De los cines a las urnas
El Partido Dem¨®crata intenta cosechar el voto de los espectadores de Michael Moore
En la puerta de los cines Landmark E Street da la impresi¨®n de que dentro de la sala hay una fiesta. No hay filas delante de las taquillas porque las entradas est¨¢n vendidas. La fiesta se llama Fahrenheit 9/11, la ¨²nica pel¨ªcula capaz de crear muchedumbres en zonas de Washington permanentemente vac¨ªas cuando cierran los edificios p¨²blicos. El director, Michael Moore, compite ahora en la taquilla contra Spiderman 2, aunque ambos tienen algo en com¨²n: los dos quieren salvar al mundo. Lo que nadie se atreve a predecir es el impacto real de esta pel¨ªcula en la campa?a pol¨ªtica para las presidenciales de noviembre.
Desde su estreno, los Landmark han agotado las entradas en todos los pases y en todas las salas en las que proyectan simult¨¢neamente la pel¨ªcula. No ocurre s¨®lo en Washington, el lugar m¨¢s retratado y vapuleado en el documental de Moore. Fahrenheit 9/11, la obra que intenta destrozar los valores y la ideolog¨ªa del Gobierno de George W. Bush, es un fen¨®meno cinematogr¨¢fico en todo el pa¨ªs.
"La pel¨ªcula no cambiar¨¢ la opini¨®n de los republicanos. Es demasiado extrema"
Para los devotos de Moore, el ¨¦xito de la pel¨ªcula puede tener efectos pol¨ªticos que van desde lo irrelevante hasta lo determinante. En los cines de Washington, la gente r¨ªe, aplaude e insulta a Bush cuando Moore muestra su torpeza en im¨¢genes. Pero da la impresi¨®n de que los espectadores van al cine como si fueran a misa: ya son creyentes cuando cruzan la puerta. Quienes van a verla ya parecen odiar a Bush. Pero ?hasta qu¨¦ punto puede cambiar esta pel¨ªcula el sentido del voto de quienes optan por la reelecci¨®n de Bush?
"No creo que cambie la opini¨®n de ning¨²n republicano. Es una pel¨ªcula demasiado extrema como para trasladar votos de un partido a otro", dice Simon Linder, un ciudadano de Washington profundamente republicano en una familia de dem¨®cratas que todav¨ªa no entiende de d¨®nde ha sacado esa ideolog¨ªa, aunque sospechan que viene de su suscripci¨®n a The Wall Street Journal. Linder es uno de los pocos individuos abiertamente conservadores que muestran inter¨¦s por la pel¨ªcula de Moore, aunque est¨¢ convencido de que los espectadores que abarrotan las salas ya tienen sobradamente decidido a qui¨¦n van a votar y, sobre todo, a qui¨¦n no van a votar. "Creo que la pel¨ªcula s¨®lo puede ganar unos pocos votos entre los amantes de teor¨ªas de la conspiraci¨®n, pero ¨¦sos no son republicanos de verdad", dice Linder, convencido de que Moore es demasiado efectista y demagogo como para hacerle cambiar a ¨¦l de opini¨®n pol¨ªtica.
Los republicanos de verdad desprecian Fahrenheit 9/11 y algunos de ellos hacen lo posible por contener su explosi¨®n en las taquillas. Republicano de verdad es R. L. Fridley, due?o de unos cines en Des Moines (Iowa), que se ha negado a proyectar la pel¨ªcula porque, dice ¨¦l, "incita al terrorismo". Seg¨²n este hombre, EE UU es un pa¨ªs "en guerra contra un enemigo que quiere destruir nuestro modo de vida, y esta pel¨ªcula envalentona a los terroristas y divide nuestro pa¨ªs".
Republicanos de verdad son los miembros de las organizaciones ultraconservadoras Move America Forward, que ha enviado cartas a los cines de todo el pa¨ªs para acusarles de antipatri¨®ticos si proyectan la pel¨ªcula, o Citizens United, que ha pedido a la Comisi¨®n Electoral que proh¨ªba la promoci¨®n de la pel¨ªcula porque viola, supuestamente, las leyes sobre la publicidad electoral. Aducen que los anuncios de Fahrenheit 9/11 deben computarse como propaganda del candidato dem¨®crata John Kerry.
En el cuartel general de Kerry, una portavoz, Melisa D¨ªaz, proporciona a este peri¨®dico una respuesta obligada por la direcci¨®n del partido: sin comentarios. Kerry no ha querido pronunciarse sobre la pel¨ªcula y los portavoces se niegan incluso a confirmar si la ha visto. D¨ªaz remite despu¨¦s por correo electr¨®nico la ¨²nica opini¨®n disponible, la del presidente del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata, Terry McAuliffe: "Personalmente, yo no necesitaba una pel¨ªcula para saber que el presidente Bush enga?¨® al pueblo norteamericano o que tiene v¨ªnculos con los intereses especiales. Pero, obviamente, este filme est¨¢ generando mucho debate y la gente debe verlo y juzgar por s¨ª mismos", dice McAuliffe.
En el partido republicano y en el equipo de campa?a de Bush, los portavoces adoptan la misma posici¨®n as¨¦ptica, aunque por motivos distintos: el tono de sus respuestas deja claro que su intenci¨®n es ignorar intencionadamente la pel¨ªcula para no prolongar su efecto medi¨¢tico. Fuentes del partido conservador reconocen en privado una cierta preocupaci¨®n no tanto por el efecto inmediato, sino por el que pueda tener en octubre, el momento escogido estrat¨¦gicamente por Michael Moore para distribuir su pel¨ªcula en DVD y en v¨ªdeo de alquiler.
En los cines de Washington, alguien que sale de ver Fahrenheit 9/11 dice abandonar la sala "con ganas de abofetear a Bush". En la puerta de los cines, varios j¨®venes se apresuran a hablar con los espectadores que salen a la calle. Llevan camisetas blancas con el logotipo del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata. Intentan que los espectadores se registren como votantes, un requisito indispensable para poder ejercer el derecho al voto en noviembre. Tienen ¨®rdenes de no hablar con la prensa, pero una de ellas reconoce: "Es uno de los trabajos m¨¢s f¨¢ciles que he hecho hasta ahora".
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