El respeto a las identidades
A veces se piensa que la globalizaci¨®n est¨¢ barriendo las tradiciones culturales para fundirlas en una sola matriz universal, seg¨²n la profec¨ªa de McLuhan sobre la aldea global. Es el mito de la Torre de Babel condenada a la destrucci¨®n por el Antiguo Testamento, pero que el actual liberalismo anglosaj¨®n, a fuer de neotestamental, quiere volver a edificar.
Frente a esta versi¨®n del universalismo, que en el fondo sirve de pantalla a un rapaz occidentalismo tanto militar y pol¨ªtico como mercantil y financiero, se levantan insurgentes todos los movimientos de resistencia antioccidental. En este sentido, el derribo de las Torres Gemelas, como expl¨ªcita profanaci¨®n del occidentalismo, viene a significar la irreductible voluntad de hacer imposible la Torre de Babel. Ergo el sue?o universalista es imposible. ?O quiz¨¢ no lo es? ?Acaso Al Qaeda no es tambi¨¦n una red global, extraterritorial y desarraigada de sus bases locales, que esgrime contra el occidentalismo sus mismas armas universales? Quiz¨¢ sea as¨ª. Pero en tal caso debe reconocerse que la actual unificaci¨®n del mundo no ha venido a traer la paz, sino el m¨¢s ineluctable de los conflictos. Pacificada la lucha de clases, hoy la Torre de Babel se ve desgarrada por el conflicto de identidades.
LA OTRA MUNDIALIZACI?N. Los desaf¨ªos de la cohabitaci¨®n cultural global
Dominique Wolton
Traducci¨®n de Irene Agoff
Gedisa. Barcelona, 2004
194 p¨¢ginas. 14,90 euros
Dominique Wolton es un comunic¨®logo
franc¨¦s que se ha hecho c¨¦lebre (tras su libro Sobrevivir a Internet) por haber opuesto resistencia al espejismo de las nuevas tecnolog¨ªas comunicativas, entendidas como panacea universal o nueva Ciudad de Dios. Pues bien, ahora insiste de nuevo con una obra de s¨ªntesis, con formato panfletario pero con voluntad de ensayo explorador. Su idea central es que el universalismo no puede ser entendido como unificaci¨®n cultural, cuya imposici¨®n s¨®lo conduce al conflicto de identidades, y que s¨®lo es viable como aceptaci¨®n com¨²n de la diversidad cultural, lo que impone la convivencia entre culturas e identidades diferentes.
Para ello distingue tres niveles de agregaci¨®n humana: la globalizaci¨®n neoliberal de las econom¨ªas, la mundializaci¨®n tecnol¨®gica de las comunicaciones y la universalizaci¨®n de las culturas, que al relacionarse unas con otras advierten la irreductible diversidad de sus identidades respectivas. Y este universalismo no puede consistir en la unificaci¨®n de todas las identidades, tras ser asimiladas por el predominio occidental (de acuerdo al melting pot anglosaj¨®n, que integra a los afines y excluye a los diferentes), sino que exige el reconocimiento de la diversidad del Otro irreductible.
Hay que entender la identidad cultural no como refugio autista (etnoc¨¦ntrico y comunitarista) sino como apertura a la alteridad de las otras identidades ajenas. Y para eso hace falta una pol¨ªtica democr¨¢tica (no tecnol¨®gica ni mercantil) que, tras haber reconocido los derechos pol¨ªticos y sociales, reconozca los derechos culturales de las identidades singulares. Es lo que, frente al melting pot norteamericano, aprendi¨® a hacer Europa tras varias guerras mundiales: renunciar a imponer la supremac¨ªa de una cultura dominante (ya fuera germana, francesa o inglesa) para construir una relaci¨®n de convivencia entre culturas diversas. Lo cual exige una oferta de recursos p¨²blicos (empezando por la traducci¨®n intercultural) capaces de crear un espacio com¨²n donde las diversas identidades culturales aprendan a convivir sin tratar de dominarse entre s¨ª. No hay m¨¢s universalismo posible que esta democr¨¢tica Torre de Babel.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.