No somos ni Romeo ni Julieta
Uno. Esta semana ten¨ªa previsto comentarles Los hijos de Herakles, el montaje (nunca mejor dicho) de Peter Sellars en el F¨®rum/Lliure, pero me pareci¨® una cosa tan banal, paternalista, radiof¨®nica y letalmente aburrida (eso s¨ª, con una gran idea c¨®mica: Mercedes Mil¨¤ en funciones de coro) que prefiero hablar de Shakespeare, que siempre pone de mejor humor. Ten¨ªa muchas ganas de ver Troilo y Cr¨¦sida, presentada en el Pav¨®n a las ¨®rdenes de Francisco Vidal, porque es una obra maestra ignorada, escas¨ªsimamente representada en Espa?a y muy poco en el Reino Unido. De hecho, no lleg¨® ni a pisar el Globe en su ¨¦poca, como si Shakespeare hubiera ca¨ªdo en la cuenta de que hab¨ªa ido demasiado lejos, tanto en el tono como en la forma, ¨¢spera y gozosamente antigen¨¦rica. La escribi¨® el mismo a?o que Hamlet, y no cuesta pensar que buena parte del caos y la desintegraci¨®n moral de la corte de Elsinor impregn¨® su visi¨®n de la antigua Grecia, aunque en una clave mucho m¨¢s feroz: no hay otra carcajada m¨¢s amarga y desencantada en todo su teatro. No sabemos si se trata de una comedia negra o un drama sat¨ªrico, ni falta que hace. Los h¨¦roes de la guerra de Troya son aqu¨ª una banda de canallas, bobos y/o locos, y la interminable contienda un mero veh¨ªculo para las vanidades y ambiciones de cada quien: exacto, como la foto de las Azores. Harold Bloom lo resume maravillosamente: "Troilo es al amor lo que H¨¦ctor a la guerra, Ulises al gobierno y Aquiles a la heroicidad: son todos impostores, malos actores. Agamen¨®n, N¨¦stor y Ayax compiten en falta de seso y Cr¨¦sida es la putilla troyana tanto como Helena es la puta espartana. Todo esto es demasiado fuerte para una s¨¢tira, demasiado extremo para una parodia". Tersites, el personaje m¨¢s l¨²cido de la funci¨®n, un buf¨®n sarnoso pose¨ªdo por la rabia, escupe la misma idea: "?Que la guerra y la lascivia confundan todo!". Ante tal panorama, podr¨ªamos preguntarnos en qu¨¦ se diferencia Troilo y Cr¨¦sida de La bella Helena. Para empezar, en su enfoque estructural. Y en su mirada; una mirada que recuerda a aquel libro de Guy Debord forrado con papel de lija para que hiciera polvo los vol¨²menes vecinos: Homero y Chapman, en este caso. Los protagonistas no son Helena y Paris, amantes legendarios que apenas tienen un par de escenas, sino Troilo, su hermano menor, y Cr¨¦sida, la hija del traidor Calcas, empujados a la cama por P¨¢ndaro, un viejo alcahuete sifil¨ªtico, t¨ªo de la muchacha. Una presunta historia de amor entre miembros de clanes rivales que pod¨ªa haber acabado en tragedia y culmina en la vulgaridad m¨¢s radical: Troilo y Cr¨¦sida es el anti-Romeo y Julieta. Troilo (Alberto Maneiro) desea a Cr¨¦sida (Cristina Arranz) tan s¨®lo porque ella se le resiste: es tan "dif¨ªcil de conquistar" como la gran Helena. Cr¨¦sida cae en sus brazos y deja de ser interesante para ¨¦l: s¨®lo volver¨¢ a serlo cuando la intercambien por un prisionero troyano y se convierta en deseable para los griegos. Troilo es un adolescente voluble que apenas cree en su propia ret¨®rica, y Cr¨¦sida una chica eminentemente pr¨¢ctica. En el campamento descubre que van a violarla en hilera, por lo que decide entregarse a Diomedes (Carlos Ibarra: un nombre a retener) para que la proteja: mejor puta de uno que puta de todos. Nada culmina como mandan los c¨¢nones. El tiempo borra las promesas de los amantes, y H¨¦ctor (Israel Elejalde) muere por conseguir una armadura reluciente, asesinado por los sicarios del cobarde Aquiles (Martin Kai), que se atribuye tan guapamente la victoria.
Dos. El espect¨¢culo del Pav¨®n es una versi¨®n de poco m¨¢s de dos horas que poco tiene que ver con las habituales "reducciones posmodernas": pese a los abundantes cortes, aqu¨ª se respira un verdadero amor por el texto, y una absoluta convicci¨®n de su furiosa modernidad. No dir¨¦ que sea una gran funci¨®n, pero s¨ª un logro considerable en muchos aspectos, con algunos altibajos actorales que no deslucen un muy buen nivel general. De todos los montajes de Francisco Vidal quiz¨¢ sea ¨¦ste el m¨¢s cercano al "esp¨ªritu del T.E.I": a ratos -por la concreci¨®n escenogr¨¢fica de Ana Garay, por la luz de Rafael Echeverz, por la entrega de los actores- me parec¨ªa estar en su sede de Magallanes, en los lejan¨ªsimos setenta. Le pondr¨ªa algunas pegas a la traducci¨®n de Cernuda, espl¨¦ndida para ser le¨ªda aunque de escasa fluidez teatral; a algunos excesos caricaturescos (Menelao parece haberse escapado, ciertamente, de La bella Helena) y a ciertas obviedades innecesarias (?hace falta vestir a Helena como una golfa de clich¨¦?), pero a la postre Vidal sabe muy bien lo que lleva entre manos y qui¨¦nes son los verdaderos reyes de la funci¨®n: Ulises, Tersites y P¨¢ndaro, enlazados por m¨¢s v¨ªnculos de lo que parece a simple vista. Fernando Sansegundo interpreta a Ulises como lo que es: un pol¨ªtico nato, un manipulador enamorado de la jerarqu¨ªa y del poder de la palabra, capaz de improvisar un sabio discurso sobre la ingratitud del olvido tan s¨®lo para acicatear a Aquiles. La palabra de Ulises est¨¢ siempre al servicio de la "raz¨®n de Estado", un Estado en el que no cree pero del que vive, lo que le convierte en un nihilista secreto: un hermano cuerdo de Tersites, al que Emilio de Cos transforma en arlequ¨ªn electrificado, pura chispa sin la menor ca¨ªda de tensi¨®n. Ulises y P¨¢ndaro est¨¢n, a su vez, hermanados por la tercer¨ªa, y la gran baza del veterano Ra¨²l Pazos radica en hacernos ver la singularidad extrema de su personaje: P¨¢ndaro no es un vulgar alcahuete que opere por inter¨¦s, como Ulises, sino una suerte de Yago masoquista, quiz¨¢ determinado a poner en escena las pasiones que ya no puede vivir para deleitarse contempl¨¢ndolas, del mismo modo que Troilo no logra apartar la vista de Cr¨¦sida enga?¨¢ndole con Diomedes. Cerrando el c¨ªrculo, si Troilo tiene todos los boletos psicol¨®gicos para acabar como un futuro P¨¢ndaro, el viejo mediador despreciado y resentido de la ¨²ltima escena ("llegado el momento os legar¨¦ todas mis enfermedades") est¨¢, verdaderamente, a un paso del purulento rencor de Tersites.
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