Una pel¨ªcula hablada
Peret, don Pedro Pubill Calaf, que en 1935 pas¨® un momento por la calle de la Palma de Matar¨®, para nacer, y se instal¨® de inmediato entre los gitanos de la calle de la Cera, entre los que a¨²n vive, Peret est¨¢ haciendo una pel¨ªcula. Una pel¨ªcula de viejos, informa. ?l lleva la m¨¢quina y delante se ponen hombres y mujeres que han sido y son los de su vida. Cada uno habla y se mueve ante la c¨¢mara siguiendo el rastro de la conversaci¨®n, de su humor o de su instinto. Se escuchan sentencias sobre la vida, gordas como un lagrim¨®n, se dan cruces de palabras muy ingeniosos y divertidos y hay tambi¨¦n canciones y punteos de guitarra maliciosos. Unos viejos que contemplan la vida como El caminante ante un mar de niebla, el famoso cuadro rom¨¢ntico de Friedrich. "Dando la espalda al sitio hacia el que vamos, sea el que fuere", escribe John Lewis Gaddis, el ¨²ltimo que ha utilizado este cuadro tan repleto de asociaciones para ilustrar uno de sus libros.
En la pel¨ªcula de Pedro Pubill Calaf, 'Peret', se escuchan sentencias sobre la vida, canciones y punteos de guitarras maliciosos
La pel¨ªcula de Peret est¨¢ relacionada, probablemente, con otra, que ha filmado y montado infinidad de veces, pero que tiene graves problemas de distribuci¨®n. Yo la he visto. Empieza en un cuarto del Raval barcelon¨¦s, del barrio de los gitanos, un cuarto de la calle de Salvadors. Los padres del ni?o Peret se est¨¢n desperezando. La mujer, todav¨ªa en la cama, le dice a su marido que hoy podr¨ªan ponerse los trajes nuevos, que es s¨¢bado, y podr¨ªan pasearlos. La c¨¢mara sale entonces por la ventana de la habitaci¨®n y busca un cielo azul y la Barcelona de finales de 1948, el a?o en que aqu¨ª se estren¨®. Para ella no hab¨ªa m¨¢s ley que su capricho, con Bette Davis y Olivia de Havilland, datos aportados por Eduardo Mendoza en Una comedia ligera, novela de una ciudad y un tiempo en que "el tr¨¢fico rodado se deten¨ªa al paso de un entierro y la gente se santiguaba al salir de casa". All¨ª, en efecto, entre aquellas gentes. Cabello graso, ropa vieja y pan escaso, como triangula expl¨ªcitamente Peret.
Despu¨¦s del leve viaje, la c¨¢mara vuelve a la habitaci¨®n. La pareja est¨¢ vestida muy elegantemente. ?l se mira en el espejo de cuerpo entero de la puerta del armario. Parece muy satisfecho, y pregunta:
-?Qu¨¦ te parece si fu¨¦ramos a hacernos un retrato?
Salen de casa. Los acompa?a el ni?o Peret. Ha cumplido 13 a?os. Va muy guapo tambi¨¦n, aunque ¨¦l no estrena nada. Hay planos diversos que muestran el paseo de los tres. Los saludos a los vecinos, las exclamaciones de los vecinos al verles tan pimpantes. Llegan a la calle de Conde del Asalto, donde est¨¢ el retratista. El ni?o Peret observa la ceremonia de sus padres posando. Se produce un hermoso y sorprendente cruce de planos (sorprendente trat¨¢ndose de un aficionado) en que la mirada del ni?o y la del retratista es la misma y el resultado es una foto cargada de belleza y alegr¨ªa.
Exteriores, de nuevo. Se oyen campanas y sobre las campanas (se trata de un aficionado) el padre anuncia que ha llegado la hora del aperitivo.
-Vamos a Los Pajaritos -les dice.
All¨ª picotean. A ella se la ve poni¨¦ndose sif¨®n en un vaso mediado de un l¨ªquido oscuro. El ni?o Peret est¨¢ seriecito, como corresponde a una circunstancia especial.
-Tengo hambre, vamos ya a comer -pide la mujer.
El hombre asiente, dice noi, y deja unas monedas sobre el m¨¢rmol.
Comen en el restaurante de Can Llu¨ªs. Una hermosa paella. Se ve al ni?o Peret apurando el socarraet. Hay pocos planos del restaurante, quiz¨¢ por la luz, que es mala, o por el exiguo espacio que no deja moverse con facilidad al c¨¢mara. Por esto, puede serlo, hay un plano demasiado largo del cartel del restaurante, y puede dar la impresi¨®n de que la pel¨ªcula se ha acabado all¨ª, que se acab¨® el material o se cans¨® de trabajar el que la filmaba.
Nada de eso. Sin soluci¨®n de continuidad se pasa a un extra?o lugar. En una esquina de la pantalla se lee con claridad Cervecer¨ªa Wen. Pero lo cierto es que parece la entrada de un cine. La c¨¢mara vuelve a la calle un momento. La luz ha cambiado. A¨²n se adivina el sol, pero debe de ir francamente de baja. Otra vez en la cervecer¨ªa, o en el cine. S¨ª, no hay duda, de las dos cosas. Se ve a los tres, de espaldas, perfectamente, c¨®mo pasan por delante de un hombre que levanta un cord¨®n de borlas rojas. El padre pasa el ¨²ltimo y le da las que deben ser las entradas. Inmediatamente aparece, en blanco y negro, un cartel que anuncia Una noche en Casablanca, la pel¨ªcula de los hermanos Marx. Van pasando escenas de esa pel¨ªcula, velozmente. Se oye una risa de ni?o. La risa va aumentando poco a poco en intensidad. Cuando Harpo empieza a pilotar el avi¨®n la risa se hace casi violenta. Se oye una voz muy bajita que pregunta, susurrando:
-Pero, Peret, hijo, ?est¨¢s bien?
El ni?o no contesta. R¨ªe cada vez m¨¢s fuerte. Cuando el avi¨®n se estrella contra la c¨¢rcel y por debajo del fuselaje aparece Harpo y vuelve a darle con la piedra en la cabezota... en la risa del ni?o se oyen hasta las l¨¢grimas. Sale el cartel con la palabra Fin. Pero las risas del ni?o siguen oy¨¦ndose. Luego hay un rato en que no se ve casi nada. S¨®lo unas luces fugaces. Es de noche y la noche de 1948 no puede filmarse. Sigue oy¨¦ndose la risa. Al final, de una esquina de la oscuridad va despleg¨¢ndose un cuarto y una cama. Se ve mal, pero es el ni?o Peret el que est¨¢ acostado, y su madre que lo abraza y lo besa. Ella parece ir en viso. El ni?o sigue riendo, pero se puede o¨ªr c¨®mo le dice a su madre que se quede con ¨¦l en la cama, que tiene miedo, que no puede parar de re¨ªrse, acord¨¢ndose de Harpo. La madre sigue abraz¨¢ndole. Se ve muy bien c¨®mo se mete en la cama con ¨¦l. Se oyen n¨ªtidamente sus besos. La risa parece que va bajando. S¨ª, cada vez m¨¢s, hasta que todo queda oscuro y en silencio. El ¨²ltimo plano muestra la cara del ni?o Peret sonriendo con todos los dientes y mostrando un gran cartel en el que pone en may¨²sculas EL D?A M?S FELIZ DE MI VIDA.
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