La contribuci¨®n de Espa?a
La salida de los militares espa?oles de Irak ha generado una situaci¨®n que ha sido utilizada para cuestionar el compromiso general de Espa?a con las operaciones de paz. El no intervencionismo tiene dos interpretaciones: una es la no injerencia en asuntos internos, y otra es la indiferencia ante los problemas de los dem¨¢s. Intervenir para prevenir o poner fin a conflictos, o para ayudar a poblaciones que sufren reg¨ªmenes desp¨®ticos, es una demostraci¨®n de que no se comparte la segunda. La anunciada contribuci¨®n espa?ola a la nueva misi¨®n de la ONU en Hait¨ª y el incremento de la contribuci¨®n a la operaci¨®n internacional en Afganist¨¢n brindan una oportunidad para aclarar esta situaci¨®n. Podr¨ªan tambi¨¦n brindar una oportunidad para poner a Espa?a en el grupo de cabeza de los pa¨ªses comprometidos con el mantenimiento de la paz y con el apoyo internacional a las poblaciones en conflicto o en peligro de violaciones masivas de los derechos humanos.
Adem¨¢s de Hait¨ª y Afganist¨¢n, existen otras oportunidades para demostrar este compromiso. Recientemente, el secretario general adjunto de las Naciones Unidas para Misiones de Mantenimiento de la Paz, Jean Marie Gu¨¦henno, constataba que el n¨²mero de soldados y polic¨ªas desplegados por esta organizaci¨®n subir¨¢ de 50.000 a 70.000 en lo que queda de 2004, como resultado de operaciones en Liberia y Costa de Marfil, adem¨¢s de en Hait¨ª. La ONU estar¨¢ necesitada de militares y de polic¨ªas en sus misiones, y los polic¨ªas y militares espa?oles han demostrado que saben hacer un buen trabajo en ellas. En l¨ªnea con la constataci¨®n de estas necesidades, el Consejo de Seguridad y el secretario general hicieron un llamamiento a los Estados miembros de la ONU para que se impliquen con mayor inter¨¦s en las misiones de paz. Kofi Annan estima que ser¨¢n necesarios 1.000 millones de d¨®lares adicionales a los 2.820 originalmente calculados para el presupuesto de mantenimiento de la paz de la ONU en 2004.
Pero la contribuci¨®n en efectivos militares y policiales y en recursos econ¨®micos no es la ¨²nica forma en la que un pa¨ªs se puede distinguir en el mantenimiento de la paz. Probablemente, la contribuci¨®n m¨¢s relevante que un pa¨ªs puede hacer a un proceso de paz sea la de aportar elementos para una estrategia de paz que funcione en los territorios objeto de intervenci¨®n. Los organismos y coaliciones sobre los que reposa la responsabilidad operativa -sea la ONU, la OTAN, la UE, o coaliciones ad hoc- necesitan la contribuci¨®n bilateral de los Estados que quieran implicarse de verdad en el proceso pol¨ªtico, proceso del que depende en ¨²ltima instancia la consecuci¨®n de una paz duradera y justa. Como muestra de que los recursos econ¨®micos y militares son necesarios, pero no suficientes, basta con repasar algunos casos. La operaci¨®n multilateral comenzada en 1994 precisamente en Hait¨ª no estuvo falta de efectivos militares y policiales, ni de recursos econ¨®micos, pero fracas¨® en crear un marco democr¨¢tico sostenible y hoy hay que volver a empezar casi desde el mismo punto que en 1994. En Kosovo tampoco faltan medios militares ni recursos financieros, y tambi¨¦n hemos visto, durante el pasado mes de marzo, c¨®mo los logros conseguidos a lo largo de cinco a?os de una delicada labor de construcci¨®n institucional pueden desmoronarse en cuesti¨®n de d¨ªas. En Afganist¨¢n existe un problema de recursos militares y econ¨®micos, pero el error estuvo en la concepci¨®n inicial de la presencia internacional en este pa¨ªs. La contribuci¨®n cualitativa de los Estados interesados deber¨ªa haberse producido durante el proceso de Bonn. Hoy se intenta poner parches a una operaci¨®n mal concebida en origen. Los fracasos en Ruanda y Bosnia Herzegovina en los primeros noventa fueron el resultado de falta de recursos militares y mandatos insuficientes derivados de lecturas incorrectas de la situaci¨®n en el terreno y de los peligros que ¨¦sta engendraba.
?Cu¨¢l es la lecci¨®n de todos estos casos? Que las operaciones de mantenimiento y construcci¨®n de la paz son, hoy por hoy, m¨¢s arte que t¨¦cnica, y que necesitan de un esfuerzo considerable de an¨¢lisis, seguimiento e impulso pol¨ªtico por parte de todos los actores interesados, entre los que se cuentan, adem¨¢s de las organizaciones internacionales, los Estados. Si Espa?a quiere distinguirse por su apoyo desinteresado a los procesos de paz, tiene que comprometerse a fondo con las operaciones en las que participa, y sentirse corresponsable de su ¨¦xito o fracaso (incluso reconocer responsabilidades a escala nacional de sus actuaciones internacionales, como hizo, en un gesto mod¨¦lico, Holanda). Y para ello tiene que crear la capacidad necesaria, y estar dispuesta a defender posiciones que no necesariamente sean del agrado de sus socios en otros temas. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo de Canad¨¢, un pa¨ªs implicado con recursos importantes en conflictos en los que tiene un m¨ªnimo inter¨¦s geoestrat¨¦gico, pero que tambi¨¦n ha generado una doctrina y un corpus de conocimiento, y cuya diplomacia intenta contribuir de una forma activa no s¨®lo en la concepci¨®n, sino a lo largo de todo el proceso de paz. Hait¨ª, Afganist¨¢n, Bosnia Herzegovina, Kosovo, tal vez Sud¨¢n: si Espa?a est¨¢ en estos lugares, es, ante todo, porque lo espa?oles queremos un futuro mejor para los que all¨ª viven. ?ste tiene que ser el principio gu¨ªa de la contribuci¨®n espa?ola a la paz.
Jos¨¦ Luis Herrero es director de la Fundaci¨®n para las Relaciones Internacionales y el Di¨¢logo Exterior (FRIDE).
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