Una sombra
Potente traca final del Viajazz 2004. Ya se sabe que en tiempos de festivales, la definici¨®n de jazz se hace el¨¢stica e incluye cualquier m¨²sica con ra¨ªces afroamericanas. Shakatak pertenece al ala liviana del jazz-funk brit¨¢nico de los ochenta y, ahora en formaci¨®n de sexteto, transporta al oyente a alguna fantas¨ªa marbell¨ª de vicio y lujo. Asombra el entusiasmo -solos incluidos- con el que la banda recrea su evanescente repertorio, que incluso motiva a algunos bailones. L¨¢stima que la organizaci¨®n no pensara en colocar la bola de espejos.
Richard Bona es, bendito sea, el perro verde en el cartel: un pol¨ªglota m¨²sico en expansi¨®n, todav¨ªa no encasillado. Los cracks del jazz el¨¦ctrico se rifan sus servicios en el bajo el¨¦ctrico mientras ¨¦l desarrolla un proyecto personal de dos caras: trenza temas que evocan al mejor Weather Report y canta deliciosas piezas de colores africanos o caribe?os. Su natural simpat¨ªa consigue la complicidad del p¨²blico -"ahora, griten conmigo"- y sale bien del gran reto: tocar suave en una noche dedicada a los ritmos imperiosos.
Viajazz 2004
Shakatak, R. Bona, I. Hayes. Campo de F¨²tbol Municipal. Collado Villalba (Madrid), 10 de julio.
Con Isaac Hayes vuelven los bajos patada-de-mula. S¨ª, hay un solo de bajo en el primer tema y uno empieza a sospechar lo peor. Hayes aparece resplandeciente, con un traje ceremonial de Ghana, pero cuando abre la boca resulta evidente que lo que era masaje arom¨¢tico en sus vinilos hoy se queda en quiero-y-no-puedo. Ha sucumbido al pragmatismo y lleva tres teclistas que resuelven de aquella manera los arreglos de cuerdas y metales. Se empe?a tambi¨¦n en repasar su gloriosa carrera como compositor y queda en evidencia: aun siendo el autor, no se puede invocar as¨ª como as¨ª a Dionne Warwick o Sam & Dave. Tampoco es necesario que busque complicidades explicando que ¨¦l pone la voz al chef de South Park, una an¨¦cdota en su curr¨ªculo.
Inevitablemente, deja abundante margen a sus instrumentistas para que se luzcan, con resultados a veces incongruentes: el conguero parece creerse en un concierto de Santana. Todo se le perdona cuando se convierte en director de orquesta y la banda esculpe un monumental Theme from Shaft. Al fin y al cabo, lo que queremos de los artistas hist¨®ricos es simplemente que honren a su repertorio cl¨¢sico. Hayes no debe tener muy claro lo que se espera de ¨¦l: para el bis, recurre a un alborotado The blues is all right, desconcertante concesi¨®n final para un concierto desmitificador.
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