'In memoriam', Frida
Cuando en 1904 un jud¨ªo h¨²ngaro, fot¨®grafo de profesi¨®n, compr¨® la casa de la calle de Londres con Allende, en Coyoac¨¢n, dif¨ªcilmente pod¨ªa imaginar que ser¨ªa el escenario de algunos grandes momentos del pensamiento. En la casa Azul que adquiri¨® Guillermo Kahlo, y donde naci¨® su hija Frida tres a?os m¨¢s tarde, Andr¨¦ Breton recibir¨ªa, de manos de Le¨®n Trotski, uno de sus Manifiestos cr¨ªticos. Y en esa misma casa hablar¨ªan largamente de la idea, nunca cuajada, de crear una federaci¨®n internacional de artistas revolucionarios en contra de las organizaciones estalinistas. Tambi¨¦n ser¨ªa el escenario de la tumultuosa relaci¨®n entre Frida y Diego Rivera, y los amores secretos de Frida con Trotski encontrar¨ªan en los muros de adobe, con vigas de madera, anta?o propiedad de los carmelitas, un aliado silencioso. Por ella pasar¨ªan la gran Mar¨ªa F¨¦lix, el fot¨®grafo Fritz Henle (cuya ¨²nica foto de Frida pintando a¨²n estremece), y en ella se oir¨ªa, entre los exvotos, los juguetes de feria, las muertes de yeso y de alambre, los sarapes, los huaraches, las matracas y las pi?atas, las figuras prehispanas y las m¨²ltiples m¨¢scaras que adornan sus repisas, la voz cortada de tequila de ese dios del bolero que es Chavela Vargas. Fue en la casa Azul donde Frida vivi¨® algunos de sus m¨¢s terribles crisis de dolor y en su piso superior, un d¨ªa de julio, a la edad de 47 a?os, muri¨® lanzando su grito retador: "?Viva la vida!". De ello hace 50 a?os. Una peque?a urna con sus cenizas, una m¨¢scara mortuoria y su cama de siempre, con espejos en el cielo, resumen la estancia donde respir¨® sus ¨²ltimos anhelos. A¨²n hoy me estremezco al recordar el d¨ªa en que visit¨¦ la estancia.
Las casas con vida propia... Algo parecido me pas¨® cuando visit¨¦ la casa de Neruda en Isla Negra. Esas princesas del mar, imponentes en sus trajes de madera... Esas conchas... Esa cama atisbando el horizonte azul. Y me ven¨ªan al galope los 20 poemas de amor y aquella muy desesperada canci¨®n desesperada. Me ven¨ªan como si siempre hubieran estado ah¨ª, habitando en las esquinas silenciosas del recuerdo. ?La casa del mar chileno de Neruda! ?La casa Azul del viejo Coyoac¨¢n mexicano de Frida! Las dos respirando con tal desgarro las vidas que vivieron, que uno solo pueda pasearse por ellas como en recogimiento. Como si rezara.
Este art¨ªculo es un peque?o homenaje personal a Frida en el aniversario de su muerte. No s¨®lo por vocaci¨®n sentimental, que la hay, descubierta la pintora del dolor en los a?os de mi voraz adolescencia. Tambi¨¦n por pura vocaci¨®n simb¨®lica. Cr¨®nica de la capacidad de convertir la tragedia en arte y el sufrimiento f¨ªsico en inspiraci¨®n art¨ªstica, la vida y la muerte de esta mujer fue uno de los cantos rebeldes m¨¢s notorios y creativos de la historia del siglo XX. Mucho m¨¢s provocadora, desmedida y violenta en sus pinturas que el muralista que la acompa?¨® por la vida, y con quien se cas¨® dos veces, la primera con 22 a?os y ¨¦l con 43, Frida vivi¨® durante tiempo a la sombra de Diego Rivera, y fue m¨¢s conocida por la exc¨¦ntrica mujer del gran pintor, que por la gran pintora que era ella misma. El elefante y la mariposa escribieron una contradictoria y asfixiante historia de amor, tan infiel como leal, pero en el campo del arte ¨¦l vampiriz¨® el prestigio, incluso a su pesar. Mujer, enferma, ca¨®tica, revolucionaria, comunista -fue la bandera del PC mexicano la que acompa?¨® su cuerpo en el sepelio- y con una personalidad pict¨®rica profunda y excepcional, Frida no tuvo el aplauso de su tiempo. Y tard¨® en tener el aplauso posterior.
S¨¦ que muchos pintores han sufrido historias parecidas y queda, como paradigma, el rotundo fracaso de Van Gogh en vida. Pero estoy convencida de que Frida Kahlo, m¨¢s all¨¢ de la condici¨®n tradicionalmente maldita del pintor, encarna el drama de las grandes mujeres de la creaci¨®n, cuya categor¨ªa tiene que superar el techo de cristal de una sociedad que considera el prestigio una cuesti¨®n masculina. Le¨ªa estos d¨ªas la cr¨ªtica de una norteamericana que se hac¨ªa una pregunta bastante peculiar: "?Por qu¨¦, en pintura, s¨®lo hablamos de Frida Kahlo?". Por qu¨¦ no cabe nadie m¨¢s, como si m¨¢s de una mujer en el podio de los genios fuera una sobredosis que no pudi¨¦ramos digerir. Como si fuera una intrusa. De los muchos retos que a¨²n tenemos pendientes en la nueva era de la paridad, y constatados los enormes avances logrados, el reto del prestigio no es menor. Las mujeres escribimos m¨¢s libros que nadie, y somos nosotras las que m¨¢s literatura compramos. Pero el prestigio literario es masculino. Somos las mujeres las que hemos conseguido la revoluci¨®n m¨¢s importante del siglo XX, y el ¨²nico pensamiento realmente revolucionario del siglo XXI tendr¨¢ que ver con la feminidad. Pero el prestigio intelectual es masculino. Somos pintoras, pero no genios; m¨²sicos, pero no maestros de la m¨²sica; y hasta podemos ser jugadoras de ajedrez, pero tenemos que competir entre nosotras. Todo lo que tiene que ver con la inteligencia, la creaci¨®n, la genialidad y el prestigio es, a¨²n, un coto cerrado masculino cuya intromisi¨®n femenina resulta siempre inquietante y poco digerible. Que se lo digan, si no, al F¨®rum de las Culturas, cuya presencia femenina en el pensamiento es una monumental verg¨¹enza.
In mem¨®riam, Frida, la mujer de mente inquieta encarcelada en un cuerpo sin salida. La mujer que am¨® y se desgarr¨®. La que so?¨® un mundo m¨¢s justo. La que se tute¨® con la tragedia varias veces. Pero, por encima de todo, in mem¨®riam a la gran pintora que convirti¨® el dolor y la muerte en arte de la vida.
Pilar Rahola es periodista y escritora. www.pilarrahola.com
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