Del espect¨¢culo
Lamento no recordar qui¨¦n me cont¨® la historia, pero en un lugar del mundo real o de ficci¨®n alguien muri¨® a causa del impacto de un enorme diccionario que se cay¨® de una estanter¨ªa y le golpe¨® en la cabeza. Desde entonces siempre sit¨²o mis diccionarios en estantes bajos, por si acaso. Eso hice con el ¨²ltimo ejemplar de mi colecci¨®n, un diccionario de los llamados de autor (como si los dem¨¢s fueran an¨®nimos), redactado en un tono que permite ciertas licencias y extravagancias. Los diccionarios de autor crean adicci¨®n (sobre todo si eres propenso a las adicciones), y desde los tiempos en los que Toni Munn¨¦ intent¨® imponerlos en nuestro paisaje editorial (con autores como F¨¦lix de Az¨²a o Fernando Trueba), los vengo acumulando con cierta devoci¨®n, procurando, eso s¨ª, que no se lancen desde los estantes con intenciones homicidas. T¨ªtulo del volumen en cuesti¨®n: Dictionnaire amoureux du spectacle. Autor: J¨¦r?me Savary.
Savary es una fuerza de la naturaleza que ha recorrido casi todos los g¨¦neros y escenarios intentando pasarlo bien y divertir al p¨²blico. Igual te monta una ¨®pera que un musical, un mitin que una ceremonia ol¨ªmpica. Todav¨ªa recuerdo el estreno de su pel¨ªcula La hija del guardabarrera, un experimento de cine mudo que se present¨® en el cine Roma y en el que los protagonistas pasaban buena parte del metraje persigui¨¦ndose en pelota picada con intenciones claramente l¨²bricas. Incluso en eso tuvo ojo Savary: actualmente el cine Roma es una sala X en la que echan pel¨ªculas vagamente mudas con gente en pelotas aunque sin el desmadrado glamour del Magic Circus (una sala que, por cierto, cerrar¨¢ a finales de a?o tras 20 a?os de aceitosa actividad, que lo sepan los que todav¨ªa la utilizan como cuarto oscuro).
Como enciclop¨¦dico diletante, Savary demuestra ser igual de apasionado que en otros ¨¢mbitos de su vocaci¨®n. Entreteniendo, consigue que vayas acumulando conocimientos, an¨¦cdotas y reflexiones sobre el espect¨¢culo en general (m¨²sica, mimo, ¨®pera, pol¨ªtica) y el teatro en particular. Recuerdos, ajustes de cuentas, definiciones irreverentes, refritos parciales de otros libros escritos por ¨¦l mismo, homenajes a los amigos muertos, todo se mezcla con la ¨²nica imposici¨®n del orden alfab¨¦tico. Lo dem¨¢s es estimulante desorden y memoria espect¨¢culo. Por ejemplo, cuando habla de Fassbinder, escribe: "Era un chico gordo que se pasaba el d¨ªa devorando salchichas y engullendo litros de cerveza en la cantina del Schauspielhaus. Pero nunca hay que fiarse de las apariencias: era un hombre brillante, sensible, desgarrado". Por pereza, entusiasmo o generosidad, Savary completa las entradas de su diccionario con citas de otros maestros, como Sacha Guitry, del que transcribe esta frase: "Los espectadores sienten envidia de los actores porque imaginan que los actores se acuestan con las actrices, lo cual es rigurosamente cierto".
En este clima de cachondeo divulgativo, vas tomando conciencia de la complejidad del oficio, de su poder de seducci¨®n y de sus puntos d¨¦biles (en un tono que recuerda, a ratos, al espl¨¦ndido diccionario recopilatorio de Marcos Ordo?ez, A pie de obra, aunque en m¨¢s informal). De todas las entradas de Savary, me quedo con la siguiente, titulada frotador de senos (frotteur de seins, en el original), referida a uno de los oficios m¨¢s nobles del espect¨¢culo. Dice as¨ª: "Plantado al pie del escenario del Folies-Berg¨¨re, el frotador de senos ten¨ªa por misi¨®n excitar los pezones de aquellas damas antes de salir a escena. Escup¨ªan en la palma de sus manos y frotaban en¨¦rgicamente".
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