Bush une a la oposici¨®n
El partido de Kerry recupera en Boston la confianza en la victoria
Cada cuatro a?os, los m¨¢s fieles de entre los fieles de los partidos pasan una semana inolvidable, la semana de la convenci¨®n. En el ritual pol¨ªtico norteamericano, es el momento en el que cicatrizan las heridas abiertas en las primarias: el partido cierra filas y se prepara para la batalla electoral. En Boston, los dem¨®cratas viven la euforia de la resurrecci¨®n -Bush parec¨ªa imbatible hace pocos meses- y est¨¢n convencidos del triunfo. "?sta es la vez que m¨¢s unido he visto al partido dem¨®crata. ?sta es la primera vez desde hace 40 a?os en la que todos los dem¨®cratas est¨¢n remando en la misma direcci¨®n", asegura Tom Chorlton, de Carolina del Sur.
"Yo creo que hay un clamor en el pa¨ªs entero a favor del cambio, y creo que lo vamos a ver en noviembre, porque la gente ha entendido que nos enga?aron a todos en Florida hace cuatro a?os", afirma Roseanne Zebbro, de Minneapolis, que tiene tanta prisa por llegar a su sitio que la ¨²ltima frase la dice a voces: "Vamos a ganar, hablo con mucha gente y la mayor¨ªa quiere el cambio". Braddy Prestige, un negro de Tejas -"el Estado de Bush", recuerda, sonriendo-, lleva ya seis convenciones y est¨¢ de acuerdo: "Veo mucho m¨¢s entusiasmo que en las anteriores. Creo que el partido se ha unido por oposici¨®n a Bush". "Hay mucha alegr¨ªa, mucha uni¨®n, mucho optimismo, mucha esperanza", dice Matty Lazo-Chadderton, mientras busca su sitio en la zona de la delegaci¨®n de Carolina del Norte.
Los delegados lloran con el 11-S, r¨ªen con Clinton y descubren a sus futuros dirigentes
Dentro del recinto, pocos atienden a los primeros oradores. Las horas m¨¢s intensas son entre las nueve y las once de la noche. A las cuatro de la tarde, los delegados y los invitados se abrazan, r¨ªen, hablan por el m¨®vil para decir que ya est¨¢n en la convenci¨®n, quedan para la fiesta de la noche y se hacen fotos con Ben Affleck. En medio de todo el colorido, entre los gorros, las insignias, el delegado de Wisconsin con un queso gigante en la cabeza y la delegada de Georgia con un sombrero de luces de colores, hay asistentes de una intensidad casi perturbadora, como Beverley Fox-Miller, de Arizona, que devora las intervenciones y analiza los discursos. ?Qu¨¦ espera esta mujer de 37 a?os de las elecciones? "Espero grandeza. Espero que tengamos un nuevo presidente en noviembre". ?Posibilidades? "Muchas. Estoy segura". ?No cree que Bush puede ganar? "No. Creo que todo lo que hay de bueno en este pa¨ªs ha sido degradado".
En su d¨¦cima convenci¨®n, Maxine Golsdtein es el contraste. Duplica con creces la edad de Beverley y no prescinde del sombrero luminoso intermitente porque le da suerte: "Esta vez vamos a ganar, esta vez no nos van a birlar la presidencia, como hace cuatro a?os. As¨ª que usted, de Espa?a. Qu¨¦ bien. Yo soy de Georgia". Do?a Maxine conoce poco a Kerry, pero lo que sabe de ¨¦l le gusta. En cambio, "de Bush no me gusta casi nada; respeto la presidencia, pero ¨¦l no me gusta un pelo".
?Qu¨¦ han comido estos dem¨®cratas, que todos dicen lo mismo? ?C¨®mo se explica la unanimidad? Tom Chorlton, veterano de ocho convenciones, apunta dos razones: "Primera y m¨¢s importante, creemos que es esencial que se vaya Bush. A todos nos une el sentimiento de que el equipo Bush-Cheney ha llevado al pa¨ªs por el camino equivocado de una manera casi tr¨¢gica. Segunda raz¨®n, nos sentimos muy c¨®modos con Kerry: tiene un historial amplio y distinguido, en experiencia militar y en pol¨ªtica nacional e internacional".
?Seguir¨¢ la mayor¨ªa del pa¨ªs estos razonamientos? No, porque la polarizaci¨®n es fuerte. Las convenciones se hacen para convencer a los convencidos. Pero tambi¨¦n para enviar un mensaje a la minor¨ªa que decide, la que cambia de voto.
Los delegados lloran con el 11-S, r¨ªen con su adorado Clinton y descubren a sus futuros dirigentes. Es una semana el¨¦ctrica que les lanza a cien d¨ªas de campa?a. Los dem¨®cratas creen que el aire del verano de Boston, el aire h¨²medo del oc¨¦ano y del r¨ªo, huele a victoria. Tom Chorlton siente que se juega algo serio: "Si Bush y Cheney ganan otra vez, creo que este pa¨ªs tomar¨¢ un rumbo equivocado, y me preocupa mucho ad¨®nde nos puede llevar ese rumbo. Tengo 58 a?os y creo que estamos ante una encrucijada. Es una elecci¨®n muy importante, la m¨¢s importante de mi vida".
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