Guant¨¢namo: ?un para¨ªso legal?
Acabo de ver en la televisi¨®n norteamericana un programa especial de la cadena nacional ABC, presentado e investigado por Peter Jennings, sobre los prisioneros detenidos desde fines del 2001 en la base norteamericana de Guant¨¢namo, Cuba, acusados de estar vinculados al grupo Al Qaeda o a otros grupos similares. Aunque varios hechos son bastante conocidos por la opini¨®n p¨²blica, ¨¦sta es la primera vez que un programa televisivo documenta, analiza y eval¨²a a fondo la cuesti¨®n; el resultado es realmente impresionante y merece reflexi¨®n.
Primero, unos hechos b¨¢sicos para establecer el contexto. La base naval de Guant¨¢namo, en la bah¨ªa del mismo nombre, fue establecida en 1902 gracias a un acuerdo gestionado, bajo presi¨®n norteamericana, tras la declaraci¨®n de independencia cubana respecto de ese pa¨ªs, declaraci¨®n nominal porque garantizaba la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito norteamericano en la isla si sus intereses corr¨ªan peligro. Guant¨¢namo es un s¨ªmbolo y una garant¨ªa de esos dudosos derechos que se han mantenido por m¨¢s de un siglo y que han sobrevivido la ret¨®rica antiimperialista de la revoluci¨®n de Castro, quien sabe bien que debe aceptar esa espina clavada en su territorio como una contradicci¨®n viva y constante a su vocinglero nacionalismo. A ninguno de los dos pa¨ªses le conviene llamar mucho la atenci¨®n sobre esa base fuertemente equipada con armas y sistemas de espionaje, status quo que ha resultado -hasta hoy- dos veces m¨¢s duradero que el r¨¦gimen castrista.
Pero, inesperadamente, Guant¨¢namo volvi¨® a la primera plana de la prensa mundial cuando los Estados Unidos, ya en abierta campa?a antiterrorista mundial, decidi¨® usarlo como centro de detenci¨®n para sospechosos de actos de ese tipo. Unos casi 600 hombres, principalmente capturados en Pakist¨¢n y Afganist¨¢n, tras su intervenci¨®n b¨¦lica en este ¨²ltimo pa¨ªs, fueron a parar all¨ª. ?Por qu¨¦ Guant¨¢namo? Aparte de las razones obvias de seguridad, remotez geogr¨¢fica y el absoluto control militar sobre los cautivos, hay una raz¨®n legal, que el documental televisivo presenta como prioritaria: Guant¨¢namo es un territorio de ultramar bajo autoridad norteamericana, como Guam y otras islas del Pac¨ªfico (la historia prueba que todo gran imperio necesita esos estrat¨¦gicos puestos de avanzada para asegurar su territorio y la continua expansi¨®n de sus fronteras geopol¨ªticas), pero donde el sistema normativo de la metr¨®polis no es estrictamente aplicable; es decir, no es Estados Unidos, pero el ¨²nico poder vigente es el del comando de sus tropas all¨ª estacionadas. Se trata de un limbo jur¨ªdico que permite hacer, gracias a tecnicismos legales, lo que no se puede hacer, bajo el amparo constitucional, en el propio territorio norteamericano, como detener indefinidamente a una persona sin formularle cargos espec¨ªficos, sin acceso a defensores ni a visitas familiares. (Una observaci¨®n oportuna: en el frenes¨ª o la histeria desatada por la lucha antiterrorista, esta protecci¨®n legal ha sufrido una notoria y peligrosa erosi¨®n dentro del pa¨ªs, en algunos casos de extranjeros y aun de ciudadanos norteamericanos con nombres ¨¢rabes, lo que ha provocado la alarma de los defensores de los derechos civiles.) Este limbo ha sido torpemente presentado por Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, como un verdadero para¨ªso para los detenidos en ese lugar; en una declaraci¨®n p¨²blica, hecha entre gestos sonrientes, Rumsfeld se?al¨® que los prisioneros no ten¨ªan de qu¨¦ quejarse: gozaban de "un buen clima", celdas apropiadas y un "trato humano".
La verdad del para¨ªso rumsfeldiano es muy distinta: las celdas son realmente jaulas de malla de acero cuyas dimensiones son de ocho pies por ocho. En esas jaulas la luz no se apaga nunca y las salidas al exterior son contad¨ªsimas o inexistentes, si el prisionero supone alg¨²n peligro. Nadie les habla y no est¨¢n autorizados a recibir correo de sus familiares o amigos. Pero m¨¢s importante que eso es el hecho de que les han tendido una trampa legal: la de no considerarlos prisioneros de guerra y, por lo tanto, no estar sujetos a las normas de la Convenci¨®n de Ginebra. Si no son prisioneros de guerra, ?qu¨¦ son? ?Delincuentes comunes, individuos desprovistos de toda protecci¨®n legal? Y si son terroristas, ?por qu¨¦ no se les imputan cargos y se les juzga? De los centenares de prisioneros de Guant¨¢namo, hasta ahora s¨®lo tres han sido formalmente acusados y unos 147 -con pasaportes brit¨¢nicos y australianos- han sido excarcelados, mediante gestiones de sus respectivos pa¨ªses.
Entre ellos no est¨¢ un tal Al-Aoda, un joven kuwait¨ª cuyo problema parece ser haber estado -como se dice- en el lugar equivocado a la hora equivocada. Seg¨²n su padre, que aparece en c¨¢mara hablando fluidamente ingl¨¦s pues se educ¨® en el extranjero, su hijo fue uno de los miles que agitaron banderitas americanas cuando sus tropas entraron a Kuwait y lo liberaron de la invasi¨®n de Sadam Husein. El padre cuenta que su hijo fue a Pakist¨¢n por razones humanitarias a ocuparse de los refugiados que escapaban del brutal r¨¦gimen talib¨¢n; se hallaba cerca de la frontera con Afganist¨¢n cuando la invasi¨®n americana hac¨ªa inminente la ca¨ªda del Gobierno, lo que aceler¨® el flujo de la gente que trataba de escapar de los horrores de la guerra. Fue en esa confusi¨®n de fuerzas pol¨ªticas en pugna, acciones militares, muertes y fugas sin control donde el joven Al-Aoda cay¨® prisionero de las tropas victoriosas y fue a parar a Guant¨¢namo. Muy posiblemente es inocente de terrorismo, pero ?c¨®mo probarlo en Guant¨¢namo? ?C¨®mo defenderse de un sistema que no presume la inocencia de nadie y que no escucha a quienes podr¨ªan defenderlos?
En realidad, Guant¨¢namo es un campo de concentraci¨®n cuyos prisioneros est¨¢n cumpliendo penas indefinidas que nadie ha dictado y que, por lo tanto, son irrevocables. La finalidad de ese castigo parece ser doble: por un lado, la intimidaci¨®n general como lecci¨®n para los que a¨²n est¨¢n libres; por otro, la de usarlos como fuente de informaci¨®n sobre posibles planes terroristas. Por eso est¨¢n sometidos a un intenso programa de interrogatorios. Uno de los interrogadores y un jefe militar de Guant¨¢namo declaran ante las c¨¢maras que esas sesiones pueden comenzar en medio de la madrugada y durar de cuatro a 20 horas seguidas, generalmente con manos esposadas y a veces con los pies sujetos por grilletes en el piso. La t¨¦cnica de privaci¨®n del sue?o es bastante habitual: para ayudar a "quebrarlos" se usan luces estrobosc¨®picas y m¨²sica rock a alt¨ªsimo volumen. Los declarantes insisten que, aparte de eso, no se les somete a tortura f¨ªsica ni a maltratos de otro tipo. En cualquier caso, para evitarse problemas, esas sesiones se realizan en espacios con espejos que permiten la observaci¨®n secreta, pero no hay v¨ªdeo ni audiograbaciones "para no dejar testimonios que puedan ser usados en alguna investigaci¨®n". El impacto emocional o psicol¨®gico que esas t¨¦cnicas dejan en la poblaci¨®n encarcelada es real pero dif¨ªcil de probar.
Por supuesto, el valor o monto de la informaci¨®n que se reciben de esas "confesiones" son desconocidos. Algunos de los expertos legales consultados sostienen que estas pr¨¢cticas est¨¢n obteniendo un resultado contraproducente: como los interrogadores premian la buena voluntad del interrogado con est¨ªmulos o premios muy apreciados en esas condiciones (una botella m¨¢s de agua, por ejemplo), en busca de testimonios autoincriminatorios, y como estos saben que, digan lo que digan, no van a salir en libertad, los prisioneros brindan informaci¨®n deliberadamente falsa o exagerada, con lo cual la obsesiva creencia de que estos hombres poseen "informaci¨®n ¨²til" para la guerra antiterrorista se muerde la cola y resulta ineficaz o sospechosa. Los pabellones eran cuatro; ahora son cinco: los que entran a este ¨²ltimo son los que saben que nunca saldr¨¢n vivos y que sus confesiones no cambiar¨¢n las cosas: salvo que ocurra algo imprevisible, no saldr¨¢n de sus jaulas, a miles de kil¨®metros de distancia de su tierra y de los suyos.
Seguramente hay culpables entre ellos, ?pero cu¨¢ntos inocentes? ?Es ¨¦ste el precio de la lucha contra la violencia sanguinaria de grupos fundamentalistas? Esta guerra, encabezada por Estados Unidos y convertida por George W. Bush en la piedra angular de su pol¨ªtica exterior, tiene, por lo menos, cuatro aspectos: el militar, el pol¨ªtico, el legal y el moral. La informaci¨®n se concentra generalmente en los dos primeros. Hoy sabemos perfectamente que la victoria militar de sus tropas sobre el r¨¦gimen de Sadam Husein fue r¨¢pida y eficaz sobre todo porque el Ej¨¦rcito iraqu¨ª se neg¨® a pelear o se desplom¨® ante la superioridad num¨¦rica y t¨¦cnica de las tropas invasoras; luego supimos que las grandes razones invocadas para la invasi¨®n -las presuntas armas de destrucci¨®n masiva y la conexi¨®n Husein / Al Qaeda- fueron falsas, y descubrimos tambi¨¦n que, por la torpeza e ignorancia personales de Bush, la conducci¨®n pol¨ªtica del problem¨¢tico Irak posb¨¦lico ha sido otro desastre que ha causado la muerte de m¨¢s de 800 soldados americanos.
Lo que suele perderse de vista es el hecho de que, como consecuencia de todo esto y tal vez por primera vez en su historia, las bases mismas del sistema jur¨ªdico norteamericano han sido gravemente afectadas y que hoy no ofrecen la misma garant¨ªa que ofrec¨ªan antes, sobre todo si uno tiene sospechosas ra¨ªces ¨¢rabes o simplemente extranjeras. Esta abdicaci¨®n de grandes principios morales es la mayor victoria que pueda conced¨¦rsele al terrorismo: sin necesidad de otro atentado de proporciones masivas, ya ha provocado el temor de no estar protegido por leyes iguales para todos, de que no garantiza la vida civilizada y que m¨¢s bien nos discriminan. La triste verdad es que estamos m¨¢s cerca de perder la batalla por la defensa de esos principios que de ganar la guerra contra el terror.
Nota: pocos d¨ªas despu¨¦s de escrito este art¨ªculo, la Corte Suprema de Estados Unidos tom¨® una importante decisi¨®n: declar¨® que los ciudadanos norteamericanos y extranjeros detenidos en Guant¨¢namo tienen derecho a defenderse ante cortes federales y a contar con la asistencia de abogados. Esta resoluci¨®n se considera un duro golpe a la nueva doctrina legal que la Administraci¨®n de Bush ha intentado establecer como parte de su pol¨ªtica antiterrorista; el alto tribunal la rechaz¨® como una forma de "cheque en blanco" que pod¨ªa convertirse en un "medio de opresi¨®n". Una gran batalla legal se avecina sobre este asunto.
Jos¨¦ Miguel Oviedo es profesor de Literatura en la Universidad de Pensilvania.
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