La vida en la estaci¨®n basura de Valencia
La central de autobuses de Valencia, con cinco millones de usuarios al a?o, es una f¨¢brica de historias y suciedad
La estaci¨®n de autobuses de Valencia puede ser un edificio inc¨®modo, viejo, y m¨¢s sucio de lo que cabr¨ªa esperar. Pero el lugar -26.000 metros cuadrados; 5 millones de personas y 400.000 pasos de autobuses al a?o; l¨ªneas a 24 provincias, catorce pa¨ªses; veinte comercios; y una concesi¨®n administrativa a 75 a?os-, el primero y el ¨²ltimo para una parte de los turistas de la ciudad, esconde un mundo que sigue su propia l¨®gica.
La estaci¨®n tiene, por ejemplo, uno de los locutorios m¨¢s peculiares de Valencia, regentado por un armenio que vivi¨® en Argentina y se llama Arturo; una tienda de ropa que vende ropa, pechos falsos y tangas comestibles; otra dedicada al Bar?a, que quebr¨® y ha sido apedreada, y una peluquer¨ªa que pone u?as postizas y da sesiones de rayos uva, ocho minutos de pie por tres euros, y 20 minutos tumbado por cuatro.
Hace diez a?os era un burdel. Hoy, hay un vigilante para 26.000 metros cuadrados
"He conocido estaciones por toda Espa?a y puedo decirte que es de las peores"
Si se les pregunta su opini¨®n sobre las instalaciones, cuatro turistas polacos; la hermana Josefina, y un estudiante colombiano, vendr¨¢n a decir lo mismo, que est¨¢n demasiado sucias. Con la diferencia de que la enfermera de la Casa de la Salud dir¨¢ que "no se la ve muy limpia", y el estudiante de doctorado colombiano una blasfemia. Un curtido trabajador de Auto Res, la empresa que une Valencia con Madrid, opina: "Yo he conocido muchas estaciones por toda Espa?a y te puedo decir una cosa: ?sta es de las peores. Por todo; por servicios, por limpieza y por seguridad".
El director gerente, Jos¨¦ Mar¨ªa Arias, se remonta a 1970, a?o de la construcci¨®n, para explicar su estado. "Cuando yo me hice cargo de la estaci¨®n, en 2001, no la encontr¨¦ igual que entonces, sino peor, porque no se hab¨ªan hecho ni los arreglos de mantenimiento". En 1999, la compa?¨ªa ALSA tom¨® el control al convertirse en accionista mayoritario de ETASA, que a su vez recibi¨® una concesi¨®n administrativa por 75 a?os del Ministerio de Obras P¨²blicas preconstitucional. La competencia corresponde hoy a la consejer¨ªa de Transportes.
ALSA reform¨® el vest¨ªbulo, cre¨® dos salas de espera -"una de ellas vip"-, instal¨® taquillas, y renov¨® las dos cafeter¨ªas y la iluminaci¨®n. "Una inversi¨®n importante", seg¨²n Arias; una "lavada de cara", para otro empleado que, como la mayor¨ªa, prefiere no decir su nombre.
La estaci¨®n contin¨²a teniendo un piso sobre los andenes que est¨¢ vac¨ªo, destartalado, al que le faltan cristales, del que asoman objetos, como unos colchones, y cuyo mantenimiento justifica un bosque de columnas de cemento en uno de sus extremos; el mismo aspecto de los ba?os p¨²blicos, disuasorio, y un d¨¦ficit de bancos en los andenes. En la sala de espera -la normal- se fuma; no funciona el aire acondicionado, y la suciedad es similar a la de afuera, as¨ª que muchos se sientan en la escaleras. Algunos, como F¨¦lix Amurrio, conductor, de 58 a?os, deja caer que puede ser una forma de promocionar la cafeterer¨ªa. El director gerente lo niega. Y a?ade: "La cafeter¨ªa no es nuestra, sino de una empresa, si quisi¨¦ramos potenciarla cerrar¨ªamos la sala de espera".
El conductor Amurrio abre una v¨ªa de debate: ?No se parecen todas las estaciones de autobuses en sus defectos? Una pregunta bastante extendida. Pero luego a?ade: "Aunque la de Murcia hay que ver lo bonita y limpia que la tienen, no lo digo porque sea de all¨ª. La verdad es que Valencia no se merece una estaci¨®n como ¨¦sta. Pero antes era de muerte".
Si en algo coinciden los entrevistados es en que cualquier tiempo pasado fue peor. Un empleado que vende billetes por la noche describe la estaci¨®n hace una d¨¦cada como un "burdel". "Yo alguna noche, yendo hacia el coche he tenido que salir corriendo. Pero es que o te las pirabas o te pelaban a ti". La situaci¨®n ha mejorado, aunque es com¨²n la cr¨ªtica de que un solo vigilante por turno controle los 26.000 metros cuadrados. La central de Auto Res en Madrid, m¨¢s peque?a, emplea a cuatro.
La estaci¨®n ha acogido a personas sin techo casi desde la inauguraci¨®n, y cuentan que dos hombres llegaron a estar instalados, pero tan instalados, que en sus DNI pon¨ªa la direcci¨®n de la estaci¨®n, avenida de Men¨¦ndez Pidal, n¨²mero 11. Hoy vive all¨ª por lo menos Amparo, valenciana, de 58 a?os, que tiene familia "pero como si no la tuviera". Y cada ma?ana, Amparo, que duerme fuera, junto a la entrada principal, que nunca se mete con nadie, entra en la estaci¨®n, da los buenos d¨ªas a todos los empleados con los que se cruza, compra tabaco, se bebe un caf¨¦ con leche, y vuelve a sentarse junto a la puerta.
Se han intentado muchas f¨®rmulas pero el ciclo de vida de los comercios en la estaci¨®n suele ser breve: Un arranque dif¨ªcil, quiz¨¢ un momento de esplendor, y el traspaso. Un local de la fachada exterior y otros seis dentro est¨¢n vac¨ªos. La causa, se?alan, hay que buscarla en la cercan¨ªa al Nuevo Centro, en la poca capacidad adquisitiva de los viajeros de autob¨²s, y en la zona.
A dos de las excepciones se llega bajando por las escaleras de la izquierda. A un lado, REMAR, la asociaci¨®n de ex toxic¨®manos que recoge, rehabilita, y vende muebles usados. Al otro, el locutorio de Arturo. Amplio, abigarrado, orientado hacia los inmigrantes, Arturo, que est¨¢ empe?ado en que su nombre significa oso en armenio, reina detr¨¢s de un vidrio, en el espacio que es su oficina, aunque parezca un templo, con tantos papeles y notas pegadas por todas partes salvo en la pantalla del ordenador. Y Arturo, que tiene nociones de ingl¨¦s y habla armenio, espa?ol, ruso, que promete premios con las llamadas, que vende discos de m¨²sica del este, tarjetas de m¨®viles, chucher¨ªas italianas, peri¨®dicos rumanos, lo que tiene todo el aspecto de ser una biblia ortodoxa, echa de menos el monte Ararat, cuyas fotograf¨ªas lo dominan todo.
Su local, como el resto de comercios, es un oasis higi¨¦nico. Como la estaci¨®n conecta con pa¨ªses como Marruecos, o Polonia, y a las doce y media de la noche hay grupos de b¨²lgaros para coger la l¨ªnea de Sof¨ªa, alguna trabajadora de la limpieza y otros empleados no dudan en achacar a los inmigrantes los estragos de la basura, una responsabilidad que el com¨²n de los pasajeros extiende a los espa?oles -"en Suiza nos llevan mucha ventaja"- aunque no falta quien recuerde que otras centrales de autobuses de Espa?a y la misma Estaci¨®n del Norte de trenes -que soporta un promedio de 100.000 personas al d¨ªa- resultan menos desoladoras.
Para rematar: Al contrario que en Barcelona, Madrid, o M¨¢laga, la estaci¨®n de Valencia no tiene p¨¢gina en internet, s¨®lo una referencia en la web del Ayuntamiento. Y tiene un tel¨¦fono de informaci¨®n al que con suerte, responder¨¢n a la tercera llamada, y, si no, el interesado llamar¨¢, llamar¨¢ y llamar¨¢ durante una hora sin resultado alguno.
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