Una adolescencia perpleja
Siempre es de agradecer que la cantidad de metros c¨²bicos de aire que infla una novela, seg¨²n expresi¨®n de Manganelli, se reduzca a lo indispensable. Las novelas de Erri de Luca son tan concisas, y est¨¢n escritas con una econom¨ªa expresiva tan austera, que el lector no puede, ni debe, renunciar a ninguna l¨ªnea. Este tipo de prosa es m¨¢s bien raro; lo general es un estilo envolvente, nuboso, con mucho vapor y poco peso. En la narrativa de Erri de Luca el estilo tiene la solidez de la materia gr¨¢vida, y cada novela surge de un apremio muy apegado a la experiencia. Tanto, que se ha convertido en lugar com¨²n calificar su obra de autobiogr¨¢fica. Sus novelas, en efecto, producen la desusada convicci¨®n de haber sido antes vividas que escritas, y ¨¦l mismo, indirectamente, ha fomentado esta acepci¨®n: "Me da verg¨¹enza inventar. Tal vez por falta de imaginaci¨®n, pero, sobre todo, porque me parece un abuso de confianza". No es com¨²n encontrar declaraciones as¨ª. Un escritor que no se exhibe parece hoy m¨¢s bien una anomal¨ªa.
MONTEDIDIO
Erri de Luca
Traducci¨®n de Anna Casassas
La Magrana. Barcelona, 2004
144 p¨¢ginas. 12 euros
MONTEDIDIO
Erri de Luca
Traducci¨®n de C¨¦sar Palma
Akal. Madrid, 2004
142 p¨¢ginas. 10 euros
En Espa?a, Erri de Luca, por
fortuna, no es ning¨²n desconocido. Montedidio es la quinta novela que se publica en castellano. Con la excepci¨®n de T¨², m¨ªo (El Aleph, 2000), que catapult¨® su nombre fuera de Italia, las restantes han sido publicadas, con tanta discreci¨®n como perseverancia, por la editorial Akal: Aqu¨ª no, ahora no (2000), Adelfa, arco iris (2001) y Tres caballos (2002). La brevedad de cada una de estas novelas, nunca re?ida con la intensidad, hace imposible decidir cu¨¢l es m¨¢s apropiada para iniciarse en una literatura donde la potencia l¨ªrica destella como un cuchillo que hurga en la experiencia, en la propia o en la ajena, para hacerla presente.
La primera novela de Erri de Luca, Aqu¨ª no, ahora no, era el relato de una infancia dram¨¢tica en N¨¢poles, donde el pasado se recordaba "con visos de plenitud, por una necesidad de pertenencia". En Montedidio vuelve a esos escenarios, a un barrio napolitano de aglomeraci¨®n y bullicio para contar, sirvi¨¦ndose de la voz a¨²n sin formar de un muchacho de trece a?os, las experiencias primordiales: el trabajo en una carpinter¨ªa, el aprendizaje del amor, la muerte de la madre. A este acceso vital se superpone la iniciaci¨®n en la realidad hist¨®rica, encarnada en un zapatero, jorobado y jud¨ªo, sobreviviente del Holocausto, que le transmite las magias de la generosidad, el fervor por las palabras y el prodigio de llevar en la joroba unas alas plegadas. Realismo y fantas¨ªa se conjugan aqu¨ª en una misma necesidad material. El chico ha descubierto que, cuando escribe, "el sonido del l¨¢piz sobre el papel resume el bullicio del d¨ªa". Montedidio es un barrio de callejones, con una agitaci¨®n constante; todos los vecinos se conocen, y "uno se puede pasar el d¨ªa saludando e irse a la cama cansado s¨®lo de eso". Sus anotaciones en un rollo de bobina reflejan el estupor de ingresar en la vida y el temor de ser un adulto, como su padre, agraviado de dolores. "En la primavera a¨²n era un ni?o y ahora estoy en medio de cosas serias que ni siquiera entiendo". La novela transcurre en la ¨¦poca en que "los rusos han mandado a un perro en un cohete, y los americanos han mandado a un mono". Estamos en una ¨¦poca de miseria en que un ni?o debe traer una paga a casa. El chico tiene un bumer¨¢n -regalo de su padre- que no puede arrojar al aire -en el barrio no hay espacio para hacerlo volar-, pero se ejercita imaginariamente en su lanzamiento, mientras sus palabras en el papel atrapan los esp¨ªritus "que se mueven a sus anchas" en los viejos edificios. El barrio, en la mirada del muchacho, es un lugar encantado.
Escrita mediante breves estampas, sin apenas adjetivos, y con un tono po¨¦tico que mezcla la veracidad neorrealista con la atm¨®sfera jud¨ªa de los cuadros de Chagal, Montedidio es la reconstrucci¨®n de una infancia humilde, dolorosa, pero tambi¨¦n asombrada. Sus personajes parecen sacados de la imaginer¨ªa popular; en cierto modo son figuras de la memoria com¨²n. Nada en esta novela es nuevo, pero el modo en que est¨¢ contada, sin un soplo de sentimentalidad, recupera para el lector el encantamiento de la adolescencia, no como una evocaci¨®n nost¨¢lgica, sino como una presencia.
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