La diversidad er¨®tica
La llegada de la permisividad veraniega y la exposici¨®n sobre el erotismo chino en la Casa Asia invitan a meditar acerca de las diferentes culturas er¨®ticas que existen en nuestro planeta.
Ya Malraux, que era un erot¨®mano probado, habl¨® del diferente sentido que percib¨ªa en el sentido de la sexualidad en Oriente y Occidente. Los antrop¨®logos han confirmado los diferentes l¨ªmites del pudor, las distintas valoraciones de la promiscuidad sexual en varios lugares y las diferentes t¨¦cnicas er¨®ticas prevalentes en ¨¦pocas y pa¨ªses.
En Jap¨®n la espalda ha sido considerada zona de alto inter¨¦s er¨®tico, mientras los chinos han sentido inter¨¦s por los pies femeninos peque?os y en zonas del Magreb son apreciadas las mujeres muy obesas. Es decir, si la sexualidad es un idioma universal, la verdad es que habla muchos dialectos distintos. El beso labial era desconocido por los esquimales y en Jap¨®n lo fue hasta la ocupaci¨®n americana en 1945: lo prueba que ahora se llame all¨ª kissu.
Y he le¨ªdo que la pr¨¢ctica de la felaci¨®n fue divulgada por los fenicios en sus viajes mediterr¨¢neos. Dicho esto, tanto los et¨®logos como los psicoanalistas tienden a universalizar el sentido de cada ritual. Seg¨²n los primeros, la pr¨¢ctica del beso deriva del acto materno de masticar la comida para su beb¨¦ desdentado para pas¨¢rsela con la lengua a su boca. Por suerte, los adultos ignoran tal supuesto origen.
Pero es seguro que subyacen valores universales en la sexualidad, prescindiendo incluso del instinto reproductor femenino. V¨¦ase la secular disputa ret¨®rica acerca de si es mejor amar o ser amado. Creo que la respuesta universal -salvo la de alg¨²n comod¨®n ego¨ªsta- sigue siendo que es mejor amar.
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