de un hombre-ni?o, n¨¢ufrago en una chaqueta en la que cabr¨ªan holgados cinco como ¨¦l, es el cuaderno de bit¨¢cora de un forastero que anota las sorpresas de su navegaci¨®n por una lengua extra?a. Atanasiu coge las palabras con guantes para no mancharlas, las examina con lupa, juega a seguir su sentido literal, las agita, las exprime y, si no sale jugo, baila las letras o pasa p¨¢gina. De su americana gigante dice que es "desastre", y realmente lo parece, pues le est¨¢ manga por hombro. Luego, saca un pie por el hueco de la manga y, con la seguridad del profesor de espa?ol para extranjeros que ilustra con su propio cuerpo la lecci¨®n de anatom¨ªa dice: "Mano".
Sobre un banquito desde el que intenta elevarse a la altura de un atril descomunal, el actor saca un folio en el que est¨¢ escrito en letras grandes: "Palabra". Se le cae el papel y afirma: "He dejado caer una palabra". Intenta ver d¨®nde fue a parar y explica: "Estoy buscando la palabra". Lo encuentra, se lo ofrece a un espectador ("le doy la palabra"), lo hace pedazos ("rompo mi palabra"), y as¨ª sucesivamente. Otro juego que da para mucho: Atanasiu, serio como ¨¦l solo, dice "tos", y tose. Se lleva el pu?o hacia el pecho muy despacio, se golpea, y silabea: "Len-tos". Produce un sonido entre carraspeo y ronroneo y dice: "Ga-tos"... Luego lee un poema en el que introduce mil erratas para que el sentido original de la frase entre en contradicci¨®n con otro, parasitario y superpuesto: "Cuando era peque?o me ca¨ª en un gozo. ?Qu¨¦ gusto!". Hay hallazgos dad¨¢ junto a chistes de clown de circo perif¨¦rico, pero casi todo resulta divertido porque el actor lo sujeta corporalmente: cuanto m¨¢s serio se pone, m¨¢s gracioso es. Sobran, porque quiebran el ritmo, el par de tijeretazos que le mete al espect¨¢culo para ponerse a hablar de supuestas diferencias de criterio que tienen su directora y ¨¦l. Entre lo muy bueno, el ep¨ªlogo: El dOndedOnd?nde no acaba de acabar. Un final lleva al siguiente y, cuando parece que lleg¨® el definitivo, todav¨ªa aguarda otro mejor. Hay que ver a Atanasiu clueco: no tiene nada que envidiar a Ren¨¦ Auberjonois, a punto de levantar el vuelo, en Volar es para los p¨¢jaros (Brewster McCloud), la pel¨ªcula m¨¢s extra?a de Robert Altman.
El dOndedOnd?nde. Santiago de Compostela. Sala Nasa. 25 y 26 de junio.
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