El fin de los fines

Es una pena que a ning¨²n editor en espa?ol se le haya ocurrido traducir los trabajos africanistas de Marc Aug¨¦ (Th¨¦orie des pouvoirs et ideologie o Pouvoirs de vie, pouvoirs de mort, por ejemplo). Si as¨ª no hubiera sido nos ser¨ªa dado apreciar mucho mejor ¨¦ste ?Por qu¨¦ vivimos?, su ¨²ltimo libro, que no deja de ser un reconocimiento de la deuda que toda su obra posterior tiene con lo aprendido en Costa de Marfil y Togo. Y es que, lejos de constituir una ruptura, la antropolog¨ªa que Aug¨¦ viene proponiendo para las sociedades occidentales de ahora se despliega como un desarrollo reflexivo cuya materia primera siempre ha sido el profetismo, los cultos vod¨²n o las reglas de residencia matrimonial que conociera como etn¨®logo en el ?frica de los a?os setenta y ochenta.

Aug¨¦ insiste en este trabajo en algo que los antrop¨®logos no nos cansamos de repetir, que es que la utilidad ¨²ltima del conocimiento de sociedades ex¨®ticas para nosotros nos permite entender mejor el sentido -o el sinsentido- de nuestra propia forma de civilizaci¨®n. As¨ª, el autor de Los no-lugares volvi¨® de ?frica con teor¨ªas sobre el espacio, el acontecimiento, la persona y la mediaci¨®n ritual que le permiten evaluar la naturaleza de lo que est¨¢ pasando a nuestro alrededor, tanto en el ¨¢mbito de los grandes avatares del proceso de globalizaci¨®n como en el de las incertidumbres y fragmentaciones de nuestra vida cotidiana.

Lo que conforma nuestro pai

saje cultural tanto macro como micro adquiere nuevos matices cuando recibe esa luz africana que Aug¨¦ proyecta sobre ¨¦l. El culto al cuerpo, una urbanizaci¨®n que ya es planetaria, las formas espasm¨®dicas de un nuevo nomadismo en que ya no se concibe el encuentro, el beneficio que los poderes obtienen del terrorismo, los repliegues identitarios que vemos multiplicarse por doquier, el deber del consumo, el aburrimiento estructural de la vida de cada d¨ªa, esos Estados que se gestionan como empresas...

, todo eso se contempla en este libro desde una distancia y un escepticismo que son la consecuencia de haber conocido y comprendido otras formas de vivir, mucho m¨¢s austeras, es cierto, pero tambi¨¦n mucho m¨¢s capaces de dotar a la experiencia humana del orden de un universo todav¨ªa por dislocar. ?Podr¨¢ ese mundo mundializado que nos ha venido analizando Aug¨¦ en sus ¨²ltimos ensayos recuperar la vieja eficacia de los ritos o dejarnos gozar de un cuerpo vivido como suceso permanentemente activado, todo aquello que ?frica le mostr¨® como no s¨®lo posible, sino inevitable? ?Podremos vencer -inspir¨¢ndonos en todas las humanidades otras que la antropolog¨ªa nos ha mostrado- el imperio de silencio bajo el que vivimos entre ruido? ?Sabremos reinstaurarle alg¨²n d¨ªa su valor perdido a lo que hacemos, sentir que vivimos para alguna cosa m¨¢s que para consumir? Todav¨ªa m¨¢s, ?rescataremos de entre el estr¨¦pito y el furor de la era algo que los africanos conocen o conocieron? A saber: que todo acto es pregunta y respuesta y que nada nos obliga a continuar siendo, como el imaginario se?or Dupont con que Aug¨¦ abre su obra, actores anonadados que gesticulan sin objeto, sobre un escenario al tiempo exuberante y desolado.