?Qu¨¦ verbena?

Si alguien dice que le va a quitar la caspa, que va a limpiar de casticismo a La verbena de la Paloma es como para echarse a temblar. Lo dijo Joan Font, director de Comediants, y cumpli¨® su promesa convirtiendo el espacio popular en una alegor¨ªa de la p¨¦rgola y el tenis con abanicos y electricistas, a?adiendo un sinf¨ªn de ilustraciones anecd¨®ticas a la l¨ªnea principal, distrayendo de continuo al espectador con ellas. Como La verbena de la Paloma nunca padeci¨® de seborrea alguna, el tratamiento se revel¨® in¨²til. Y respecto del casticismo, parece mentira que, a estas alturas de la ciudad mestiza, alguien ignore que, como aqu¨ª es esencial, vale m¨¢s como sumando que como lastre. El caso es que de la aut¨¦ntica y genuina verbena qued¨® poco y que la nueva lectura no revel¨® nada verdaderamente interesante.

Al proceso de limpieza emprendido colaboraron algunos de los personajes principales. Jes¨²s Castej¨®n ignora la tradici¨®n y su don Hilari¨®n no tiene ni gracia ni presencia. El don Sebasti¨¢n fue, y no por culpa del actor que lo representaba, simplemente pat¨¦tico. Muy mal los guardias, el sereno y el inspector. Por su parte, la pareja protagonista se defendi¨® con soltura, con Maribel Monar poniendo algo de ese casticismo que hab¨ªa que evitar y un Jos¨¦ Antonio L¨®pez demasiado manso en Juli¨¢n. Las mejores fueron Lloll Bertr¨¢n e Itxaro Mentxaka, en esos dos personajes impagables que son la T¨ªa Antonia y la Se?¨¢ Rita, luchando la una contra su propia caricatura y la otra contra un peinado rid¨ªculo. Formidable tambi¨¦n la cantaora que hizo Marina Pardo. Cumplidora la Orquesta de Granada y estupendo el Coro de la Generalitat Valenciana. Tan inadecuada concepci¨®n esc¨¦nica lastr¨® la labor de un m¨²sico excelente como es Ros Marb¨¤, y faltaron br¨ªo y emoci¨®n. A la salida hubo m¨¢s verbena con Comediants, pero eso era ya otra historia. En fin, una obra maestra convertida en espect¨¢culo desustanciado y liger¨ªsimo. No te digo.