Hasta el fondo
Aznar ha hecho saber, a trav¨¦s de Rajoy, que est¨¢ dispuesto a comparecer ante la comisi¨®n parlamentaria que investiga los atentados del 11-M. Nadie entender¨ªa que su propio partido o el PSOE impidieran una comparecencia que resulta imprescindible para indagar los fallos de prevenci¨®n que pudo haber por parte de los servicios de inteligencia o las fuerzas de seguridad. En ¨²ltima instancia, es el presidente el que establece, junto con su Gobierno, la estrategia general de la pol¨ªtica de seguridad y sus prioridades. Nadie como el propio Aznar puede, por otra parte, esclarecer en sus propios t¨¦rminos las razones que le condujeron a mantener la autor¨ªa de ETA m¨¢s all¨¢ de toda prudencia y por encima de los indicios que desde el propio d¨ªa 11 de marzo ya apuntaban hacia el terrorismo de ra¨ªz islamista.
Adem¨¢s de prestar a las v¨ªctimas la ayuda que precisen, los poderes p¨²blicos est¨¢n especialmente obligados a esclarecer la verdad ante el conjunto de la ciudadan¨ªa. La ma?ana del 11 de marzo los espa?oles vivieron el espanto del atentado terrorista m¨¢s grave de su historia sin que nadie les hubiera advertido de riesgos espec¨ªficos procedentes del terrorismo de la ¨®rbita de Al Qaeda ni tuvieran noticia de que las fuerzas de seguridad hubieran adoptado medidas especiales para combatirlo. No se trata de abrir ninguna causa general, sino de conocer los fallos habidos para adoptar las resoluciones necesarias que impidan o al menos dificulten en el futuro la eventual repetici¨®n de los hechos.
Para superar un trauma civil de dimensiones tan colosales como fue el asesinato de 190 personas no hay receta alternativa a la de la verdad. La comisi¨®n del 11-M tiene ante s¨ª dos objetivos de orden moral y preventivo que deben arrumbar las conveniencias m¨¢s circunstanciales de unos y otros. Es evidente que el PP quiere salir limpio de un asunto en el que ha jugado la peor parte, la del m¨¢ximo responsable de la seguridad ciudadana en el momento m¨¢s tr¨¢gico de nuestra historia reciente. Tambi¨¦n el PSOE quiere evitar que se arrojen sombras de duda sobre su victoria del 14-M. Y ambos, como partidos de Gobierno, tienen la obligaci¨®n de proteger a la polic¨ªa y a los servicios secretos de un escrutinio excesivo que pueda poner en peligro su propia funci¨®n.
El PSOE no tiene mucho que ganar como partido y el PP tiene bastante que perder. Es l¨®gico que espont¨¢neamente no manifiesten un enorme inter¨¦s en la comisi¨®n y que prefieran acotarla en cuanto a duraci¨®n, an¨¢lisis de documentos y comparecientes. El excelente ejemplo de la comisi¨®n norteamericana sobre el 11-S debiera servir para que abandonen unas pretensiones de limitaci¨®n perjudiciales para la propia credibilidad del sistema. Lo peor que podr¨ªa ocurrir es que unos ciudadanos que se sienten particularmente vulnerables desde el 11-M pudieran considerarse, adem¨¢s, estafados por el Parlamento, que quedar¨ªa seriamente da?ado a los efectos de cualquier investigaci¨®n futura.
El gesto de Aznar permite abrir el juego. Intentar¨¢ establecer que hizo cuanto estuvo en su mano, aunque cabe sospechar que otros se est¨¢n encargando ya de lanzar la cortina de humo de una confusa conspiraci¨®n, llena de insinuaciones y conjeturas, en un c¨®ctel de servicios secretos vecinos, ex mandos policiales, y por supuesto etarras, con el objetivo de que de la comisi¨®n no salga la luz, sino una sospecha m¨¢s universal y difusa. El trabajo de los comisionados consiste precisamente en separar las voces de los ecos.
Claro que no es deseable una comisi¨®n espect¨¢culo, ni un juicio paralelo, ni un navajeo entre partidos, ni un ajuste de cuentas del actual Gobierno respecto al anterior. Es bueno que se rompa la cadena que hace de cada Gobierno un inquisidor de sus predecesores, pero la Comisi¨®n debe llegar hasta el fondo del atentado terrorista m¨¢s grave habido en Espa?a. E intentar esclarecer la verdad y adoptar las resoluciones que nos hagan menos vulnerables en el futuro.
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