Buscan la soluci¨®n en los debates

Por necesidades del gui¨®n o porque as¨ª lo prescribe el libro de estilo que rige sus conductas, resulta rar¨ªsimo que los gobernantes practiquen la autocr¨ªtica o admitan que su gesti¨®n tiene lunares m¨¢s o menos alarmantes. Es el caso, por ejemplo, de la deuda de la Generalitat, que sigue creciendo y ya se sit¨²a por encima de los 10.000 millones de euros, como se razonaba el viernes pasado en estas p¨¢ginas. Una cuca?a ¨¦sta, la del endeudamiento, en la que, ciertamente, estamos por arriba de todas las comunidades. Pero no hay motivo para pasmarse porque, a fin de cuentas, disparar con p¨®lvora de rey e hipotecar el futuro de nuestra hacienda p¨²blica ha sido la pauta financiera del PP desde que gobierna la autonom¨ªa.

A mayor abundamiento, el consejero de Econom¨ªa, Gerardo Camps, justifica estas alegr¨ªas macrofinancieras arguyendo que han servido para situar al Pa¨ª Valenciano "entre las regiones m¨¢s pr¨®speras, din¨¢micas y competitivas de la Uni¨®n Europea". Euforia que no falte. Y a¨²n se puntualiza que esa millonada se ha invertido en infraestructuras, sanidad y educaci¨®n. S¨®lo faltar¨ªa eso, que se hubiese malversado en pecados inconfesables mientras que un aluvi¨®n de acreedores aguanta como puede las demoras escandalosas de la Administraci¨®n o se resigna a la quiebra. Sin embargo, esto son asuntos menudos que no merecen siquiera dos palabras del jubiloso discurso oficial.

Pero como no se puede enga?ar siempre y a todos, el verdadero pulso econ¨®mico del pa¨ªs se percibe en la calle, auscultando al vecindario y, sobre todo, al peque?o empresariado, adem¨¢s de darle cr¨¦dito a los observadores imparciales de la coyuntura econ¨®mica. De ello se desprende que no vivimos en el m¨¢s felicitario de los mundos ni estamos los valencianos en condiciones id¨®neas para afrontar los desaf¨ªos apremiantes que plantea la globalizaci¨®n y la competencia de los productores emergentes. Lo cual no es necesariamente un cargo contra este o los gobiernos auton¨®micos que le han precedido. El fen¨®meno les desborda. S¨ª les es imputable, en cambio, haber soslayado la obligaci¨®n de fajarse, en la medida que les incumb¨ªa, con nuestras rancias deficiencias estructurales que han puesto ahora en crisis o comatosos a tantos de nuestros tradicionales sectores industriales.

En esta tesitura hay que consignar positivamente la iniciativa de la patronal auton¨®mica y de su dirigente, Rafael Ferrando, animadores de una cumbre empresarial a celebrar en este mismo a?o. Una buena ocasi¨®n, como m¨ªnimo, para ejercitar la prospectiva y ver qu¨¦ nos depara el futuro, adem¨¢s de hacer examen de conciencia. Aunque, a lo peor, esperamos demasiado y todo se resuelve en el habitual memorial de agravios por parte del Gobierno central, al que se le transfieren sus propias dejaciones y las nuestras. Algo as¨ª ocurri¨® en la reuni¨®n de Orihuela de 1989 y bien puede repetirse la jugada si toda la reflexi¨®n y conclusiones se condensan en el Plan Hidrol¨®gico y el AVE que, siendo vitales, no agotan nuestras carencias. Pero de este concilio empresarial tendremos ocasi¨®n de glosar su evoluci¨®n y perspectivas.

La semana nos ha tra¨ªdo otro preludio de debate. El que propone el PSPV acerca de la ampliaci¨®n del puerto de Valencia que, por lo que se deduce del ¨®rdago socialista, no est¨¢ clara, cosa que nos sorprende despu¨¦s de tantos a?os de crecimiento sostenido. A nuestro entender, la Autoridad Portuaria merece un voto de confianza avalado por su eficiencia, como confirma el desarrollo de las instalaciones y los tr¨¢ficos captados. Soluciones, como la conveniencia del acceso norte, digamos por ejemplo, requieren un criterio que no tenemos y que incumbe preferentemente a los t¨¦cnicos y urbanistas.

En cambio, y como meros ciudadanos, s¨ª nos concierne saber el coste medioambiental de esta fuente de riqueza. No olvidemos que lo pagamos todos sin excepci¨®n, valencianos y no valencianos, que las consecuencias en las playas y litoral son irreversibles, y los beneficios econ¨®micos directos son patrimonio de unos pocos. Es de justicia evaluar qu¨¦ sacrificamos para tener un puerto competitivo y, l¨®gicamente, atenuar al m¨¢ximo ese sacrificio. Una exhortaci¨®n c¨¢ndida y absolutamente resignada al desastre ecol¨®gico.