19 de julio, el principio de una utop¨ªa que termin¨® en fracaso
El autor recuerda el final de la dictadura de Somoza en Nicaragua, el triunfo de la revoluci¨®n sandinista, las presiones de EE UU y la ca¨ªda en el olvido con el fin de la guerra fr¨ªa.
Era un d¨ªa caluroso y h¨²medo aquel 19 de julio: la ciudad de Managua era un hervidero de gente con pa?uelos rojos y negros que caminaban, entre gritos y canciones de j¨²bilo, hacia la plaza de Rub¨¦n Dar¨ªo, donde permanec¨ªan en pie la vieja catedral y el Palacio Nacional, que hab¨ªan sobrevivido al terremoto de 1972. La guerra hab¨ªa terminado y las columnas del Frente Sandinista, con sus comandantes, avanzaban hacia la capital desde los diferentes frentes.
Atr¨¢s quedaron varios meses de guerra que hab¨ªan dejado en los campos de batalla m¨¢s de 50.000 muertos y un pa¨ªs destruido. Un mes antes, el 20 de junio, se produjo un asesinato en Managua que fue el detonante para que EE UU abandonase a Somoza: "Un miembro de la Guardia Nacional, m¨¢s tarde se conoci¨® su nombre, ?lvarez, asesin¨® al periodista de la ABC News Bill Stewart de un tiro en la cabeza". Recuerdo que, aquel d¨ªa por la tarde, el pasillo de la planta tercera del hotel Intercontinental, donde estaban instaladas la mayor¨ªa de las cadenas de televisi¨®n, era un continuo ir y venir de periodistas ansiosos por conocer los detalles del asesinato del reportero estadounidense. Sus c¨¢maras, C¨¦falo y Clark, hab¨ªan grabado la escena del asesinato de Bill, pero no el de su int¨¦rprete, el nicarag¨¹ense Juan Espinosa. El conductor de la furgoneta, Pablo, consigui¨® salvar su vida y la del resto del equipo, convenciendo al asesino de que iba a informar de que lo hab¨ªan matado los compas en un enfrentamiento. Finalmente, el r¨¦gimen acept¨® la realidad en un comunicado sin detalles: "En el d¨ªa de hoy, cuando viajaban en su coche Mazda, en cumplimiento de su trabajo, perdieron la vida al aproximarse a una barrera de la Guardia Nacional, en el barrio de Reguero, en el sector oriental, el periodista norteamericano Bill Stewart, de la ABC News, y el ciudadano nicarag¨¹ense Juan Francisco Espinosa Castro, que le serv¨ªa de int¨¦rprete".
Centroam¨¦rica pas¨® de escenario de la guerra fr¨ªa al olvido m¨¢s absoluto en el siglo XXI
La distribuci¨®n de las im¨¢genes, en las que se ve¨ªa el asesinato a sangre fr¨ªa de un hombre echado en el suelo con las manos en la nuca, a las televisiones de todo el mundo, que la televisi¨®n nica trat¨® de impedir, origin¨® un verdadero cataclismo pol¨ªtico. Somoza se quedaba sin defensores y el propio presidente Carter transmiti¨® su desolaci¨®n. "El pueblo norteamericano comparte sentimientos de ira por la muerte de ese hombre". El r¨¦gimen acababa de firmar su sentencia de muerte, aunque la agon¨ªa a¨²n se prolongase un mes m¨¢s, causando miles de muertos inocentes.
A partir de ese momento la actividad de la Embajada norteamericana en Managua tuvo un cometido exclusivo: conseguir la renuncia de Anastasio Somoza. El objetivo era tratar de salvar lo m¨¢s presentable del r¨¦gimen y negociar a la baja con los sandinistas. Las desavenencias principales entre los sandinistas y los norteamericanos estaban en la composici¨®n de la Junta de Gobierno y el papel de la Guardia Nacional. EE UU quer¨ªa que la Junta no contase con mayor¨ªa del Frente y por eso ped¨ªan la ampliaci¨®n a hombres provenientes de la empresa privada y del Frente Amplio Opositor (FAO), en el que estaban varios grupos de la derecha opositores a Somoza. Tambi¨¦n pretend¨ªan una negociaci¨®n con algunos miembros de la Guardia Nacional y que el cuerpo no desapareciese con su jefe, sino reconvertirlo en un ej¨¦rcito regular.
Los norteamericanos tem¨ªan una segunda Cuba en Centroam¨¦rica. Por eso, en las pocas comparecencias p¨²blicas del presidente cubano, Fidel Castro, aprovechaba para negar su implicaci¨®n en el conflicto. La Administraci¨®n norteamericana, pese al asesinato de Bill -seg¨²n declar¨® el embajador en Managua, Lawren Pezzullo, en una entrevista-, "pensaba que si lograban que Somoza saliera del poder a tiempo, los sandinistas no hubieran ganado la guerra y que, por tanto, hubiera habido la posibilidad de un Gobierno no sandinista". Pezzullo cuenta en esa entrevista que una de las ideas era construir un Gobierno de transici¨®n de "hombres sabios", como si eso pudiera hacerse repentinamente.
En ese momento, sobre el terreno, la impresi¨®n que daba la Embajada estadounidense era que su misi¨®n primordial consist¨ªa en ganar tiempo para que la negociaci¨®n pol¨ªtica paralela, que se desarrollaba en San Jos¨¦ de Costa Rica, dirigida por Bowdler, avanzase hacia una posici¨®n m¨¢s favorable a sus intereses. Al final, la Junta de Reconstrucci¨®n Nacional se constituy¨® en San Jos¨¦, a mediados de julio, y de ella formaban parte Daniel Ortega, del Frente; el intelectual Sergio Ram¨ªrez, por el Grupo de los Doce; Mois¨¦s Hass¨¢n, del Movimiento Pueblo Unido (MPU); el empresario liberal Alfonso Robelo, del Movimiento Democr¨¢tico Nicarag¨¹ense (MDN) miembro del FAO, y Violeta de Chamorro, viuda del director de La Prensa, asesinado por el r¨¦gimen en 1978, Pedro Joaqu¨ªn. Los estadounidenses hicieron de la necesidad virtud y dieron su visto bueno, el tiempo jugaba ya contra ellos porque la guerra se decantaba a favor de los sandinistas.
La embajada en Managua ya no pod¨ªa hacer nada. En ese momento, uno de los lugares de mayor informaci¨®n era la Embajada de Espa?a, en la que se refugiaban sandinistas en peligro u oficiales de la Guardia Nacional temerosos de represalias. El embajador Pedro Ar¨ªstegui desarroll¨® una de las labores m¨¢s encomiables salvando la vida a numerosas personas de uno y otro lado, y una meritoria labor diplom¨¢tica, moderando posibles excesos de uno y otro bando.
En la madrugada del 17 de julio, martes, Somoza, con su familia, abandona el pa¨ªs con un s¨¦quito de fieles que recal¨® en Miami. A partir de ah¨ª, el r¨¦gimen se derrumba como un castillo de naipes y a ello contribuy¨® la farsa de permanencia que intent¨® su sucesor, Urcuyo Malea?o, cuando se present¨® en el hotel Intercontinental con el general Mej¨ªas, de la Guardia Nacional, para ofrecer negociaciones a los combatientes del Frente. Dur¨® un d¨ªa. El 18 por la ma?ana, la capital estaba salpicada de guardias que se desprend¨ªan de sus uniformes y sus fusiles y nos preguntaban a los periodistas d¨®nde pod¨ªan acudir; los encaminamos a las iglesias. Esa ma?ana transmit¨ª la cr¨®nica desde el despacho de Somoza, en el b¨²nker de Tiscapa.
La Junta se traslada a territorio nicarag¨¹ense y pocas horas despu¨¦s, en la tarde del 18, llega al aeropuerto de la capital. Los sandinistas deciden que los tres miembros (Violeta Chamorro, Sergio Ram¨ªrez y Alfonso Robelo) y los periodistas que hab¨ªamos ido al aeropuerto a recibirlos permaneci¨¦semos esa noche en el hotel Camino Real, cerca del aeropuerto, por falta de seguridad en la ciudad, que estaba plagada de francotiradores.
Los primeros d¨ªas de euforia dieron paso a la dura realidad: un pa¨ªs destruido, con m¨¢s de 50.000 muertos y las arcas del Estado saqueadas por el r¨¦gimen somocista. Los sandinistas despertaban suspicacias en las canciller¨ªas latinoamericanas, con excepci¨®n de M¨¦xico, Costa Rica, Panam¨¢ y Venezuela, que hab¨ªan sido su apoyo en la negociaci¨®n con EE UU. Espa?a fue uno de los primeros pa¨ªses en reconocer al nuevo Gobierno.
En 1980 la campa?a de alfabetizaci¨®n reduce el analfabetismo del 50% al 13%. Se increment¨® el presupuesto de educaci¨®n y aument¨® espectacularmente el n¨²mero de escuelas, profesores y estudiantes. La asistencia sanitaria p¨²blica se extendi¨® a todo el pa¨ªs; se levantaron hospitales y cl¨ªnicas, y las campa?as de vacunaci¨®n contaban con la colaboraci¨®n de voluntarios llegados de todo el mundo. La tasa de mortalidad infantil y de enfermedades disminuy¨® significativamente. Pero al a?o siguiente cambi¨® el inquilino de la Casa Blanca y tres d¨ªas despu¨¦s de tomar posesi¨®n, Reagan suspende la ayuda econ¨®mica a Nicaragua.
A fines de 1981 antiguos miembros de la Guardia Nacional, refugiados en Honduras, comienzan a recibir entrenamiento de oficiales argentinos y ayuda encubierta de la Administraci¨®n de Reagan. El embajador de EE UU en Tegucigalpa era John Negroponte, hoy embajador en Bagdad. Los sandinistas no supieron reaccionar ante esta presi¨®n y la situaci¨®n interna se deterior¨®. Pocos a?os despu¨¦s de expulsar a Somoza del poder, los sandinistas se ven inmersos en una guerra con tres frentes: la Fuerza Democr¨¢tica Nicarag¨¹ense (FDN), apoyada por la CIA, en el norte; la Alianza Revolucionaria Democr¨¢tica (ARDE), que capitaneaba Ed¨¦n Pastora, que hab¨ªa abandonado su puesto de viceministro del Interior, en el sur, y otras facciones en la costa atl¨¢ntica. La situaci¨®n cambi¨® radicalmente en el interior del pa¨ªs porque los recursos se desviaron a sostener la guerra. Se implant¨® el servicio militar obligatorio y ni siquiera el triunfo de Daniel Ortega, por el 67% de los votos en las elecciones de 1984, suaviz¨® la presi¨®n que EE UU ejerc¨ªa sobre el r¨¦gimen sandinista.
El estallido del esc¨¢ndalo Ir¨¢n-Contra en EE UU, en 1985, no supuso un alivio para los sandinistas, que vivieron la ¨²ltima mitad de los a?os ochenta inmersos en la guerra, en negociaciones, especialmente propiciadas por el grupo de Contadora, con la propia Administraci¨®n norteamericana, que ejerc¨ªa un hostigamiento permanente contra el r¨¦gimen en todos los frentes. En 1989 hay un nuevo inquilino en la Casa Blanca, George Bush, que hab¨ªa sido vicepresidente con Reagan, por lo que no era de esperar un cambio en la pol¨ªtica de la Administraci¨®n, pero las m¨²ltiples negociaciones hab¨ªan dado alg¨²n resultado y ya estaba en marcha un proceso electoral que culminar¨ªa al a?o siguiente. El ex presidente Felipe Gonz¨¢lez, que para la Administraci¨®n republicana pasaba por ser uno de los apoyos m¨¢s firmes de los sandinistas en el escenario internacional, cont¨® que en una cena privada en la Casa Blanca, con el presidente Bush (padre) y su secretario de Estado, Baker, ambos le inquirieron sobre su posici¨®n si los sandinistas no entregaban el poder si perd¨ªan las elecciones. "Cortar¨¦ toda relaci¨®n con ellos", fue la respuesta del ex presidente que, a su vez, pregunt¨®: "?Y ustedes van a dejar de apoyar a la Contra si los sandinistas ganan las elecciones?". La respuesta de Baker no fue muy democr¨¢tica: "No van a ganar".
La situaci¨®n de Nicaragua y de toda Centroam¨¦rica, 25 a?os despu¨¦s de una guerra tan cruel y fratricida, la define muy bien esta reflexi¨®n de un pensador y pol¨ªtico actual: "Todo se olvid¨® cuando lleg¨® la paz y cay¨® el muro de Berl¨ªn. Entonces todos cayeron en la irrelevancia y est¨¢n solos en el desamparo y en su falta de desarrollo". Centroam¨¦rica pas¨® de ser el escenario de la guerra fr¨ªa, donde se dirim¨ªan los conflictos entre el Este y el Oeste, en los a?os ochenta, al olvido m¨¢s absoluto en los comienzos del siglo XXI.
Joaqu¨ªn Tagar es periodista, ex corresponsal en Centroam¨¦rica.
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