?xito clamoroso de la ¨®pera japonesa 'Hanjo', basada en un texto de Mishima
A ritmo de abanico, una ¨®pera japonesa ha obtenido un ¨¦xito clamoroso en el teatro Jeu de Paume, el ¨²nico espacio cubierto del Festival de Aix-en-Provence. Hanjo, de Toshio Hosokawa (Hiroshima, 1955), est¨¢ basada en una pieza de teatro n? moderno de Yukio Mishima (1925-1970) y fue dirigida musicalmente por Kazushi Ono, actual jefe de orquesta del Teatro La Monnaie de Bruselas, coproductor del espect¨¢culo.
Bien es verdad que el terreno estaba, anecd¨®ticamente al menos, bien preparado. En Aix existe desde hace tiempo un teatro n? y los restaurantes orientales (chinos, vietnamitas, japoneses, coreanos) son numerosos y de una calidad fuera de lo com¨²n, especialmente el japon¨¦s Yoji, uno de los pocos que se atreve a echar un pulso al cercano espacio l¨²dico-cultural-gastron¨®mico Le Passage, abierto hace un par de meses y en el que caben hasta exposiciones de caligraf¨ªa ¨¢rabe y... oriental. Lo japon¨¦s, evidentemente, est¨¢ bien asentado en Aix, pero la guinda ha llegado con Hanjo. Un detalle: ni La traviata el d¨ªa anterior obtuvo un ¨¦xito de intensidad parecida, con palmas por buler¨ªas cartesianas "a la francesa", como en las grandes ocasiones. O esto es el fin del mundo, o la ¨®pera ha sentado la cabeza. ?Qu¨¦ ha pasado? Pues, sencillamente, que Hanjo es una ¨®pera asombrosa, con una m¨²sica refinada, misteriosa y con sentido dram¨¢tico en su juego de din¨¢micas y silencios incorporados, puesta adem¨¢s al servicio de un texto sugerente. Los int¨¦rpretes se lo creen y el p¨²blico, claro, tambi¨¦n. St¨¦phane Lissner, director del festival, intu¨ªa lo que ten¨ªa entre manos y no dud¨® en programar 10 representaciones de este t¨ªtulo, m¨¢s que cualquier otro de la temporada estival, por mucho que estuviese bajo la tutela de Verdi o Mozart.
Terror y piedad
La editorial Gallimard francesa ha publicado un libro con cinco textos -Hanjo es uno de ellos- de teatro n? moderno de Mishima, traducido y prolongado por Marguerite Yourcenar. La escritora francesa sale al paso de lo que dec¨ªa Claudel a prop¨®sito de las diferencias entre el teatro griego y el n? ("el drama griego es cualquier cosa que llega; el n? es alguien que llega"), afirmando que, por muy distintos que sean, confluyen en el teatro griego y el n? "los dos grandes resortes de la tragedia: el terror y la piedad". Las piezas n? de Mishima, como las antiguas de las que en cierto modo son herederas, participan de un car¨¢cter ritual, alusivo, ceremonioso y nost¨¢lgico. Y, efectivamente, tienen el miedo y la compasi¨®n en primer plano. Hanjo, por ejemplo, con ¨²nicamente tres personajes y una historia simple de amores no correspondidos, esperas que dan sentido a la vida, conflictos al l¨ªmite entre la raz¨®n y la locura y siempre el poder determinante del paso del tiempo.
Hosokawa imprime a las situaciones existenciales y ambiguas del texto una m¨²sica poderosa y sutil, llena de inquietud y tambi¨¦n de tensi¨®n, que eleva la profundidad de la historia a otros confines po¨¦ticos y da la raz¨®n a Pascal Quignard cuando afirma que "s¨®lo la m¨²sica es desgarradora". La uni¨®n entre Oriente y Occidente es algo m¨¢s que una frase hecha. Los niveles del canto van de la naturalidad a ciertas semejanzas con el sprechgesang. Se cuida, en cualquier caso, la inteligibilidad de lo que se dice o se canta. El drama es resaltado por la m¨²sica, y en ello est¨¢ espl¨¦ndido Kazushi Ono, al frente de la Orquesta de La Moneda de Bruselas, con una lectura arrolladora y llena de matices. Los cantantes -Paasikivi, Bohlin, Dazeley- cumplen sus cometidos a la perfecci¨®n. La puesta en escena, encomendada a la escen¨®grafa Anne Teresa de Keersmaeker, incide en la desnudez del espacio -unos paneles circulares rotatorios rodean el escenario b¨¢sico de madera- para no desviar la atenci¨®n sobre los sentimientos de los personajes. Sobriedad al m¨¢ximo para favorecer la concentraci¨®n: teatro n?, al fin y al cabo. Con estos factores el ¨¦xito pod¨ªa ser hasta predecible; es el griter¨ªo que se organiz¨® al final lo que dej¨® boquiabierto a m¨¢s de uno.
En la carretera
La traviata
fue otra historia. Hubo riesgo en la propuesta esc¨¦nica de Peter Mussbach y el escen¨®grafo Eric Wonder. Sit¨²an la acci¨®n ¨²nica en carreteras, t¨²neles y autopistas a trav¨¦s del retrovisor de un coche, en una atm¨®sfera de lluvia, oscuridad, pesadilla y muerte. Este planteamiento espectral est¨¢ muy alejado del mar y el sol provenzal que canta el bar¨ªtono en su famosa aria del segundo acto. Incluso la tormenta veraniega real de fondo se pod¨ªa confundir con la severidad n¨®rdica de la puesta en escena. Es una nueva perspectiva de contemplaci¨®n de
La traviata,
desde luego, pero... Mireille Delunsch se contagia del ambiente g¨¦lido y dibuja una Violeta de tonos fr¨ªos, sin evoluci¨®n psicol¨®gica, con dificultades t¨¦cnicas en el primer acto y escasez de expresi¨®n dram¨¢tica en el ¨²ltimo. Lo mejor de la noche, el canto efusivo fresco y directo del tenor mexicano Rolando Villaz¨®n, y la direcci¨®n espont¨¢nea y l¨ªrica de Daniel Harding al frente de la Mahler Chamber Orchestra. Cumpli¨® como Giorgio Germont el bar¨ªtono yugoslavo Zeljko Lucic. En conjunto, una
Traviata
desasosegante.
Babelia
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