La primera palabra humana fue 'no'
Dos espa?oles sostienen que la clave de nuestra evoluci¨®n fue la represi¨®n del comportamiento err¨®neo de los hijos
?Cu¨¢l es la frase m¨¢s importante que ha o¨ªdo usted en su vida? Lo m¨¢s probable es que sea ¨¦sta: "Ni?o, no te subas ah¨ª". Y una frase similar, o m¨¢s bien su equivalente preling¨¹¨ªstico -un gesto severo, un dedo oscilante- puede muy bien ser la clave de la evoluci¨®n humana, la invenci¨®n biol¨®gica que permiti¨® a nuestros ancestros empezar a acumular cultura una generaci¨®n tras otra, sin necesidad de aprenderlo todo cada vez por un penoso proceso de prueba y error.
As¨ª lo creen Laureano Castro y Miguel ?ngel Toro, dos cient¨ªficos del Instituto Nacional de Investigaci¨®n y Tecnolog¨ªa Agraria y Alimentaria, en Madrid, que acaban de publicar su teor¨ªa y el modelo matem¨¢tico que la sustenta en Proceedings of the National Academy of Sciences (edici¨®n electr¨®nica).
Los modelos antropol¨®gicos al uso suponen que el elemento clave en la evoluci¨®n de la cultura es la capacidad de imitaci¨®n. Castro y Toro no creen que eso baste. "Los ni?os no aprenden s¨®lo a base de copiar lo que ven hacer a sus padres", dice Castro. "Si aprenden es porque sus padres les dicen qu¨¦ deben hacer y, sobre todo, qu¨¦ no deben hacer. Eso es lo que les evita tener que aprenderlo todo por s¨ª mismos".
Castro cree que esa capacidad humana para aprobar o reprobar el comportamiento de los hijos -para asesorar a los hijos, como le gusta decir a ¨¦l- es el producto de la evoluci¨®n biol¨®gica. "La evoluci¨®n invent¨® un m¨®dulo cerebral que permiti¨® a nuestros ancestros establecer categor¨ªas morales, valorar qu¨¦ conductas son buenas y malas. Ese m¨®dulo permiti¨® a los padres transmitir valores a sus hijos, y a ¨¦stos aceptar esas valoraciones de sus padres".
Pero, una vez construido ese m¨®dulo cerebral, la evoluci¨®n biol¨®gica pierde el papel protagonista en el esquema de Castro y Toro. "La transmisi¨®n de valores permite la acumulaci¨®n de cultura", dice Castro, "y a partir de ese momento el sistema funciona solo, sin necesidad de innovaciones gen¨¦ticas ni nuevos m¨®dulos cerebrales".
La opini¨®n m¨¢s extendida entre los estudiosos de la evoluci¨®n humana es que el gran salto, la transici¨®n fundamental que convirti¨® a un hom¨ªnido como el Homo erectus, que mantuvo una cultura estancada y r¨ªgida durante cientos de miles de a?os, en el Homo sapiens, un innovador cultural por naturaleza, fue la invenci¨®n evolutiva de la capacidad del lenguaje. Castro no lo cree as¨ª.
"La innovaci¨®n evolutiva fue la capacidad para asesorar a los hijos. El lenguaje es una mera consecuencia de ella, pues se deriva de la necesidad de asesorar a los hijos, de transmitirles informaci¨®n sobre lo que no se debe hacer, en un entorno cultural en que esa informaci¨®n era cada vez m¨¢s compleja. La capacidad asesora para transmitir valores es tambi¨¦n la ra¨ªz de la moralidad humana".
?Quiere eso decir que no fue la primera palabra del lenguaje humano? "Tal vez s¨ª", sonr¨ªe Castro, "aunque ni siquiera hace falta una palabra. Los chimpanc¨¦s saben transmitir con gestos su desaprobaci¨®n ante algo. Lo que no saben es transmitir a sus hijos esa desaprobaci¨®n. La invenci¨®n esencial no es la palabra, sino el concepto abstracto de bueno y malo, y la voluntad de transmitirlo a los hijos".
Los humanos estamos tan acostumbrados a aprobar o reprobar la conducta de los ni?os que esa actitud nos parece lo m¨¢s natural del mundo. Seguramente las ratas har¨¢n lo mismo, ?no? Pues no. Ni los primates tampoco. Los estudiosos de los chimpanc¨¦s se han asombrado una y otra vez al comprobar la total indiferencia con que los padres contemplan a sus hijos cuando ¨¦stos hacen algo equivocado o peligroso. Ni el m¨¢s descuidado de los humanos se comportar¨ªa de un modo semejante.
No es que los chimpanc¨¦s adultos ignoren los peligros. Saben que el fuego quema, por ejemplo. Pero s¨®lo les importa cuando los que pueden quemarse son ellos mismos. El hijo tiene que aprender que el fuego quema por el peor de los procedimientos: metiendo la mano.
?C¨®mo se va desde ah¨ª hasta Internet? La idea m¨¢s aceptada por los antrop¨®logos evolutivos es la popularizada por el escritor cient¨ªfico brit¨¢nico Richard Dawkins, y consiste en una met¨¢fora: si la evoluci¨®n biol¨®gica se basa en los genes, la evoluci¨®n cultural se basa en los memes (esta palabra no ha calado en espa?ol por razones obvias, pero cada vez est¨¢ m¨¢s de moda en otras lenguas).
Un meme viene a ser una idea ¨²til. Los genes sacan copias de s¨ª mismos, y los memes tambi¨¦n: basta contarle la idea al vecino. Un meme realmente valioso -la t¨¦cnica para encender el fuego, por ejemplo, o una lista de plantas venenosas- se propaga r¨¢pidamente de cabeza en cabeza, tan deprisa como un gen que confiere resistencia a un virus mortal.
Seg¨²n la mem¨¦tica de Dawkins, una persona es poco m¨¢s que un imitador nato. Repite lo que ve, o lo que le dicen, y contribuye as¨ª a la propagaci¨®n de los memes. La palabra meme no viene de memoria, sino de mimetismo, y quiere subrayar el car¨¢cter plagiario de la cultura humana.
"Pero la mera imitaci¨®n no basta para que evolucione la cultura", explica Castro. "La transmisi¨®n de una idea compleja es muy ineficaz por mera imitaci¨®n, como en la rueda de los disparates. Y los modelos culturales con pocos innovadores y muchos imitadores tienden a estancarse. Los humanos no somos meros replicadores de conductas. Aprendemos conductas por imitaci¨®n, pero tambi¨¦n aprendemos a categorizarlas como buenas o malas, y las evaluamos antes de llevarlas a la pr¨¢ctica".
"Ni?o, no te subas ah¨ª" puede ser la clave de la evoluci¨®n humana. Recu¨¦rdelo en el pr¨®ximo paseo por la feria.
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