La soledad y sus variedades
Atiendo las voces que me llegan. Las leo a prop¨®sito de unos relatos que se agrupan con el t¨ªtulo de Cuentos de mujeres solas. En la primera p¨¢gina est¨¢ Alicia Hindman, vive en Winesburgo, y a los 16 a?os le hicieron una promesa que ella ha madurado con la certeza de su cumplimiento. Alicia convierte su futuro en una espera. El texto es de Sherwood Anderson. Ahora estoy cien p¨¢ginas despu¨¦s, escucho el sonido de un carruaje tirado por cuatro caballos. En ¨¦l viaja una princesa, se llama Vera Gavrilovna y nunca nadie le ha alzado la voz. Llega de visita a un monasterio donde escuchar¨¢ reproches, se sentir¨¢ ajena a ellos, los olvidar¨¢ y ser¨¢ dichosa. El cuento es de Ant¨®n Ch¨¦jov. Es Flannery O'Connor quien cuenta la historia de Joy. Se cambi¨® de nombre y quiso ponerse Hulga. Joy/Hulga es corpulenta, tiene 32 a?os y una pierna artificial.
CUENTOS DE MUJERES SOLAS
Varios autores
Pr¨®logo de Marcela Serrano
Punto de Lectura. Madrid, 2004
329 p¨¢ginas. 15,95 euros
Sola, solitaria, o en soledad. Son cosas diversas las que refieren estos cuentos, que proporcionan gran placer al leerlos, aunque en ellos se encierre un mundo hostil, la falsa esperanza, la huida como redenci¨®n o anide el caos y el v¨¦rtigo del enamoramiento, ¨²nica forma que tienen en determinadas sociedades de poder ser salvaje. Y s¨ª, las protagonistas son mujeres, poderosos personajes literarios los de estos relatos. Ellas hablan, susurran o atrapan con sus silencios. Quien lee declara su predilecci¨®n por los cuentos, porque todav¨ªa se maravilla cuando en una narraci¨®n en corto, se condensa una historia en la que pasado, presente y futuro se despliegan con feraz tensi¨®n. Pero quien lee tambi¨¦n ha de confesar que se ha acercado a este libro con cierta prevenci¨®n y del que se hace hincapi¨¦ en el pr¨®logo de Marcela Serrano.
Tal vez porque la palabra solas es equ¨ªvoca y ni Alicia Hindman, ni Vera Gavrilovna, ni Joy/Hulga, atienden a ese concepto. As¨ª que mi lectura es m¨¢s ligera, m¨¢s relajada, pero no m¨¢s fr¨ªvola. Me detengo en John Cheever cuando escribe que hay lugares solitarios donde nace gente destinada a vagabundear, o anoto la sensaci¨®n de la profesora Bellini, creaci¨®n de Pedro Mairal, cuando sugiere que uno quisiera viajar a un lugar donde no estuviera uno mismo.
En toda soledad hay un tipo muy particular de ego¨ªsmo y la monoton¨ªa tiene algo de perversidad. Eso digo ahora mientras recuerdo lo le¨ªdo. Es lo que me atrae de estos relatos. Aqu¨ª encontrar¨¢n a mujeres solas, que seguramente no ser¨¢n las mismas para cada lector, pero sabr¨¢n un poco m¨¢s, quiz¨¢ menos, del amor que se traiciona, de la confianza ciega, del caos del arrobamiento, de la inmisericordia del vecino, de la fe en el extra?o, del asco al m¨¢s pr¨®ximo. Cito a algunos de los autores: Sherwood, Anderson, O'Conoor, Katherine Mansfield, Clarice Lispector o E?a de Queiroz.
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