Bocas
A trav¨¦s del sistema ancestral del boca a oreja me entero de que en Montreal existe un festival anual de cuentos llamado as¨ª, bouche a oreille. La noticia me pilla leyendo un libro de Fran?ois Proux, titulado De bouche a oreille, que trata de la propagaci¨®n de rumores en la Francia napole¨®nica, un periodo en el que los bulos decidieron el destino de m¨¢s de un s¨²bdito v¨ªctima de un exceso de credulidad que le llev¨® al exilio, al suicidio o al p¨¢nico. La noche del lunes, la boca de un amigo me insiste en que lea sin falta el libro El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, y dos d¨ªas m¨¢s tarde recibo unas galeradas de la traducci¨®n al castellano que en septiembre publicar¨¢ la editorial Salamandra, con una nota de la editora en la que se lee: "Creo que estamos ante un libro excepcional".
Los expertos en mercadotecnia opinan que el mejor modo de popularizar un producto es el boca a oreja, o sea que si todos vamos repitiendo que el libro de Haddon es excepcional, crearemos una ola de inter¨¦s y curiosidad. Cuando ¨¦ramos peque?os, ya estudiamos en qu¨¦ consist¨ªa este fen¨®meno, aunque entonces se le llamaba comunicaci¨®n a secas. Una boca emit¨ªa un mensaje que era captado por un receptor en forma de oreja, as¨ª de simple. Este recorrido, exponencialmente multiplicado, puede crear fulgurantes epidemias comunicativas. Para no avanzar de individuo en individuo, sino a mogoll¨®n, se inventaron los medios de comunicaci¨®n de masas y la publicidad, responsables de que el boca a oreja goce de una enorme popularidad. La tecnolog¨ªa ha permitido que el boca a oreja ya no sea tan oreja ni tan boca y que se transforme en el famoso y visual "p¨¢salo" telef¨®nico, capaz de convocar manifestaciones espont¨¢neas o intoxicar la opini¨®n p¨²blica con rumores o frases tan curiosas como la que el otro d¨ªa lleg¨® a un tel¨¦fono port¨¢til de mi entorno: "Te quiero. P¨¢salo". ?Qu¨¦ modo m¨¢s eficaz de relativizar el amor!
Cuando es boca a oreja de verdad, no siempre es vinculante. Si una boca se te acerca y te previene de que no leas bajo ning¨²n concepto la antolog¨ªa Imparables de poetas rompedores, lo l¨®gico ser¨ªa hacerle caso. En cambio, por pura morbosidad, corres a la librer¨ªa y lo devoras para vivir la experiencia de asimilar frases como ¨¦sta, que les transcribo para que luego no digan que exagero: "Abominem de l'escriptor gandul, de l'obra modesta i banal, del vers ent¨¨s com a equaci¨® a resoldre". Si, por el contrario, alguien (boca) te recomienda frecuentar determinado restaurante, puede que sientas la irreprimible tentaci¨®n de dejarlo para ma?ana. A los problemas de fiabilidad del mensaje hay que sumarles otros: a veces la boca que emite el mensaje es tan sensual que no consigues descifrar el contenido del mensaje y te quedas hipnotizado viendo c¨®mo los labios se mueven y dejan escapar unas frases probablemente interesantes pero que, por saturaci¨®n de la red receptora, no consigues entender. O a veces se trata de bocas embusteras y hay que montar una comisi¨®n parlamentaria para esclarecer la verdad. Y hay ¨¦pocas del a?o en las que el boca a oreja genera tantos rumores que uno tiene que protegerse y buscar alg¨²n rinc¨®n en el que las personas sientan la necesidad de cerrar sus bocas. Est¨¢n los cementerios, o las calles de madrugada, cuando oyes tus pasos sobre el asfalto y, a lo lejos, los tantanes noct¨¢mbulos de Gr¨¤cia o de cualquier otro barrio colapsado por la contaminaci¨®n ac¨²stica y por bocas hartas de quejarse, en vano, a las autoridades. Las autoridades: un claro ejemplo de que, por muchos mensajes que emitan las bocas, si la oreja no se da por enterada, no hay comunicaci¨®n posible.
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