Costumbre
Le¨ª en el Abc del viernes que un juez de C¨®rdoba, Juan Ram¨®n Berdugo, elegido dos d¨ªas antes magistrado de la Sala Penal del Supremo, absolv¨ªa a una madre de un delito de malos tratos a su hijo de 13 a?os. Dos azotazos en el culo, confes¨® la madre, dos veces en el mismo d¨ªa, aunque el ni?o, con parte de lesiones de un hospital, ten¨ªa hematomas en la cara y en el cuello y ara?azos en los brazos. Se los hab¨ªa hecho, dijeron la madre y la hermana mayor del ni?o, en una pelea con otro muchacho (a los 13 a?os es raro ser todav¨ªa ni?os, y m¨¢s hablando de ni?os tan aparentemente belicosos como estos de C¨®rdoba, y creo que se necesita cierta dosis de hero¨ªsmo para darles a criaturas as¨ª un azotazo en el culo).
El juez declaraba al Abc estar en contra de los castigos f¨ªsicos en la educaci¨®n de los menores, salvo en casos concretos, teniendo en cuenta que, de acuerdo con el C¨®digo Civil, art¨ªculo 154, "los padres podr¨¢n (...) corregir razonable y moderadamente a sus hijos". Yo estoy con el juez, contra los castigos f¨ªsicos, pero sin excepciones. Nada de pegar, ni con moderaci¨®n, ni de forma razonable, aunque el uso de la violencia sirva para restablecer la paz en conflictos entre individuos y grupos y pa¨ªses, y la familia sea un grupo, un pa¨ªs, un continente en ocasional estado de guerra. Imaginemos unos padres separados, un ni?o que no aguanta a la madre y dice que la madre y el novio de la madre le pegan, un padre que denuncia a la madre. He visto que padres y madres utilizan a sus hijos como piezas en la batalla conyugal.
El muchacho de C¨®rdoba era desobediente, desaparec¨ªa durante horas en la calle, se peleaba. La violencia es un impulso humano, un instinto, una costumbre que uno aprende en su casa. Tambi¨¦n en familia hay que recurrir a la violencia, pero s¨®lo al m¨ªnimo indispensable para restaurar la normalidad, un par de azotes sin provocar lesiones, por ejemplo, seg¨²n el juez. Pero ?por qu¨¦ sin provocar lesiones? La causa que exime de responsabilidad criminal a la madre de C¨®rdoba es, seg¨²n el mismo juez, la misma que se aplica a la polic¨ªa. Est¨¢ exento de responsabilidad, dice el C¨®digo Penal, "el que obre en cumplimiento de un deber o en el ejercicio leg¨ªtimo de un derecho, oficio o cargo". Y esto ser¨¢ as¨ª, supongo yo, aunque provoque lesiones.
El problema es que las lesiones tienden a dejar marcas, son impertinentes como un morat¨®n, y el tribunal de C¨®rdoba sabe que la sociedad ya no ve con buenos ojos los castigos f¨ªsicos, aunque estos magistrados los sigan considerando parte de nuestros usos sociales. Pueden pegar los padres, conforme a la vieja costumbre, pero sin que se note. Los manuales para educar ni?os y adolescentes ?incluyen sistemas de castigo f¨ªsico moderado, razonable e imperceptible? Mi experiencia es que los padres, cuando pegan (y la historia del ni?o y la madre cordobeses sugiere un escenario b¨¦lico familiar importante), pierden los nervios, se arrebatan, dir¨ªa yo. Quiz¨¢ se d¨¦ en estos casos, m¨¢s que la eximente del cumplimiento del deber que los jueces cordobeses manejan, un instante de anomal¨ªa ps¨ªquica, que tambi¨¦n libra de la responsabilidad. La ira es una locura de corta duraci¨®n.
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