Fabricando el desierto
Las p¨¦rdidas de suelo elevadas llegan a afectar a m¨¢s de un 20% del territorio regional
No se trata exactamente de frenar el avance natural de los desiertos, como se suele interpretar con frecuencia, sino de evitar que los suelos de zonas ¨¢ridas o semi¨¢ridas se degraden como consecuencia de la actividad humana y las variaciones clim¨¢ticas. Es decir, proteger aquellos suelos m¨¢s vulnerables a la erosi¨®n en los que, sin embargo, con frecuencia se llevan a cabo aprovechamientos claramente insostenibles. ?sta ser¨ªa la verdadera lucha contra la desertificaci¨®n que en Espa?a, y en Andaluc¨ªa, deber¨ªa constituir uno de los ejes prioritarios de las pol¨ªticas ambientales.
La degradaci¨®n del suelo en el Mediterr¨¢neo, explica Jos¨¦ Luis Rubio, presidente de la Sociedad Europea de Conservaci¨®n de Suelos, "se relaciona con pr¨¢cticas agr¨ªcolas inadecuadas o con la utilizaci¨®n de zonas marginales poco aptas para la agricultura". En estas circunstancias, a?ade, "el suelo se erosiona, pierde materia org¨¢nica, se saliniza y, paulatinamente, disminuye su capacidad productiva". En este proceso intervienen tanto las malas pr¨¢cticas como otros riesgos naturales propios del territorio mediterr¨¢neo, como son los incendios forestales, las sequ¨ªas o las lluvias torrenciales.
De hecho, la p¨¦rdida de suelo en Andaluc¨ªa est¨¢ directamente relacionada con el comportamiento de las lluvias, con su distribuci¨®n, cantidad e intensidad. En 2002, el ¨²ltimo a?o para el que se dispone de informaci¨®n a prop¨®sito de este fen¨®meno, las precipitaciones fueron moderadas, escaseando los episodios tormentosos altamente erosivos, lo que se tradujo en una reducci¨®n notable de las p¨¦rdidas de suelo, que s¨®lo afectaron, de forma grave (m¨¢s de 100 toneladas perdidas por hect¨¢rea y a?o), a un 8% del territorio regional. Sin embargo, hay momentos donde el caprichoso clima mediterr¨¢neo, como ocurri¨® en 1996, dispara estos ¨ªndices, registr¨¢ndose p¨¦rdidas de suelo altas o muy altas en m¨¢s de un 20% de la superficie andaluza.
A veces, bastan unas pocas tormentas de cierta intensidad para que comarcas especialmente vulnerables, como las Alpujarras granadinas, la cuenca del Guadalhorce (M¨¢laga) o la Sierra Sur de Sevilla registren p¨¦rdidas de suelo de hasta 300 toneladas por hect¨¢rea y a?o, una verdadera cat¨¢strofe ambiental dif¨ªcil de reparar a corto plazo.
El problema no es exclusivo del sur de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Seg¨²n datos de Naciones Unidas, unos 4 millones de hect¨¢reas del planeta se suman cada a?o a la n¨®mina de suelos degradados que, en su conjunto, alcanzan cerca del 30% de las zonas continentales (alrededor de 4.000 millones de hect¨¢reas). Si se prefiere un c¨¢lculo financiero, la p¨¦rdida de capacidad productiva de las tierras afectadas por la erosi¨®n se estima en unos 26 billones de d¨®lares cada a?o, y si el impacto lo situamos sobre las personas, alrededor de 1.000 millones de seres humanos ven comprometida su subsistencia debido a la creciente desertificaci¨®n.
En Andaluc¨ªa, como reconoce la propia Consejer¨ªa de Medio Ambiente, este fen¨®meno no es percibido como un riesgo vital ya que, al localizarse en un pa¨ªs desarrollado, sus efectos pueden mitigarse a trav¨¦s de compensaciones econ¨®micas, recursos tecnol¨®gicos o infraestructuras. "Este enmascaramiento del perjuicio originado, posible al menos a corto plazo, hace dif¨ªcil la concienciaci¨®n social, lo que repercute en la adopci¨®n de medidas paliativas", se?ala el documento del Plan Andaluz de Control de la Desertificaci¨®n.
Para frenar este proceso no basta con lanzarse a repoblaciones forestales que s¨®lo buscan incrementar el n¨²mero de ¨¢rboles en el menor tiempo posible. Si de lo que se trata es de mejorar la cubierta vegetal de las zonas amenazadas por la erosi¨®n, se?ala la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN), hay que actuar, sobre todo, en la restauraci¨®n de aquellas funciones que tradicionalmente viene cumpliendo el bosque mediterr¨¢neo. Hay que favorecer los aprovechamientos sostenibles (como la producci¨®n de corcho o la recolecta de plantas arom¨¢ticas y medicinales) que, adem¨¢s, evitan la despoblaci¨®n de estos territorios marginales; mejorar las condiciones que tienen estos ecosistemas para albergar a multitud de especies animales o vegetales, y favorecer, en definitiva, su capacidad para estabilizar los suelos. Mejor actuar sobre los recursos ya disponibles que apostar por la simple suma de nuevos territorios forestales.
Al margen del plan de acci¨®n del Gobierno andaluz, que contempla actuaciones valoradas en 7.500 millones de euros durante la pr¨®xima d¨¦cada, el movimiento ecologista reclama una estrategia a escala nacional que deber¨ªa centrarse en el desarrollo de una gesti¨®n sostenible de las tierras agr¨ªcolas, de los recursos h¨ªdricos y de la ordenaci¨®n del territorio.
sandoval@arrakis.es
El aviso del camachuelo
A diferencia de lo que ocurre con la desertificaci¨®n, la aridez no siempre es consecuencia de la acci¨®n humana. En Andaluc¨ªa se localizan amplios territorios donde esta caracter¨ªstica es de origen natural, por lo que, a lo largo de la historia, ha modelado ecosistemas peculiares en los que se localizan animales y vegetales perfectamente adaptados a estas condiciones extremas.
Como explica la bi¨®loga Nuria Guirado, "es preciso aclarar que cuando nos referimos a condiciones clim¨¢ticas ¨¢ridas podemos estar hablando de las que rigen desde hace cinco mil a?os en el Paraje Natural del Desierto de Tabernas, en Almer¨ªa". En este caso no se puede hablar de lucha contra la desertificaci¨®n sino de todo lo contrario: conservaci¨®n de la aridez.
Precisamente en algunos de estos territorios vive el camachuelo trompetero, un peque?o p¨¢jaro emparentado con jilgueros y canarios. Aunque sus zonas naturales de origen se localizan en las tierras ¨¢ridas del norte de ?frica, a finales del siglo XIX apareci¨® en el continente europeo y desde entonces ha colonizado diferentes enclaves de las provincias de Almer¨ªa, Granada, Murcia y Alicante.
Eulalia Moreno y Andr¨¦s Barbosa, investigadores de la Estaci¨®n Experimental de Zonas ?ridas, con sede en Almer¨ªa, estudian las posibles causas de esta curiosa migraci¨®n.
Estos expertos, adscritos al Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, barajan diversas hip¨®tesis, desde un aumento de las poblaciones africanas hasta una disminuci¨®n de las fuentes de agua en sus territorios de origen, pasando por la aparici¨®n de h¨¢bitats favorables en esta orilla del Mediterr¨¢neo.
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