Autoay¨²date
Gonzalo Valderrama es de Bogot¨¢. Un humorista de primera fila que ha venido al F¨®rum a presentarnos su ¨²ltimo espect¨¢culo. Se trata de una sucesi¨®n de peque?as historias, extravagantes y absurdas, cargadas de mala leche. Gonzalo sale al escenario de rigurosa camiseta negra y cara de pocos amigos. Parece un seguidor de heavy metal, pero con el pelo corto. Y as¨ª, apenas sin inmutarse, saca al ni?o cabreado que todos llevamos dentro. En sus relatos, el mar se traga a un p¨¢rvulo, a un pollito le pisan la pata... Y ah¨ª viene la sorpresa. Incomprensiblemente, te r¨ªes. No sabes muy bien de qu¨¦. De hecho, intuyes que Gonzalo tampoco lo sabe. Aunque ¨¦l no se r¨ªe. Permanece serio, ora hier¨¢tico, ora presa de un s¨²bito ataque epil¨¦ptico.
La cosa oscila entre el desconcierto co?¨®n y el juego de palabras imposible. Un show no apto para hipocondriacos, que retuerce hasta la crueldad nuestra capacidad de asociaci¨®n de ideas. Un reto a nuestra imaginaci¨®n, con abundancia de tildes, comas, puntos suspensivos, supositorios rectales, rectil¨ªneas autopistas, autopsias a ranas, explosiones sonoras y caras de sorpresa. Dir¨ªase humor experimental, de ese que tanta falta nos hace, emparentado con el stand up comedy americano, con la groser¨ªa de un Lenny Bruce o con el gesto impertinente de un Jaime Garz¨®n, humorista colombiano asesinado en 1999. Un derroche de di¨¢logo intercultural, que te hace olvidar miles de millas n¨¢uticas de distancia. Y que parece salido de nuestra m¨¢s pasmosa cotidianidad.
Cuando lean estas l¨ªneas s¨®lo dispondr¨¢n de dos d¨ªas (hoy, s¨¢bado, y ma?ana) para ver su espect¨¢culo en el recinto del F¨®rum. Una ¨²ltima oportunidad para paladares exigentes, capaces de degustar esta bandeja paisa de m¨²ltiples sabores. Si no te comes el queso, no pasa nada. Ah¨ª est¨¢ Gonzalo Valderrama y su manual de autoayuda. Es el ¨²nico transe¨²nte capaz de montar una sesi¨®n de terapia de grupo con un ¨²nico participante. ?Y encima, funciona!
Si Calixto Bieito humaniza al Rey Lear al dejarlo en calzoncillos, Gonzalo Valderrama nos humaniza a nosotros -su p¨²blico- al dejarnos en bolas. Porque nos toca las bolas y esbozamos una sonrisa helada al escuchar su cuenter¨ªa esperp¨¦ntica, intensa, quijotesca, violenta, provocativa, tierna. Y cruda. Como se sirve la buena carnaza a los devoradores de emociones fuertes. Nada de amabilidad bienintencionada, nada de hacerse el simp¨¢tico, nada de buen rollo. Es un alivio, rodeados como estamos de buitres que se hacen pasar por palomos. Gonzalo Valderrama, en cambio, es un buitre esc¨¦nico disfrazado de buitre. Mientras unos aburren hasta a las ovejas -puesto que as¨ª es como tratan a su p¨²blico-, Valderrama se lanza en picado sobre sus espectadores y cuando parece que va a impactar contra ellos -como en un ataque suicida- cambia sorprendentemente de trayectoria y nos deja con el susto en el cuerpo. Vimos a una familia -padres e hijos de corta edad- huir despavoridos del lugar justo cuando el bogotano contaba la historia de una mujer que, como prueba de amor, ped¨ªa a su enamorado que le trajera el coraz¨®n de su madre. De la madre del enamorado, se sobreentiende. Parece que aquellos padres se asustaron, con lo que privaron a sus hijos de escuchar una historia que habla de la complejidad del amor, de la violencia, de las lealtades y de la pasi¨®n. Algo tendr¨¢ que ver la educaci¨®n que recibimos y damos con la necesidad imperiosa de autoayudarnos, paradoja que nos gustar¨ªa comprender alg¨²n d¨ªa. Se nota que a Gonzalo Valderrama le mueve la necesidad de comprender. Desencaden¨® en 20 minutos m¨¢s emociones que otros en tres horas. Y lo hizo con humor y sin pedagog¨ªa (antihumor¨ªstica por naturaleza). La patera cr¨ªtica de Gonzalo son las palabras, y sobre ellas representa naufragios y supervivencias. Con esa fe en el lenguaje no har¨ªan falta guardas de seguridad. Y es que Barcelona y yo somos as¨ª, se?ora.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.