Pasen y vean
El F¨®rum ofrece un delicioso teatro de aut¨®matas ubicado en una barraca de feria de la d¨¦cada de 1940
El misterio y la emoci¨®n de las ferias de comienzos del siglo pasado, repletas de artilugios fant¨¢sticos; los primeros animat¨®grafos y retratistas; atracciones asombrosas; mujeres barbudas... Es el esp¨ªritu de la ¨¦poca de los prodigios, que se esconde tras las cortinas del teatro de aut¨®matas que ha aterrizado en el F¨®rum, una barraca de feria, reliquia ¨²nica en el mundo y originaria de la d¨¦cada de 1940, que fue rescatada del olvido por el dramaturgo madrile?o Gonzalo Ca?as.
En pocos metros cuadrados el barrac¨®n alberga 12 escenas de la vida cotidiana o sobre el mundo art¨ªstico, 12 perlas protagonizadas por un total de 37 aut¨®matas. Son como flases, vi?etas de una realidad que ya no existe, vista con una sorna elegante pero cr¨ªtica a la vez.
Cada una con su t¨ªtulo y unos versos descriptivos, estas vi?etas muestran el Sevilla y ol¨¦, los cambios en el papel social de las mujeres, el pit i cuixa de las revistas que tra¨ªan locos "al cura de tapado y al lig¨®n del magistrado", y a "solterotas" gritando con una escoba en la mano tras descubrir un rat¨®n bajo la cama.
En Dulce hogar, tres mujeres charlan y fuman alegremente mientras el marido de una de ellas faena en la cocina. La leyenda no tiene desperdicio: "?sta es la modernidad que anda de boca en boca. Ellas hablan de igualdad y el hombre de detergentes". Nuevos ricos muestra lo que durante d¨¦cadas se llam¨® una chacha, negra y culona seg¨²n el t¨®pico, ba?ando a un cr¨ªo mientras su hermano juega con un orinal. "Es un ba?o original, sin lavabo ni retrete, donde no usan ni orinal para dejar el paquete", se mofa de los ostentosos due?os del ba?o la cuarteta. El "paquete" es en esta ventana el detalle escatol¨®gico -presente tambi¨¦n en otras-: el ni?o hace sus necesidades sobre el impoluto suelo del ba?o.
Como este min¨²sculo detalle, el de la caca que sube y baja, hay otras decenas y todos arrancan sonrisas. La mujer que lee en la estampa La rom¨¢ntica tiene entre las manos un libro titulado M¨¢s bella que todas las flores y su contenido parece emocionarle, a tenor de los suspiros que hacen hinchar y deshinchar sus pechos.
Los aut¨®matas realizan entre 20 y 50 movimientos, se?ala con orgullo el t¨¦cnico del teatro, Pepe Luna. "Lo consideramos teatro por el juego dram¨¢tico que se establece entre los personajes de cada cuadro". Luna explica que la atracci¨®n fue construida en los a?os cuarenta por Antonio Canals, un artesano de un pueblo de Alicante que durante a?os se gan¨® la vida, y bien, de feria en feria con la barraca a cuestas. Es la ¨²nica superviviente de las que hubo en su tiempo, asegura Luna, y cuenta que Gonzalo Ca?as, -"un hombre de teatro"- se enamor¨® de ella cuando pertenec¨ªa a otra familia, los Sim¨® de Murcia, y la vio en 1992, cuando todav¨ªa se exhib¨ªa, pero a a?os luz del esplendor logrado en d¨¦cadas anteriores.
"Lo de pagar por descubrir un misterio, el de la vida artificial recreada por los aut¨®matas, cay¨® en decadencia al ser desplazado por las atracciones modernas. Poco a poco los aut¨®matas pasaron a pueblos m¨¢s peque?os, a peores plazas, hasta que Gonzalo lo rescat¨® en 1992", explica Pepe Luna. El t¨¦cnico no quita el ojo a los centenares de engranajes que hacen posibles los movimientos de los personajes. "Es mec¨¢nica de batalla, como la del Seat 600, de la que dura toda la vida. Eso s¨ª, con materiales nobles. Nada de gomas ni aluminio", detalla. Los decorados y el vestuario tambi¨¦n quitan el hipo por el cuidado y la minuciosidad originales, que exigieron un notable esfuerzo de restauraci¨®n.
El teatro de aut¨®matas permanecer¨¢ en el F¨®rum hasta el 18 de julio. El pr¨®ximo bolo lo tiene en el Tibidabo, junto al Museo de Aut¨®matas, tambi¨¦n ¨²nico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.