Noonday en la sombra
En abril de 2003, el Departamento de Justicia de John Ashcroft desbarat¨® lo que parece haber sido una terrible conspiraci¨®n terrorista. En la peque?a poblaci¨®n de Noonday (Tejas), agentes del FBI descubrieron un escondrijo de armas que conten¨ªa metralletas completamente autom¨¢ticas, dispositivos explosivos por control remoto disfrazados de maletines, 60 bombas de fabricaci¨®n casera y un arma qu¨ªmica -una bomba de cianuro- suficientemente potente como para matar a todo el que se encontrase en un edificio de 30.000 metros cuadrados. Sin embargo, por extra?o que parezca, el fiscal general no convoc¨® una conferencia de prensa para anunciar el descubrimiento del arsenal, ni la detenci¨®n de su propietario, William Krar. Ni siquiera emiti¨® un comunicado de prensa. Esto estuvo, como m¨ªnimo, fuera de lugar.
"Despu¨¦s del 11-S, los fan¨¢ticos homicidas de derechas contin¨²an ah¨ª"
Jos¨¦ Padilla, el "sucio terrorista" acusado, no ten¨ªa material para fabricar bombas, ni siquiera una forma veros¨ªmil de adquirir ese material, pero Ashcroft lo puso en las primeras p¨¢ginas de todo el mundo. A Krar le pillaron con una verdadera bomba qu¨ªmica, pero Ashcroft actu¨® como si nada hubiera ocurrido. Por cierto, si la intenci¨®n de Ashcroft era dar poca publicidad al caso, los medios de comunicaci¨®n han sido de gran ayuda. Hasta hoy, la conspiraci¨®n de Noonday ha recibido poca cobertura nacional.
Llegados a este punto, tengo el problema habitual. Escribir sobre John Ashcroft plantea las mismas dificultades que escribir sobre el Gobierno de Bush en general, pero ampliadas: la verdad sobre su acto impropio es tan extrema, que resulta dif¨ªcil evitar parecer agudo. En este caso, parece excesivo acusar a Ashcroft de intentar enterrar las noticias sobre terroristas que no encajan en su argumento preferido. Pero es dif¨ªcil creer que William Krar no se hubiera convertido en un nombre conocido por todos si hubiera sido musulm¨¢n, o incluso izquierdista.
?Ha sido Ashcroft, que en una ocasi¨®n concedi¨® una entrevista a la revista Southern Partisan en la que elogiaba a los "patriotas sure?os" como Jefferson Davis, reacio a publicar el caso de un terrorista que resultaba ser partidario de la supremac¨ªa blanca? Y lo que es m¨¢s importante, ?est¨¢ Ashcroft pasando por alto verdaderas amenazas contra la poblaci¨®n debido a sus perjuicios ideol¨®gicos?
La detenci¨®n de Krar no se debi¨® a una iniciativa policial concreta contra los terroristas internos, sino a un hecho fortuito: cuando envi¨® un paquete con credenciales falsas de Naciones Unidas y del Organismo de Inteligencia de Defensa a un c¨®mplice de New Jersey, lo entregaron en una direcci¨®n equivocada. Por suerte, el receptor abri¨® el paquete y se puso en contacto con el FBI. De no haber sido por ese error, bien podr¨ªamos habernos encontrado con otra atrocidad similar a la de Oklahoma.
El descubrimiento de la bomba de cianuro de Tejas deber¨ªa habernos despertado: el 11-S ha centrado nuestra atenci¨®n en la amenaza de los radicales isl¨¢micos, pero los fan¨¢ticos homicidas de derechas contin¨²an ah¨ª. Sin embargo, las preocupaciones del Departamento de Justicia parecen ser otras. Hace dos semanas, un representante del FBI pidi¨® ayuda a un grupo industrial para combatir la que, seg¨²n explic¨® a los presentes, el FBI considera la principal amenaza terrorista: los extremistas ecologistas y a favor de los derechos de los animales.
Incluso en la lucha contra los terroristas extranjeros, las inclinaciones de Ashcroft han distorsionado la pol¨ªtica. Ashcroft tiene estrechos v¨ªnculos con grupos de presi¨®n armament¨ªsticos, y estos v¨ªnculos evidentemente imperan sobre la protecci¨®n p¨²blica. Despu¨¦s del 11-S orden¨® que se comprobaran todas las listas de la administraci¨®n p¨²blica -incluido el padr¨®n del censo y las listas de inmigraci¨®n y de permisos de conducir- para buscar conexiones con los terroristas. Es decir, todas las listas p¨²blicas menos una: prohibi¨® espec¨ªficamente al FBI examinar las comprobaciones de antecedentes de los compradores de armas. Ashcroft inform¨® al Congreso de que la ley proh¨ªbe el uso de esas comprobaciones de antecedentes para otros prop¨®sitos, pero no le dijo que su propio personal hab¨ªa concluido que dicha prohibici¨®n no existe.
Ashcroft emiti¨® una directiva, despu¨¦s convertida en ley, exigiendo que los registros sobre las comprobaciones de antecedentes de los compradores de armas se destruyeran despu¨¦s de transcurrido s¨®lo un d¨ªa h¨¢bil. Y no hay por qu¨¦ suponer que a Ashcroft le preocupara profundamente la protecci¨®n de la intimidad del p¨²blico. Al fin y al cabo, hace unos meses tom¨® la inaudita medida de reclamar los historiales hospitalarios de mujeres que han abortado en una fase adelantada del embarazo.
Tras mi anterior art¨ªculo sobre Ashcroft, algunos lectores preguntaron si realmente es el peor fiscal general que hayamos tenido nunca. Es cierto que mantiene una dura competencia con algunos como John Mitchell, en activo durante el mandato de Richard Nixon. Pero cuando se revele la lista completa de las tropel¨ªas cometidas en el cargo, pienso que Ashcroft sacar¨¢ a los dem¨¢s una gran ventaja.
Traducci¨®n de News Clips.
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