Reflexiones sobre respeto y lealtad
En todos los ¨¢mbitos de las relaciones humanas aparecen problemas, situaciones tensas, incluso a veces violentas. Las causas son m¨²ltiples y pluriformes. En muchas ocasiones derivan de la defectuosa educaci¨®n, en otras de la escasez y la pobreza y, en otras, por fin, del discutible y escaso altruismo de la condici¨®n humana. A esos tres or¨ªgenes principales se les pueden a?adir muchas concausas culturales, econ¨®micas, sociales, pol¨ªticas y jur¨ªdicas, y tambi¨¦n el desequilibrio, que se explica en un origen social -avaricia, orgullo o envidia-, en uno f¨ªsico -consecuencia de una enfermedad- o directamente ps¨ªquico. Muchas veces no nos damos cuenta y atribuimos a otras causas lo que no es sino obsesiones, trastornos bipolares, esquizofrenias latentes. Podemos, sin darnos cuenta, vivir rodeados de locos, o al menos de personas desequilibradas. Tampoco se puede descartar la existencia de personas malas, como algunos tipos que describe Machado en sus poemas. Tambi¨¦n, en fin, podemos encontrarnos con buenas gentes, sensatas, moderadas e inteligentes, que luchan por desarrollar las dimensiones de su dignidad, que reconocen al otro como tal otro y que viven conformes en sociedades bien ordenadas.
La convivencia de todos genera un t¨¦rmino medio humano que es la persona desfalleciente, en unos casos desde la bondad y en otros desde la maldad, y ¨¦stos, junto a todos los dem¨¢s tipos humanos que pueden existir en la sociedad, saben que, con todo, son los seres del Universo m¨¢s dignos, con unos rasgos que no tiene ning¨²n otro animal. Kant resum¨ªa la idea de dignidad porque somos seres de fines, no podemos ser utilizados como medios y no tenemos precio. En nuestra condici¨®n est¨¢n una serie de posibilidades que podemos desarrollar y convertir en reales o que podemos frustrar.
As¨ª, la dignidad humana puede pasar de ser una idea normativa a ser una expresi¨®n de la realidad. Somos seres que podemos elegir, que tenemos esa libertad psicol¨®gica, condicionada, a veces obstruida y limitada, pero que, en ¨²ltima instancia, nos permite decir no. Somos seres que tenemos condiciones para razonar y para construir conceptos generales, y de ah¨ª surge el conocimiento filos¨®fico, cient¨ªfico y t¨¦cnico. Pascal dec¨ªa que toda nuestra dignidad est¨¢ en nuestro pensamiento. Tambi¨¦n tenemos o podemos tener una sensibilidad est¨¦tica, identificar sentimientos y emociones en el arte, literatura, m¨²sica, pintura, escultura, etc¨¦tera. Nuestra capacidad de comunicarnos y de dialogar, desde el hermoso instrumento del lenguaje, abre las creaciones humanas a la trascendencia temporal y a la Historia y genera la cultura. Vives dec¨ªa del lenguaje que trasegaba las ideas de una mente a otra y yo a?adir¨ªa de un tiempo a otro. Somos, adem¨¢s, seres capaces de convivir, pese a todos los problemas que hemos se?alado, a trav¨¦s de sistemas de normas sofisticadas y complejas, que pretenden encauzar y moderar todos los elementos negativos de la condici¨®n humana. Para evitar la violencia, el ego¨ªsmo y la escasez surge as¨ª el Derecho, que es, junto con la educaci¨®n, un instrumento clave para socializarnos y endoculturizarnos. Finalmente, somos seres morales, portadores de una ¨¦tica privada que pretende el bien, la virtud, la felicidad o la salvaci¨®n. Es el fin ¨²ltimo de nuestra existencia, que a veces contemplamos en los momentos de mayor ensimismamiento. Todos estos rasgos en su conjunto, que nos distinguen de los restantes animales, signo de nuestra autonom¨ªa y de nuestra autodeterminaci¨®n, los formaliza en una expresi¨®n abstracta Kant, como hemos se?alado. Por eso, la persona que carece de alguno de estos rasgos por limitaci¨®n f¨ªsica o ps¨ªquica, sigue siendo digna porque sigue siendo ser de fines, no pudiendo ser utilizado como medio, ni teniendo precio, y por eso la sociedad y el Estado tienen que multiplicar las pol¨ªticas para que esas personas puedan desarrollar lo m¨¢s posible los rasgos de su dignidad, incluso esforz¨¢ndose y promocion¨¢ndoles en el ¨¢mbito de su discapacidad.
Es verdad que los problemas complejos de la condici¨®n humana son competencia compartida de muchos especialistas: psic¨®logos, psiquiatras, especialistas en las distintas ramas de la medicina, educadores, pero tambi¨¦n juristas y fil¨®sofos. Mis reflexiones se sit¨²an en este ¨²ltimo ¨¢mbito, respetando y admirando mucho a todos los dem¨¢s. Tambi¨¦n, cuando se han vivido sesenta y seis a?os, la experiencia y la constataci¨®n reiterada de hechos y comportamientos ayuda al diagn¨®stico y a la valoraci¨®n de nuestras actitudes.
El hombre malo es un modelo que sirve para interpretar la Historia desde Horacio a Hobbes: "Homo homini lupus", el lobo es un lobo para el hombre, y es tambi¨¦n el referente del Derecho para alg¨²n realista como el juez Holmes, que identifica al Derecho como la predicci¨®n de c¨®mo actuar¨¢n los tribunales ante el comportamiento del "bad man". Es tambi¨¦n un modelo, el del pecador, para muchas religiones que le contraponen al santo, iluminado para el agustinismo pol¨ªtico s¨®lo por la fe. Es una aproximaci¨®n antropol¨®gica pesimista que recorre toda la historia de la humanidad y que est¨¢ en la base de las sociedades cerradas, autoritarias y totalitarias.
El contramodelo, "el hombre bueno", es el que se?ala S¨¦neca: "El hombre es cosa sagrada para el hombre". Es un planteamiento antropol¨®gico optimista y que fundamenta las sociedades abiertas y las ideolog¨ªas liberales, democr¨¢ticas y sociales.
Estos dos paradigmas se mezclan en la historia de la cultura pol¨ªtica y jur¨ªdica y van configurando los momentos, las luces y las sombras de nuestra convivencia y de los talantes de las personas. Casi nadie obedece a los modelos puros, sino que se mezclan y se interpretan de acuerdo con la forma de ser de cada uno. De nuevo influye la educaci¨®n, la pobreza, el ego¨ªsmo y aparece la violencia y otras expresiones m¨¢s insidiosas de la maldad. A veces, aparecen descarnados perfiles perversos, malos modos, iniquidades, mentiras, bajezas insidiosas, etc¨¦tera. Junto a ellos, actuaciones nobles, rectos comportamientos juiciosos y moderados, buenas acciones, buen estilo, generosidad, limpieza de miras, etc¨¦tera. Muchas veces, las personas son capaces de pasar de la oscuridad a la luz y viceversa en sus comportamientos.
En ocasiones, podemos encontrarnos con el odio y el rencor en personas que no pod¨ªamos sospechar. Otras, nos utilizan o utilizamos a personas como si fueran medios, nos servimos de ellos, incluso les ponemos precio. Despu¨¦s podemos tirarles y abandonarles, con absoluta indiferencia, como si olvid¨¢semos que les debemos muchas cosas. Arremetemos incluso con odio contra quienes m¨¢s nos han ayudado en un ejercicio de ruptura de los lazos de afecto y agradecimiento debidos. Tambi¨¦n la experiencia nos muestra a extra?os compa?eros de cama, conciertos y acuerdos contra natura, de personas que se odian y que se desprecian y que de repente aparecen juntas para conjurar a un enemigo, olvidando todos los agravios. Y no son escasos los cambios de chaqueta, los abandonos de posiciones hasta ahora defendidas y de lealtades de muchos a?os. La inesperada, por m¨¢s que razonable, victoria del PSOE ha frustrado muchas emigraciones pol¨ªticas a la busca de un puesto, de una ventaja o de un beneficio. Tambi¨¦n, al rev¨¦s, aparecen nuevos entusiastas de la nueva situaci¨®n y vemos c¨®mo se encumbran en el mando a oscuros miembros del aparato que nunca hab¨ªan dado la cara cuando las cosas estaban dif¨ªciles. Una larga vida de experiencia permite ver hechos y comportamientos ins¨®litos. Es dif¨ªcil salir del asombro y de la perplejidad. A veces pena y verg¨¹enza ajena se producen por esas causas.
Ya hemos dicho que la educaci¨®n, la formaci¨®n de la raz¨®n y de los sentimientos, los valores y la pedagog¨ªa de la libertad intentan hacernos m¨¢s homog¨¦neos con la dignidad humana. En ¨²ltima instancia, la educaci¨®n es un camino para desarrollar nuestra personalidad. Tambi¨¦n hemos dicho que el Derecho aplica los valores, los principios y los derechos para ahormar nuestras conductas. Establece procedimientos para ajustar los comportamientos a una misma pauta. Naturalmente que nos referimos al Derecho liberal, democr¨¢tico y social, expresi¨®n del "homo homini sacra res".
Junto a esos dos grandes cauces, educaci¨®n y Derecho, para hacer posible la igual dignidad hay dos valores decisivos para las relaciones humanas pac¨ªficas y libres en las sociedades: son el respeto y la lealtad. Son el cemento que une la convivencia y favorece la cooperaci¨®n entre personas. Dec¨ªa Fernando de los R¨ªos, contemplando nuestra historia, que en Espa?a faltaba respeto: respeto al adversario pol¨ªtico, respeto al disidente, respeto al pobre y al d¨¦bil, respeto al otro como tal otro. Con respeto no se faltar¨ªa a la verdad, no se utilizar¨ªan las t¨¦cnicas de envilecimiento como la mentira y la injuria, no se da?ar¨ªa s¨®lo por da?ar. El respeto favorece la moderaci¨®n, el juego limpio y la veracidad.
La lealtad nos garantiza frente a comportamientos inesperados, frente a traiciones, a desprecios y a conspiraciones. La traici¨®n es una tentaci¨®n frecuente y la envidia o la alta opini¨®n de uno mismo, cuando no una patolog¨ªa oculta, est¨¢n en su origen. La lealtad nos asegura, nos da tranquilidad y, al tiempo, exige un comportamiento rec¨ªproco. En todo caso, ambas virtudes, respeto y lealtad, son condici¨®n y expresi¨®n de una vida digna, de una vida de personas libres.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho y rector de la Universidad Carlos III de Madrid.
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