Cabeza de le¨®n, cola de rat¨®n
Neruda por delante
Tanta reticencia hacia la obra de Pablo Neruda llama la atenci¨®n, sobre todo porque en cualquier escritura caudalosa no s¨®lo ocurre que es imposible salvar todas las p¨¢ginas sino que con un tercio de ellas tenemos m¨¢s que de sobra para saber lo que vale un peine bien peinado. El resto, o es imitaci¨®n o es copia. Nadie se atrever¨ªa a publicar ahora un verso tal que "dar muerte a una monja con un golpe de oreja" (Residencia en la tierra), ni a echar en Explico algunas cosas una maldici¨®n al franquismo triunfante del tipo de "Por cada ni?o muerto nace un fusil sin ojos que os buscar¨¢ un d¨ªa el sitio del coraz¨®n". Profec¨ªa, por cierto, incumplida, porque cada vez mueren m¨¢s ni?os y de maneras m¨¢s atroces. Y de coraz¨®n, pues se va careciendo. Incluso en los homenajes apresurados de los cantautores, vaya, destrozones como ni?os creciditos.
Y por detr¨¢s
Es cierto que Neruda escribi¨® alguna oda a Stalin (mal¨ªsima, por cierto), pero, que se sepa, no form¨® parte del Grupo de Burgos que suministraba ideolog¨ªa a Franco. No es una broma. Desde Chile, la Uni¨®n Sovi¨¦tica estaba a varios mares de distancia, y a fin de cuentas el poeta no era ciudadano ruso. Pero tanto La¨ªn como Aranguren, Tovar como Ridruejo, y tantos otros, que no eran precisamente unos cr¨ªos en aquellos a?os, estaban en su pa¨ªs, conoc¨ªan las atrocidades del nuevo R¨¦gimen y, como universitarios, estaban al tanto de las furiosas depuraciones orientadas por los iluminados falangistas. Es desconcertante que no cayeran del burro hasta algunos a?os despu¨¦s. Tan desafortunado como reducir la biograf¨ªa de La¨ªn, gran historiador de la Medicina, a su apasionada colaboraci¨®n franquista, o de Ridruejo (?qu¨¦ se larg¨® a matar bolcheviques con la Divisi¨®n Azul para olvidar sus desavenencias con Franco!) a su condici¨®n de falangista puro, es castrar a Neruda como palmero del estalinismo. El no sab¨ªa. Los otros, lo viv¨ªan.
Pand¨¦mica y celeste
Parece que para pillar una buena malaria ya no hace falta moverse de la plaza de la Virgen. Basta con que a un mosquito extranjero le de por la afici¨®n a viajar y se cuele en un avi¨®n para infectarle con su picadura mientras usted duerme en su casa con las ventanas abiertas para mitigar el calor. Regresan las enfermedades que se cre¨ªan vencidas, y los epidemi¨®logos no dejan de advertir de la que nos puede venir encima. Por lo dem¨¢s, la mayor parte de Africa yace vencida por el sida, que tambi¨¦n viaja a gran velocidad y que ahora, como enfermedad sin fronteras, se dispone a asentarse en Asia. Nada garantiza, a tenor de la enormidad de medidas que no se toman, que no decida expandirse hacia otras zonas m¨¢s de su gusto, y que de aqu¨ª a pocos a?os todas esas pandemias maten m¨¢s que todos los sucesos de tr¨¢fico juntos.
El tri¨¢ngulo
Nada menos que Francisco Camps, Jaume Matas y Esperanza Aguirre se re¨²nen en Las Islas para dise?ar "el eje de la prosperidad", aut¨¦ntico tri¨¢ngulo de Las Bermudas donde cualquier excentricidad de aluvi¨®n es posible y que en realidad apunta hacia el desd¨¦n de los gobernantes de esta comunidad por el eje o arco mediterr¨¢neo. Se supone que Camps se presta a esa filfa por dar la impresi¨®n de que hace algo, Matas porque no echa en saco rato las ense?adas ense?anzas de la derecha valenciana, y Aguirre porque no tiene nada mejor que hacer que fastidiar a Gallard¨®n. M¨¢s all¨¢ de ese ilustrativo folklore de verano, hay que decir que cada cual se busca el futuro, o lo desde?a, como puede. Y que este tripartito improvisado es un enroque ilusorio m¨¢s que ilusionado ante otros que est¨¢n dando la vara. En cuanto a la prosperidad, ni est¨¢ ni se la espera.
El estupor magnificado
Es terrible, y en todo ajena a las reglas no escritas de la democracia, la campa?a medi¨¢tica y del partido de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sobre los sucesos del 11-M. Los populeros todav¨ªa no se han recuperado de la p¨¦rdida de unas elecciones que daban por ganadas de antemano, sin considerar que cientos de miles de votantes pudieran estar hasta el gorro de sus malas maneras absolutas, as¨ª que el suceso no pueden entenderlo si no es echando mano de una interpretaci¨®n conspirativa de los vaivenes pol¨ªticos que en ocasiones desalojan del poder hasta a los partidos mejor instalados en sus moquetas. El peligro, que los socialistas deben solventar sin dejar resquicio alguno a la duda, es que se repita lo que Luis Mar¨ªa Anson defini¨® como golpe de Estado encubierto cuando la derecha utiliz¨® su artiller¨ªa pesada para borrar del mapa constitucional la existencia de Felipe Gonz¨¢lez. Esta gente ya obtuvo su amarga victoria en el 39. No es mucho pedir cierto decoro en la derrota.
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