Bellini
Sabido es que el canto, en Bellini, requiere un moldeamiento suave, sin fracturas, de l¨ªneas amplias y sinuosas, m¨¢s delicado que dram¨¢tico, aunque se llegue tambi¨¦n al dramatismo por v¨ªas indirectas. Requiere, sobre todo, belleza vocal. La mejor t¨¦cnica oper¨ªstica del XVIII fluye hacia Bellini configurando lo que se ha dado en llamar bel canto, t¨¦rmino demasiadas veces confundido con la ¨®pera en general.
Lo anterior viene a cuento porque Bellini resulta imposible sin unas voces que sean, de natural, hermosas, y que, adem¨¢s, dominen la t¨¦cnica para regular y colorear el sonido de una forma casi et¨¦rea. La voz cobra aqu¨ª una entidad que parece escapar del personaje representado. Nada que ver con Verdi o con Wagner. El oyente puede olvidarse de la tragedia fraguada entre Capuletos y Montescos. Romeo y Julieta se quieren, se mueren. Pero no importa mucho. S¨®lo importa lo que canta Romeo y lo que canta Julieta.
I Capuleti e I Montecchi
De Vincenzo Bellini. Solistas: Eugenia Pont-Burgoyne, Marina Rodr¨ªguez-Cus¨ª, Manuel Beltr¨¢n, Elia Todisco y Alberto Feria. Coro de la Asociaci¨®n de Amigos de la Maestranza. Orquesta de Valencia. Ralf Weikert, director. Palau de la M¨²sica. Valencia, 24 de junio de 2004.
Tuvimos un buen Romeo y una buena Julieta el d¨ªa 24. De Eugenia Pont-Burgoyne, quien esto escribe guarda el antiguo recuerdo de una messa di voce en un Laudate Dominum de Mozart, grabado cuando formaba parte de los Peque?os Cantores de Valencia. Reencontrada ahora con Bellini, se advierte que no ha hecho m¨¢s que aumentar ese dominio de los reguladores y del legato.
Marina Rodr¨ªguez Cus¨ª, en el travestido papel de Romeo, dio pruebas tambi¨¦n de buena escuela, y puso un punto de dramatismo y realidad en el incorp¨®reo universo belliniano. La voz, quiz¨¢ necesitada de homogeneizar m¨¢s los diferentes registros, no fue, sin embargo, insensible a las exigencias de esas "l¨ªneas onduladas" que el compositor siciliano exige.
A excepci¨®n de Alberto Feria, que cumpli¨® dignamente como Lorenzo, los otros solistas masculinos no estuvieron a la altura. El coro, necesitado, al parecer, de doble direcci¨®n -Valentino Metti andaba en el escenario "reinterpretando" las indicaciones de Ralf Weikert- exhibi¨® empaste y ajuste. La orquesta, algo insegura como agrupaci¨®n luci¨®, sin embargo buenos solistas al violonchelo, arpa, trompa y clarinete. La batuta, sin embargo, no parec¨ªa comprender que, en Bellini, si la orquesta no sirve a la voz, tampoco sirve para otra cosa.
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