"?Dios est¨¢ con Rehhagel!"
Grecia se echa a la calle y convierte en un h¨¦roe al t¨¦cnico alem¨¢n
Y, de repente, Grecia grit¨® al unisono, entre saltos y banderas blanquiazules, una breve y elocuente canci¨®n: "?Lev¨¢ntala, la jodida [copa], no puedo, no puedo esperar!". El gol de Dellas acababa de elevar a los griegos hasta los cielos y alguno hasta tuvo que frotarse los ojos antes de dar cr¨¦dito a lo que vomitaba la pantalla del televisor: ?Grecia en la final de la Eurocopa contra Portugal! Pero a los segundos iniciales de estupor, de cierta incredulidad pre?ada de j¨²bilo, sigui¨® una fiesta que hizo peque?a la vivida hace tan s¨®lo seis d¨ªas, cuando los chicos de Rehhagel dejaron fuera a Francia, la actual campeona.
En direcci¨®n a Omonia, lugar habitual de celebraciones, las calles se llenaron de coches y de miles de motos que convirtieron las principales avenidas atenienses en un r¨ªo humano. Fan¨¢ticos, grupos de j¨®venes, padres con sus hijos, abuelos con pijama y hasta algun ba?ista nocturno que no dud¨® en salir con el ba?ador como ¨²nica prenda, se lanzaron a la calle. Una vez m¨¢s, el milagro se hab¨ªa producido. Grecia hab¨ªa roto los pron¨®sticos y hab¨ªa dejado fuera a otro de los favoritos.
Los cercos policiales cayeron ante la avalancha de m¨¢s de 50.000 seguidores que, en pocos minutos, hicieron de Omonia una caldera y del ambiente un infierno ensordecedor. Cl¨¢xones, cohetes y petardos llenaron la atm¨®sfera, mientras, en el cielo, fuegos de artificio iluminaban la Acr¨®polis por segunda vez en menos de una semana.
Las palabras y los adjetivos se hab¨ªan acabado. Nadie encontraba el modo de describir una proeza con la que todos so?aban pero en la que, esta vez s¨ª, muy pocos confiaban. "Dios esta con Rehhagel y ha enviado a su hijo al campo para que pasemos", dec¨ªa un seguidor, at¨®nito ante la suerte del partido. Porque hasta entonces, hasta que la cabeza de Dellas impuls¨® al fondo de la red el bal¨®n lanzado por Tsartas, los seguidores griegos se hab¨ªan dedicado a aplaudir las seguras intervenciones de Nikopolidis bajo la meta griega, a celebrar el abandono de Nedved por lesi¨®n y a confiar en la estrella que, todos aseguran, acompa?a al t¨¦cnico alem¨¢n de la selecci¨®n. "Est¨¢ loco, est¨¢ loco, el alem¨¢n", volvieron a gritar de nuevo los miles de seguidores que se concentraron en Omonia y en cada rinc¨®n de Grecia. Cantaron despues el himno nacional y repitieron mil veces la consigna de "?Ellas, Ellas!", se dispararon los flashes y las banderas no dejaron de ondear.
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