Cartas al director
Soy lector diario de la secci¨®n de Cartas al director, la general y la de mi regi¨®n. S¨¦ que tienen que ser pocas y muy seleccionadas: no s¨¦ el criterio de selecci¨®n ni puedo comparar las que salen con las que se omiten; mucho menos con las que no se escriben, con las opiniones de much¨ªsimos lectores que no llegan a escribir; sin embargo, me hago una idea general bastante favorable. Est¨¢n bien escritas; a veces son ir¨®nicas y, de una manera muy amplia, m¨¢s avanzadas, o m¨¢s progresistas, que la opini¨®n general del peri¨®dico; de la que se obtiene despu¨¦s de leer editoriales, art¨ªculos y titulares que a veces transmiten la opini¨®n de quienes los ponen y de los que los supervisan. Generalmente, los lectores protestan de algo que parece personal, pero lo elevan a general. Lo que ha sucedido en una, dos o tres ventanillas puede ser realmente un car¨¢cter de burocracia que es eterna (Vuelva usted ma?ana, Larra, l833; algunos historiadores dicen que la desgracia empez¨® con Felipe II); lo que pasa en un autob¨²s puede ser un car¨¢cter espa?ol, que s¨ª que existe, aunque antrop¨®logos y soci¨®logos lo nieguen, y que se extiende m¨¢s all¨¢, y m¨¢s ac¨¢, de las diferencias auton¨®micas.
A veces revelan la iracundia de una persona que por algo que ha encontrado inseguro o molesto para ¨¦l, o que no coincide con el libro que ley¨® sobre el tema, anuncia que no volver¨¢ a leer este peri¨®dico nunca m¨¢s. Es tambi¨¦n caracter¨ªstico pero injusto. Aparecen extremismos. No soy partidario de los "-ismos" en ese sentido, en el de apurar hasta el final creencias, artes o tendencias. Supongo que en otros peri¨®dicos aparecen m¨¢s que en el nuestro, al que considero moderado en general, incluyendo mis gacetillas. Pero algunos creen que la raz¨®n les rebosa, y es tan evidente que cualquier exceso en su defensa es justo y l¨®gico. La mayor parte se equivoca.
Lo que descubro o lo que pienso que son los lectores me gusta generalmente. Lo ampl¨ªo con la edici¨®n digital ("Participaci¨®n"), mucho m¨¢s amplia, con debates abiertos y gente m¨¢s joven, porque el ordenador es m¨¢s juvenil. Tambi¨¦n son muy libres. Es raro escribir para desconocidos; pero es normal en esta profesi¨®n tan absurda por naturaleza. Muchas veces escribo como si me dirigiera a una persona determinada que conozco, hombre o mujer, letrado o ignorante, que me pudiera responder. Me da otra libertad.
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