Las posesiones de Joaqu¨ªn el carpintero
Al salir del trabajo, Marta se fue directamente a la casa. Usualmente hubiera aceptado la invitaci¨®n de Rosa a compartir un caf¨¦, pero esta vez quer¨ªa llegar lo antes posible. La experiencia del d¨ªa anterior con el sitio de Internet, la ten¨ªa sorprendida y encantada.
Se sent¨® frente al ordenador y escribi¨® en su navegador www.palabrasalacarta.com.
Y luego en la p¨¢gina de apertura:
AMOR
La pantalla se abri¨® de inmediato...
Se podr¨ªan decir muchas cosas del amor y tambi¨¦n se podr¨ªa simplemente contar un cuento...
Una peque?a casucha, en las afueras del pueblo, un cobertizo con techo de paja, una prensa rudimentaria y unas pocas herramientas. ?sas eran todas las posesiones de Joaqu¨ªn, el carpintero. Esa ma?ana, como todas, se hab¨ªa levantado a las seis para ir por le?a, pero no lleg¨® al bosque, a unos 200 metros de su casa, cuando tropez¨® con el cuerpo herido y maltrecho de un joven. Con rapidez, carg¨® en brazos el cuerpo sucio que ol¨ªa a sangre, a mugre y a alcohol hasta su casa.
Bien comido, bien dormido y sin beber alcohol, Manuel, que as¨ª se llamaba el joven, se fortaleci¨® enseguida.
All¨ª lo tendi¨® sobre su cama, cort¨® las ra¨ªdas ropas y lo higieniz¨® cuidadosamente con agua y jab¨®n. El muchacho, adem¨¢s de su borrachera hab¨ªa sido golpeado con salvajismo. Ten¨ªa heridas en las manos y la espalda, y una pierna fracturada. Joaqu¨ªn cur¨® y vend¨® las heridas, entablill¨® la pierna y, durante las siguientes semanas, centr¨® su vida en la salud de su hu¨¦sped.
Bien comido, bien dormido y sin beber alcohol, Manuel, que as¨ª se llamaba el joven, se fortaleci¨® enseguida. Joaqu¨ªn, que trataba al muchacho como si fuera el hijo que no hab¨ªa tenido, le ofreci¨® quedarse con ¨¦l trabajando durante un tiempo y el joven acept¨®. Cada d¨ªa Joaqu¨ªn intentaba ense?arle el oficio mientras Manuel intentaba rehuir del trabajo todo lo que pod¨ªa. Una y otra vez Joaqu¨ªn intentaba convencer al joven de las ventajas del trabajo, del buen nombre y de la vida sana; pero Manuel volv¨ªa a quedarse dormido o se olvidaba de cumplir las tareas que Joaqu¨ªn le hab¨ªa encomendado.
Una noche, Manuel decidi¨® que seis meses de abstinencia eran bastante y crey¨® que una copa en el pueblo no le har¨ªa da?o. Por si el viejo despertaba en la noche, cerr¨® la puerta de su habitaci¨®n desde adentro y sali¨® por la ventana, dejando la vela encendida para dar la impresi¨®n de que se encontraba all¨ª.
Como siempre... a la primera copa sigui¨® la segunda, y a ¨¦sta la tercera, y la cuarta, y otras muchas...
Cantaba con sus compa?eros de trago, cuando la muchedumbre pas¨® por la puerta del boliche corriendo y gritando. Manuel no asoci¨® este hecho con lo ocurrido hasta que de madrugada vio a la gente agolpada frente a la casa...
S¨®lo una pared y unas pocas herramientas se salvaron del incendio. De Joaqu¨ªn se encontraron apenas cuatro o cinco huesos chamuscados, que enterraron en el cementerio bajo una l¨¢pida donde Manuel hizo escribir: "Lo har¨¦, Joaqu¨ªn. Perd¨®n".
Manuel reconstruy¨® la carpinter¨ªa, y lo que aprendi¨® de Joaqu¨ªn alcanz¨® para llevar adelante el negocio. Siempre sent¨ªa que, desde alg¨²n lugar, Joaqu¨ªn lo miraba y alentaba. Manuel lo recordaba en cada logro: su casamiento, el nacimiento de su hijo, la compra de su primer auto...
A quinientos kil¨®metros de all¨ª Joaqu¨ªn, vivito y coleando, se preguntaba si era l¨ªcito mentir, enga?ar y prenderle fuego a esa casa tan bonita por amor. Se contest¨® que s¨ª, y ri¨® de pensar en la polic¨ªa de pueblo que confunde huesos humanos con huesos de cerdo...
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