Dinamita para todos
Agarra frontalmente los cl¨¢sicos del siglo XX y mantiene un cuerpo a cuerpo limpio y franco con ellos. Frank Castorf, el director de la RDA que se hizo cargo de la Volksb¨¹hne tras la ca¨ªda del muro y la abri¨® de par en par a los j¨®venes (d¨¢ndoles espect¨¢culos con pegada y al precio de una entrada de cine), apasiona a la mayor¨ªa de los espectadores y echa del patio de butacas al resto. Me acojo al t¨®pico: sus adaptaciones de novelas de Dostoievski y Bulg¨¢kov, y sus puestas al d¨ªa de los dramas de Tennessee Williams Dulce p¨¢jaro de juventud y Un tranv¨ªa llamado deseo no dejan indiferente a nadie. Lo que hace un par de a?os y medio hizo con esta obra, que en el imaginario colectivo parec¨ªa haber quedado ligada para siempre a la volc¨¢nica interpretaci¨®n cinematogr¨¢fica de Marlon Brando, es, sencillamente, extraordinario. Desnud¨® las paredes, arranc¨® la moqueta y convirti¨® el min¨²sculo apartamento de la pareja Stelle Du Bois-Stanley Kowalski en un lugar di¨¢fano y listo para que los acontecimientos sucedieran a fecha de hoy, sin nostalgias sure?as, sin melodrama, sin nada de lo que buscan quienes desean que, como a ni?os, se les cuente el cuento de siempre lo m¨¢s parecido posible. No digo que Castorf renuncie a los t¨®picos: al contrario, los cosecha, para realzarlos en un contexto ir¨®nico. En Endstation Amerika (t¨ªtulo de su versi¨®n de Un tranv¨ªa
...), Mitch, el enamorado de Blanche Du Bois, lleva sombrero tejano; Kowalski no es un sargento del ej¨¦rcito estadounidense, sino un ex activista del sindicato Solidaridad, que no pierde ocasi¨®n de contar batallitas supuestamente libradas junto a Lech Walesa, y Blanche, en vez de escuchar como una voz interior, recidivante, la polca que bail¨® junto a su primer novio antes de que se suicidara, escucha una marcha eslava de evocaciones heroicas, alucinaci¨®n auditiva inducida por las peroratas de Kowalski.
A Castorf no le importa tirar por la calle de en medio. En Endstation Amerika sustituye el arranque de Un tranv¨ªa llamado deseo por una balada cantada en vivo, para entrar directamente en materia: llega Blanche a casa de su hermana despu¨¦s de larga separaci¨®n y comienza el di¨¢logo entre ellas sin que las actrices interpreten la emoci¨®n del encuentro, los abrazos, las palabras de tanteo. Cuando la m¨²sica, al principio muy baja y fuera de escena (parece que alguien se hubiera dejado puesta la radio en las oficinas del teatro) comienza a subir, Blanche pregunta a sus anfitriones: "?No la o¨ªs?", y ¨¦stos le responden que no tap¨¢ndose al un¨ªsono los o¨ªdos, mientras alcanza un volumen que hace retumbar la platea.
Establecido el choque entre
el rocoso marido de Stelle y la hipersensible Blanche como tema principal, Castorf ensaya mil variaciones con libertad absoluta. Sin traicionar a Williams: sus acotaciones se proyectan ¨ªntegras entre escena y escena en la pantalla de sobretitulaci¨®n, y al esqueleto de su obra no le falta un solo hueso. Pero sostiene otra carne. El Kowalski de Henry H¨¹bchen, actor en la cincuentena, nada tiene que ver (felizmente) con el del joven Brando, y Silvia Rieger luce un peluc¨®n rubio platino que aproxima la imagen de Blanche a la de Marilyn Monroe, tan sexual y fr¨¢gil como ella. Ambos int¨¦rpretes, como el resto, entran en sus personajes a saco, y al mismo tiempo los manejan con distancia envidiable. Su t¨¦cnica es equivalente ala de los cantantes calmucos: una sola garganta emite dos voces a la vez.
La actitud del director, tambi¨¦n comprometida y distante, le permite incrustar en la obra un homenaje a Psicosis, multiplicar su violencia y quitarle el melodrama sobrante. Endstation Amerika hubiera pasado inadvertida por el Festival de Oto?o de Madrid de no ser porque el p¨²blico la hizo correr de boca a oreja: los medios de comunicaci¨®n apenas dieron noticia. Por lo que he podido leer de la cr¨ªtica extranjera, Forever Young tiene una calidad similar, y su breve paso por Barcelona merece mejor suerte. Repiten dos int¨¦rpretes de Endstation: Fabian Hinrichs y la sensual y premiada Kathrin Angerer. El reparto incluye a Martin Wuttke, ex director del Berliner, conocido en Espa?a por su muy buen trabajo en una obra pretenciosa: Artaud recuerda a Hitler en el Romanische Caf¨¦.
Forever Young. Barcelona. Teatre Nacional de Catalunya. Del 28 de junio al 1 de julio.
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