S¨ª, ministro
Si acude a los encuentros con sus hom¨®logos llevando una selecci¨®n de su discograf¨ªa como obsequio va a conseguir acuerdos importantes para la cultura. A ¨¦l, esta doble militancia pol¨ªtico-musical no le produce esquizofrenia. Igual est¨¢ en las Naciones Unidas cantando con Kofi Annan al bong¨® que se cita con Carmen Calvo para hablar de lo divino o firmar acuerdos de cooperaci¨®n.
Esta gira de Gilberto Gil tiene algo de desahogo. Es el ministro de Cultura de Brasil oxigen¨¢ndose tras tanto despacho y burocracia. Nada mejor que salir a cantar. Se lo pide el cuerpo tras el duro ayuno ministerial. Y, a sus 62 a?os -los cumpli¨® el 26 de junio-, tiene una energ¨ªa y una elasticidad envidiables.
Gilberto Gil
Gilberto Gil (voz y guitarra), Sergio Chiavazzoli (guitarra), Cicero Assis (acorde¨®n y teclados), Marcos Suzano y Gustavo di Dalva (percusi¨®n). Conde Duque. Madrid, 20 de julio.
Dej¨® traje y corbata para vestir camisa de manga corta de rayas finas verticales y pantal¨®n con cremalleras a la altura de las rodillas. Ropa de faena art¨ªstica. En Gil electroac¨²stico, concierto sobre bases electr¨®nicas en el que brilla Marcos Suzano, vino a recordarnos el n¨²cleo de su trabajo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Hubo reggae -estaba exiliado en Londres cuando comenz¨® a sonar el ritmo jamaicano y ya nunca ha dejado de practicarlo-, forr¨® del ¨¢rido mundo rural del noreste de Brasil -Gil reconoce como sus mayores influencias a Luiz Gonzaga y Bob Marley-, un recuerdo al Chico Buarque m¨¢s l¨ªrico de los sesenta o el Chuckberry fields forever, parodiando un t¨ªtulo de los Beatles, con su visi¨®n del sincretismo musical americano.
El tono sint¨¦tico estaba marcado desde las dos primeras canciones: Refavela, escrita tras un viaje a Nigeria en 1977 con el fin de participar en un festival de arte y cultura negra, y Andar com f¨¦, un ritmo ijex¨¢ de los inicios del movimiento de rescate de los valores de origen africano en Bah¨ªa. Una especie de nana, La Lune de Gor¨¦e, letra en franc¨¦s del poeta Capinan, habla de los horrores del tr¨¢fico m¨¢s infame: el de seres humanos. La peque?a isla frente a Dakar fue uno de los puntos de embarque de esclavos africanos hacia los puertos de Am¨¦rica.
Su Cambalache no result¨® muy convincente -aunque o¨ªr a todo un ministro cantando "?el que no afana es un gil!" tiene su aqu¨¦l- y el Imagine no aporta ya nada. Un regalo en cambio fue la inesperada presencia de Jorge Mautner para tocar el viol¨ªn en Maracat¨² at?mico. Los bises mostraron lo mejor de Gil cuando canta, de pie con la guitarra y un poco de acorde¨®n, y mantiene absortas a dos mil personas. O cuando abandona el lugar y el p¨²blico sigue coreando un estribillo hasta hacerle volver. Gil es mucho Gil.
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