Tres eurodiputados por un jam¨®n

El canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, volver¨¢ a casa este fin de semana con tres eurodiputados menos, pero pronto recibir¨¢ de parte de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero un jam¨®n de pata negra. La historia comenz¨® en la cena del jueves, cuando Schr?der le reconoci¨® a Zapatero que ¨¦l tambi¨¦n prefiere el jam¨®n frente al salm¨®n que reposaba en su plato. El presidente espa?ol prometi¨® obsequiarle con tan exquisito embutido. Al d¨ªa siguiente, el canciller invit¨® con deportividad a sus iguales a ceder en las negociaciones de la Constituci¨®n: "Tengan ustedes en cuenta que yo acabo de perder las elecciones en casa y encima he perdido tres diputados; tampoco es tan grave".

Este tipo de an¨¦cdotas, al igual que las grandes decisiones de los consejos europeos, se desarrollan siempre a puerta cerrada y ante contad¨ªsimos testigos. Suceden en la llamada "zona roja". All¨ª s¨®lo est¨¢n los presidentes de Gobierno o Estado, sus ministros de Exteriores (tocados con un pin especial) y las personas (un m¨¢ximo de 300) que tienen una credencial roja: un alto funcionario por pa¨ªs, los int¨¦rpretes, agentes de seguridad y tres antichis, los funcionarios del Consejo que toman notas.

Los apuntes a mano, casi siempre en ingl¨¦s, de esos tres antichis son el origen de gran parte de lo que despu¨¦s difundir¨¢n los 1.855 periodistas de 59 pa¨ªses acreditados en esta cumbre. Porque los tres (por turnos entrando y saliendo de la reuni¨®n) informan a su vez a los antichis de cada pa¨ªs, cuyas notas son la base para que la pl¨¦yade de portavoces y funcionarios diversos informen a los periodistas en corrillos apresurados y asfixiantes.

La informaci¨®n discurre as¨ª s¨®lo cuando los l¨ªderes est¨¢n en plenario. Porque cuando negocian en encuentros bilaterales, tambi¨¦n llamados confesionarios, la opacidad es casi completa. As¨ª ha ocurrido esta vez para elegir al sucesor de Romano Prodi. Siempre dentro de la zona roja, en una peque?a sala de reuniones, el presidente de turno, Bertie Ahern, llama a uno de sus hom¨®logos. Si ambos pueden entenderse, se produce un cara a cara, a puerta cerrada, sin int¨¦rpretes y sin antichis. Si hay problemas de idiomas, entonces el l¨ªder de turno entrar¨¢ acompa?ado por su ministro de Exteriores. A veces no trasciende un solo dato.

Las cosas interesantes de un Consejo Europeo ocurren siempre en la planta 50 del edificio del Consejo en Bruselas, que no es un rascacielos. Por inescrutables razones, la planta baja es la 00, la primera es la 10 y las siguientes, la 20, 35, 40, 50, 70 y 80. El grueso de la prensa se aloja en el segundo s¨®tano, que antiguamente era un garaje. Siete alturas, pues, separan a los l¨ªderes de los periodistas, que pasan horas esperando nuevos datos sin saber que arriba tambi¨¦n a veces esperan. Ayer, a las 18.30 horas, mientras abajo los reporteros se preguntaban si habr¨ªa Constituci¨®n antes del cierre de sus ediciones, arriba los l¨ªderes esperaban el resultado de las bilaterales siguiendo el partido de f¨²tbol Dinamarca-Bulgaria. Los espectadores: Sime¨®n de Bulgaria, Joschka Fischer, Romano Prodi, Anders Fogh Rasmussen, Wolfgang Sch¨¹ssel, Guy Verhofstadt y Jacques Chirac.

Dado que las reuniones ahora son a 29 (los 25 de la UE, m¨¢s Turqu¨ªa, Rumania y Bulgaria y la delegaci¨®n de la Comisi¨®n Europea), los l¨ªderes hablan poco en los plenarios para que no sean interminables. Suelen explayarse posteriormente cuando comparecen ante la prensa. Cada pa¨ªs tiene su peque?a sala de prensa en este edificio-hervidero por el que pululan en la cumbre unas 5.000 personas. Al ne¨®fito Zapatero le sigue pareciendo todo un poco ca¨®tico. "Esto parece un congreso del partido socialista", dijo el jueves.