Huntington y el taxista de Nueva York
Hace unos meses, estando en Nueva York, presenci¨¦ una escena que ha recobrado especial sentido tras leer la entrevista a Samuel Huntington publicada el pasado domingo en EL PA?S. El septuagenario taxista que me llevaba por West End Avenue se indign¨® con el conductor de un cami¨®n que conduc¨ªa su veh¨ªculo a una hora y por un lugar prohibidos. Aprovechando un sem¨¢foro rojo, el taxista aprovech¨® para ponerse a la altura del cami¨®n y reprender civilizadamente a su conductor por su temeraria forma de manejar el volante. El camionero se gir¨® con cierta indiferencia y le contest¨® en espa?ol de M¨¦xico algo que, por el bien de mi carrera, decid¨ª no traducir a mi ya suficientemente irritado conductor.
No s¨¦ lo que dice, me dec¨ªa el taxista. S¨¦ que habla espa?ol, pero yo no hablo su idioma. Tratando de calmar los ¨¢nimos del anciano taxista, prob¨¦ a llevar la conversaci¨®n por otros derroteros. Supe que hab¨ªa sido taxista en Nueva York durante los ¨²ltimos cincuenta a?os y fantase¨¦ con la cantidad
de historias, personajes y cambios que en ese periodo de tiempo habr¨ªa visto aquel hombre a trav¨¦s del parabrisas de su taxi. Pero ¨¦l segu¨ªa anclado en el episodio anterior y aprovech¨® la pregunta para volver a la carga. "El cambio m¨¢s radical que he visto en todo este tiempo", dijo, "es el que se ha producido en la poblaci¨®n inmigrante de Nueva York. En la ¨¦poca en que mis padres llegaron a este pa¨ªs los inmigrantes ven¨ªan a construir una nueva vida. Lo dejaban todo atr¨¢s, incluido el idioma, para abrazar la lengua inglesa y hacer realidad el sue?o americano. Cuando vienes a un pa¨ªs que te va a dar la oportunidad que el tuyo te niega, tienes la obligaci¨®n de adaptarte a sus reglas y ser uno m¨¢s. Nueva York estaba lleno de gente que hablaba decenas de lenguas diferentes, pero la factura de Con Ed [la compa?¨ªa el¨¦ctrica] s¨®lo ven¨ªa en ingl¨¦s, no en ingl¨¦s y en yiddish. Yo me di cuenta de que algo hab¨ªa cambiado cuando empec¨¦ a recibir las facturas en ingl¨¦s y en espa?ol. Esta gente no se molesta en aprender ingl¨¦s. Vienen de sus pa¨ªses no con la intenci¨®n de iniciar una nueva vida, sino de ahorrar todo lo que puedan para volver a sus antiguas vidas. Lo que ganan aqu¨ª lo mandan a sus familias. Y nadie emprende nada realmente ambicioso, porque no es ¨¦ste el lugar donde quieren que sus huesos reposen el d¨ªa de ma?ana".
No creo que mi taxista hubiera le¨ªdo a Huntington, aunque vaya usted a saber. El caso es que lo que ambos ponen sobre la mesa es un complejo fen¨®meno de nuestros d¨ªas que plantea cuestiones muy espinosas. ?Hasta qu¨¦ punto tiene el inmigrante la obligaci¨®n de sacrificar su lengua y su cultura? ?Qu¨¦ es lo que realmente proporcionan nuestras sociedades a los inmigrantes? ?Justifica adecuadamente lo que a cambio se les exige? ?Tiene el inmigrante un papel significativo en la sociedad? ?Lo quiere tener? ?Cu¨¢l es el coste social tanto del monoling¨¹ismo como del pluriling¨¹ismo?
Discutir estas cuestiones obliga a preguntarse sobre el modelo de sociedad y de Estado hacia el que queremos dirigirnos en un contexto en el que, hasta la fecha, s¨®lo se est¨¢ apostando seriamente por la globalizaci¨®n econ¨®mica. La cr¨ªtica a Huntington de Jos¨¦ Vidal Beneyto parece acertada, pero se queda sobre todo en lo personal. El problema que Huntington, con mayor o menor fortuna, traslada a los foros intelectuales existe y permanece en las calles, como lo demuestran las palabras de ese veterano taxista. A pesar de que, en este caso, reconocerlo nos duela en la hispanidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.