Sin novedad en la comisi¨®n
La Primera Guerra Mundial constituy¨® para el ser humano un espect¨¢culo diario de barbarie sangrienta e inacabable. El novelista E. M. Remarque, en su novela Sin novedad en el frente, situ¨® en paralelo esa cotidianeidad y el mal.
En el frente de la comisi¨®n sobre los sucesos del 11-M las verdaderas novedades son pocas, pero los peligros resultan evidentes. Aun disculpando las horas tr¨¢gicas de confusi¨®n y de incertidumbre, parece evidente la progresiva distancia con el transcurso de las horas entre lo que afirm¨® el Gobierno y el camino de la investigaci¨®n policial. Parte de la actuaci¨®n del Ejecutivo puede no ser mentira, sino restricci¨®n mental, incapacidad para superar presunci¨®n ideol¨®gica o de talante y visi¨®n de la pol¨ªtica como un campo en que todo vale para obtener fines inmediatos. Se tiene la sensaci¨®n de que en el Gobierno de entonces ni siquiera se dieron cuenta de que daban la sensaci¨®n de enga?ar a, por lo menos, media sociedad espa?ola.
As¨ª las cosas, convendr¨ªa que el PSOE no se sintiera arrellanado en la posici¨®n de privilegio en que la situaci¨®n le ha colocado. Sigue todav¨ªa bajo el viento bonancible del cambio electoral. Frente a las apocal¨ªpticas perspectivas de algunos intelectuales de izquierdas, resulta que en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a hay mejores posibilidades para el consenso (e incluso en la segunda puede alcanzar al PP). Apunta un pacto social... que formaba parte de las primeras medidas a adoptar por Rajoy si ¨¦ste hubiera resultado victorioso.
Por ah¨ª debieran ir los mayores esfuerzos del Gobierno y no hacia una pol¨ªtica retrospectiva que pretenda levantar una especie de acta de acusaci¨®n general contra un pasado ya juzgado. Aparece el peligro del paralelismo con la comisi¨®n del pasado verano, de consecuencias penosas. Un polic¨ªa puede tener las simpat¨ªas pol¨ªticas que quiera y un diputado hablar con quien le plazca, pero testimonia partidismo rampante (al margen de necedad) ni siquiera haber tenido en cuenta en este caso la conocida sentencia sobre la virtud de la mujer del C¨¦sar. Y, entrando en otros terrenos, ?tiene sentido la relativa benevolencia de Bono con Trillo en comparaci¨®n con los generales? ?Est¨¢ justificada la intervenci¨®n del fiscal general en el accidente de Turqu¨ªa?
Pero al PP la comisi¨®n le condena a un abismo. Se descubre de nuevo su soledad parlamentaria y sus fijaciones mani¨¢ticas. Nada m¨¢s significativo que el incidente en el que un parlamentario conservador calific¨® a otro como "defensor de ETA". La pesada herencia de cuatro a?os de crisis muy mal gestionadas, protagonizadas por los mismos que ahora deben responsabilizarse de ellas, pesa como una losa sobre un partido que debiera ser capaz de ejercer una responsable labor de oposici¨®n. S¨®lo la renovaci¨®n de la tripulaci¨®n permitir¨¢ conseguirlo y es toda una paradoja que Fraga lo haya recordado.
Pero lo de verdad p¨¦simo para el PP -en esta comisi¨®n y en t¨¦rminos generales- es la relaci¨®n s¨¢dico-masoquista que ha establecido con los medios de comunicaci¨®n de la derecha extrema. No puede dejar de prestarles atenci¨®n, pero ellos se empe?an no ya en extravagantes manoseos de delincuentes, sino en una radicalizaci¨®n cr¨ªtica suicida. En la Cope se oyen voces que califican a los diputados socialistas de "bandoleros" o a la comisi¨®n de "mierda"; se propone al PP el abandono de la misma o una ruptura total del consenso en pol¨ªtica exterior.
Lo p¨¦simo del caso es a qui¨¦n le corresponde la propiedad de esa emisora. Juli¨¢n Mar¨ªas y Francisco Ayala, excelent¨ªsimos nonagenarios, han descrito en sus memorias la posici¨®n grotesca, como de mu?eco roto, en que qued¨® convertido alg¨²n intelectual de talla, como Morente, tras la Guerra Civil.Cabe preguntarse hoy si se reproduce el camino desde el liberalismo al integrismo. Entre la Iglesia espa?ola de los setenta y ochenta, con conciencia de pluralidad, respetuosa y respetada, mediadora ante la sociedad y la pol¨ªtica, y la de hoy, empe?ada en un profetismo de un pasado que nunca existi¨®, con complejo de persecuci¨®n pero ensimismada en supuestas agresiones que a veces provoca, hay una distancia creciente. Ojal¨¢ el diagn¨®stico sea errado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.