Grecia tumba al campe¨®n
El ordenado y combativo conjunto de Rehhagel pone en evidencia a una Francia descabezada y v¨ªctima de su improvisaci¨®n
La cenicienta le pudo a la reina y Francia enfil¨® anoche el mismo camino que Italia, Alemania, Espa?a e Inglaterra para gloria de Grecia. La campeona nunca estuvo en Portugal o, al menos, no se la ha visto, confundida como est¨¢, deseosa de recluirse para el inventario. Agotado Zidane, se ha quedado tiesa y Jacques Santini, su t¨¦cnico, no sabe o no contesta. Ha vivido a contrapelo durante todo el campeonato. Justamente lo contrario le ocurre a Grecia, encantada de la vida, especialmente vital, feliz con lo que le est¨¢ sucediendo, dispuesta a reencontrarse de nuevo con Portugal si es que hace falta.
A Grecia se le reprochaba precisamente que viviera de la renta de su victoria inaugural sobre Portugal, la selecci¨®n anfitriona, que desde entonces elimina rivales sin reparar en su condici¨®n ni rango, espantada por su fracasado estreno. Puede que la fortuna tuviera cierta influencia en el triunfo del equipo de Otto Rehhagel. Parece mezquino, en cualquier caso, atribuir su m¨¦rito al azar. Grecia es sobre todo una selecci¨®n organizada, como corresponde a cualquier equipo entrenado por un alem¨¢n; tiene el plus de combatividad que se le supone simplemente por su origen y cuenta con una columna vertebral especialmente interesante: el central Dellas, el medio Basinas y el delantero Charisteas, tres futbolistas que pesaron m¨¢s que toda Francia.
Desde la humildad, Grecia acepta que se diga que es un rival dif¨ªcil de batir sin reparar en su capacidad de sorpresa. Ocupa el campo como una mancha de aceite e inutiliza al rival con una excelente presi¨®n sobre la salida de la pelota. La posibilidad de marcar queda a expensas de factores como los golpes francos, los rechaces y la capacidad de Charisteas para rematar o habilitar a la segunda l¨ªnea. No es f¨¢cil encontrar el truco para vencerla. Sobre todo, si el rival se conf¨ªa y se deja ir acorde con los minutos del partido. El suyo es un juego que se impone por contagio y, en igualdad de condiciones, resuelve en la jugada menos esperada.
Francia no jug¨® nunca a gusto. No s¨®lo porque no le dej¨® Grecia, sino tambi¨¦n porque no se reencuentra como equipo y no le ha cogido el hilo al torneo. Es una selecci¨®n fracturada, que no combina, falta de un enganche, mal puesta en la cancha, v¨ªctima de su propio ego. No conjuga y juega a menudo al pie. Pires y Zidane se abr¨ªan a las bandas y se intercambiaban las posiciones, al igual que Trezeguet y Henry en el ataque, sin que pasara nada. Parec¨ªan l¨ªneas paralelas que, por mucho que se prolongaran, jam¨¢s se encontrar¨ªan. Zidane acab¨® el primer tiempo tan desquiciado que carg¨® con una tarjeta amarilla por dar al tobillo de Karagonis, un volante que encarna el esp¨ªritu griego: no hay manera de sac¨¢rselo de encima cuando defiende y, a la que reba?a la pelota, busca la porter¨ªa con gran determinaci¨®n.
Grecia lleg¨® al descanso dos cuerpos por delante de Francia. Mandaba incluso en el recuento de ocasiones, tanto por cantidad como por calidad, pues Katsouranis no bati¨® a Barthez a la salida de un libre indirecto por cuatro dedos, que es lo que le falt¨® al bal¨®n para rebasar la l¨ªnea de meta. Los franceses se quedaron como ¨²nico lamento con un cabezazo de Henry que se le escap¨® por encima del larguero. Ni individual ni colectivamente pod¨ªan descoser a los griegos, muy solidarios y puestos, sorprendentemente superiores, siempre jugando al dos contra uno.
A Francia no le quedaba m¨¢s remedio que no perder la paciencia y confiar en resolver el partido en una genialidad, en una acci¨®n muy personal, puesto que en el estadio Alvalade no hab¨ªa manera de ganarle un metro cuadrado a Grecia, siempre bien orientada por Basinas, un volante estupendo en el repliegue y el despliegue, con mayor criterio que Makelele y Dacourt, sustituto de Vieira.
Los franceses s¨®lo tomaron un poco de aire cuando Lizarazu rompi¨® por el costado del lateral izquierdo. Aunque con m¨¢s dedicaci¨®n que clarividencia, entonces parec¨ªa que iban a por el partido. Falsa impresi¨®n. Justamente por el costado del lateral lleg¨® el tanto griego.
Acomodada Francia, apareci¨® Basinas en la medular y tir¨® una magistral apertura para la carrera de Zagorakis por el flanco derecho. El volante corri¨® y centr¨® al punto de penalti, el sitio donde aguarda siempre Charisteas, cuyo cabezazo fue inapelable. A Santini no le qued¨® m¨¢s remedio que cambiar y recurrir al poder¨ªo de Saha, a la velocidad de Wiltord y al centro de Rothen. Ni con cinco delanteros pudieron los franceses tumbar a Nikopolidis, protegido por los suyos y por la desdicha de Henry, que no acert¨® en el ¨²ltimo remate franco.
Merec¨ªa el triunfo Grecia por el dise?o que hizo del partido, por lo bien que lo jug¨® y por lo manera que lo resolvi¨® frente a una Francia descabezada y v¨ªctima de su propia improvisaci¨®n. Si el f¨²tbol es un estado de ¨¢nimo, la campeona andaba depresiva y el aspirante estaba euf¨®rico. As¨ª que a nadie le debe sorprender el resultado.
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