Territorio Chueca
No s¨¦ d¨®nde est¨¢n las fronteras del barrio de Chueca, si empieza a la espalda de Barquillo y termina en la calle de Fuencarral o se ramifica por un laberinto de v¨ªas estrechas hac¨ªa el barrio de Maravillas y limita al sur con la Gran V¨ªa y al norte con Fernando VI. Chueca llega ahora hasta donde llega un modo de vivir, con los elementos del escenario de una manera de convivencia, las tiendas, los sitios de copas, los lugares de comida o los espacios de encuentro de los homosexuales de Madrid y los que llegan de fuera. No es nueva para Chueca su condici¨®n de barrio gay y muchos de sus establecimientos, con distintas especialidades y caracter¨ªsticas, cambiando de nombre o no a lo largo del tiempo, figuraban ya desde hace treinta a?os en las gu¨ªas internacionales de los maricas del mundo. Lo que pasaba entonces es que aquellos lugares eran criptas para el amor furtivo, catacumbas sometidas a la arbitrariedad de la dictadura, que, con la doble moral del disimulo, consent¨ªa el trapicheo de los negocios secretos, pero mandaba a la polic¨ªa de vez en cuando para que, con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitaci¨®n Social en la mano, sorprendiera entre vejaciones y abusos a un grupo de gays y los hiciera acabar en los calabozos.
Luego, al abrigo de la marginalidad, trajinaron por Chueca camellos y peque?os delincuentes y los propios homosexuales fueron v¨ªctimas muchas veces de una transformaci¨®n del barrio en zona de peligro. M¨¢s de un restaurante de las proximidades empez¨® a cerrar sus puertas por la noche: la clientela, diversa, no quer¨ªa complicaciones. Uno de ellos, un asador vasco que yo frecuentaba, volvi¨® a abrir unos a?os m¨¢s tarde. Su due?o me explicaba, satisfecho, lo que hab¨ªa ocurrido: "Desde que esta gente se ha hecho con el barrio -se refer¨ªa a los gays y a las lesbianas que hab¨ªan comprado o alquilado all¨ª sus viviendas o hab¨ªan establecido sus negocios- ha cambiado todo". Se hab¨ªa producido el fen¨®meno Chueca, que, como dice Alberto Mira, autor de un libro espl¨¦ndido, De Sodoma a Chueca, "refleja la normalizaci¨®n, la visibilidad y la comercializaci¨®n de lo gay". Y constituye, adem¨¢s, un n¨²cleo de convivencia entre gente con distintas opciones sexuales que permite ver con naturalidad a una viejecita colocando en estos d¨ªas en su balc¨®n una bandera con los colores del arco iris para celebrar el D¨ªa del Orgullo Gay como la fiesta del barrio. Una fiesta que este a?o celebran los gays cat¨®licos y de derechas, que los hay, abandonados por los suyos, pero con la posibilidad de acogerse a los cambios de la ley que se reformar¨¢ para todos. Como le dec¨ªa el concejal homosexual Pedro Zerolo a Ana Botella, en un pleno del Ayuntamiento, en la Espa?a que defiende Zerolo cabe la se?ora Botella, pero en la Espa?a que ella defiende no cabe Zerolo. Durante el discurso de investidura de Zapatero, un diputado del PP comentaba que lo ¨²nico que le hab¨ªa quedado claro era que el candidato quer¨ªa "casar a los maricones". Rajoy no le pregunt¨® por eso a Zapatero, ni mostraron inter¨¦s alguno las se?or¨ªas gays que ya hab¨ªan contra¨ªdo matrimonio con sus se?oras. No obstante, la derecha ya admite al menos que hay maricones y que son hijos de Dios; lo que le molesta es que se hagan visibles y que quieran casarse. El nuevo Gobierno los ha hecho visibles el fin de semana en Moncloa y, desde la misma tribuna en la que suelen hablar ministros, hablaban representantes de gays y lesbianas. Pero si las leyes son importantes, no lo es menos la necesidad de que cambien actitudes y caigan estereotipos.
Y a una cosa y a otra ha contribuido con persistencia el concejal Zerolo, de modo que hacerlo visible ahora en la nueva ejecutiva del PSOE como responsable de Movimientos Sociales es tambi¨¦n un ejercicio de pedagog¨ªa. Una pedagog¨ªa que, para empezar, tendr¨¢ que llegar a los medios. Aunque no, por ejemplo, para explicar la homosexualidad a un columnista que, mientras repasa en los diccionarios de sin¨®nimos todas las maneras que hay de llamar a alguien bujarr¨®n, con el fin de ver cu¨¢l de todas ellas le viene mejor al insulto con gracieta, cuenta una y otra vez que a ¨¦l no le gustan que le den por el culo. Reduce la homosexualidad, por ignorancia, a la penetraci¨®n anal. Quiz¨¢ quiera que alguien le explique por qu¨¦ nunca ha sido ¨¦l requerido para eso, si se debe al buen gusto de los penetradores que le niegan ese placer. Pero no merece la pena perder el tiempo con una especie en extinci¨®n cuando hay tanta gente nueva dispuesta a ver el mundo de manera m¨¢s limpia y no con la pistola en el cintur¨®n.
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