Urbano, masculino y mediocre
Al fin un volumen de relatos de James Thurber editado en espa?ol. ?Que qui¨¦n demonios es Thurber?: el mejor humorista norteamericano del siglo XX y, ampliando el campo hist¨®rico, el mejor despu¨¦s de Mark Twain. Nacido en Columbus, Ohio, en 1895; tras la Primera Guerra Mundial -en la que trabaj¨® como descifrador de claves- se dedic¨® al periodismo. De vuelta a Estados Unidos trabaj¨® en la secci¨®n local del Columbus Dispatch y, de vuelta a Europa, para el Chicago Tribune. En 1922 regres¨® a Nueva York donde se emple¨® en el Evening Post y cuando el New Yorker acept¨® su primer cuento tras varios intentos frustrados, se convirti¨® en una de las estrellas de la m¨ªtica revista, que public¨® casi toda su obra. El cine adapt¨® su cuento m¨¢s emblem¨¢tico, La vida secreta de Walter Mitty, y lo convirti¨® en un ¨¦xito apote¨®sico con Danny Kaye en el papel de Mitty, el hombre urbano desconcertado que acude a los ensue?os como un clept¨®mano a unos grandes almacenes.
LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY
James Thurber
Traducci¨®n de Celia Filipetto
Acantilado. Barcelona, 2004
264 p¨¢ginas. 10,21 euros
El propio Thurber mencionaba en una entrevista que la diferencia entre el humor brit¨¢nico y el humor americano est¨¢ en que los ingleses tratan lo com¨²n y corriente como si fuera notable y los norteamericanos lo notable como si fuera com¨²n y corriente. Eso -dijo- era el nudo de su Walter Mitty. James Thurber era un escritor que correg¨ªa y correg¨ªa hasta dar por bueno un texto. "Una de las razones para escribir las cosas una y otra vez es hacer que el texto no d¨¦ la impresi¨®n de que lo est¨¢ divirtiendo mucho a uno mismo. Uno trata de atenuarlo (se refiere al texto). De hecho, si existe tal cosa como un estilo New Yorker, ser¨ªa ¨¦se precisamente: un estilo atenuado". Thurber fue la encarnaci¨®n de ese estilo. ?l mismo sol¨ªa decir que su manera de escribir era meterse con un texto a ver qu¨¦ sal¨ªa, que nada de planificar, y quiz¨¢ por eso se vio obligado a pulir y pulir, pero siempre encontr¨® el punto m¨¢gico en el que deb¨ªa detenerse y cerrar el texto. Sus relatos y escenas son infinitamente m¨¢s que la cr¨®nica de costumbres de una ¨¦poca que parecen ser a primera vista porque su prodigioso trabajo de construcci¨®n revela un conocimiento de la expresi¨®n literaria, una sabidur¨ªa narrativa y un talento cr¨ªtico para alcanzar el coraz¨®n de las cosas que cuenta absolutamente incomparable.
Empecemos por los Monroe.
Aparte el primero de sus relatos -el relato de una trompa de la se?ora Monroe que se cuenta sin mencionar para nada, ni directa ni indirectamente, el alcohol o su estado, lo que conquista de inmediato al lector- se trata de una serie de episodios protagonizados por un matrimonio de posici¨®n acomodada: ¨¦l, un infeliz timorato que continuamente se cubre con sus fabulaciones para disimular o hacer frente a lo desagradable o rid¨ªculo de la realidad (un tipo de personaje muy conectado con los grandes del cine c¨®mico mudo) y su diminuta esposa, que aporta ese grado de practicidad y toques p¨ªcaros propios de una visi¨®n m¨¢s terrena de la vida.
La familia y la pareja son dos temas recurrentes como es recurrente tambi¨¦n una misoginia que divertir¨¢ a las feministas inteligentes y escandalizar¨¢ a las tontas. En la mayor¨ªa de los relatos encontraremos a ese protagonista urbano, generalmente masculino, asustadizo, mediocre, inseguro, necesitado de autoestima, que se refugia en la enso?aci¨®n para escapar de un mundo que ni ha creado ni entiende, pero en el que est¨¢ obligado a vivir. El prototipo es c¨®mico, pero en Thurber alcanza profundidades insospechadas. El cuento Uno es soledad, por ejemplo, es una narraci¨®n sobre la soledad desarrollado por medio de un proceso dram¨¢tico escalofriante que se desliza bajo la cara amable de la comedia y se cierra con un final prodigioso. Lo mismo puede decirse de La vida privada del Sr. Bidwell, que cuenta lo que es el encerramiento en la mediocridad de un hombre corriente a trav¨¦s de una an¨¦cdota sencillamente genial (porque ¨¦sta es otra caracter¨ªstica de Thurber: su capacidad de hallar an¨¦cdotas aparentemente divertidas y extravagantes que se convierten en s¨ªmbolos; es una constante invenci¨®n de actitudes y alicientes que rozan lo grotesco para sobrevivir en medio de una vida carente de inter¨¦s: siempre, de un modo u otro, lo que est¨¢ presente es el autoenga?o como forma de supervivencia). La velada comienza a las siete es un prodigio: muestra c¨®mo contar una historia de extrema intensidad en la vida de un hombre hablando de nada en particular, blableando, alej¨¢ndose continuamente del asunto central del cuento y es en esa distancia, en ese alejamiento deliberado del nudo, donde se encuentra la formidable intensidad dram¨¢tica que no cede un punto al humor con que el autor relata. Otros cuentos son f¨¢bulas breves al estilo cl¨¢sico, pero incre¨ªblemente modernas; o casi meros art¨ªculos expositivos, como Cargos contra las mujeres que es, junto con El unicornio en el jard¨ªn una aut¨¦ntica vendetta mis¨®gina. Algo que decir es el retrato de un caradura pelmazo y gorr¨®n que ejerce de genio incomprendido con la aquiescencia de la tribu seudointelectual que lo rodea: un verdadero asunto de vampirismo; su irresistible comicidad reside, como la de la mayor¨ªa de los relatos, en una especie de crueldad de fondo que no se ceba en los personajes sino que los contempla con ese buen humor que s¨®lo es capaz de otorgar la sabidur¨ªa a un hombre l¨²cido. No hay concesiones a la risa f¨¢cil porque el humor de Thurber exhibe, sobre todo, el brillo de la inteligencia. Y el brillo se convierte en seducci¨®n cuando el "estilo atenuado" se ocupa de mostrar con una sutileza excepcional que la vida del anonimato urbanita es, a fin de cuentas, tan simple y ferozmente incolora que hay que tom¨¢rsela un poco a broma para colorearla. James Thurber fue un escritor genial y un dibujante (cartoonist) de chispeante talento que nadie deber¨ªa renunciar a disfrutar. ?ste es un libro que les alegrar¨¢ la mente y el verano y que exige m¨¢s, otros m¨¢s, porque no andamos muy sobrados de humor para vivir.
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