Resistencia de materiales
El hombre y la ni?a de la foto, padre e hija, no est¨¢n s¨®lo frente a los escombros de un edificio, sino frente las ruinas de su vida. Aunque no se nota a simple vista, es domingo, seguramente domingo por la tarde, as¨ª que cuando el hombre y la ni?a miran alrededor, ven, junto a los restos de lo que hasta hace un instante era su casa, los escombros de un domingo cuyas horas son ya meros cascotes, y sus minutos, polvo, ese polvo que queda suspendido en el aire tras las demoliciones y que se pega a la garganta como un excipiente del miedo.
De aqu¨ª a que se haga de noche, el hombre y la ni?a deambular¨¢n entre las horas como por entre los restos de una ciudad rota, cuidando de colocar el pie en el sitio adecuado para evitar desprendimientos.
Pero si miran hacia dentro de s¨ª mismos, tampoco encuentran otra cosa que materiales de derribo. Podr¨¢n desescombrar el solar, quiz¨¢ ya lo hayan hecho, pero el hombre y la ni?a necesitar¨ªan siete vidas para despejar de su memoria los desechos emocionales en que han quedado convertidas sus camas, sus cepillos de dientes, sus sillas, sus cuadernos, sus d¨ªas de la semana con sus noches y sus madrugadas. Lo han perdido todo, menos los brazos y las manos, que utilizan para levantar un edificio de dos cuerpos adosados capaz de resistir las cantidades ins¨®litas de desamparo que expresan sus ojos y sus bocas. Esta foto deber¨ªa estudiarse en las escuelas de arquitectura, quiz¨¢ en el apartado sobre la resistencia de materiales.
Observen la combinaci¨®n moral que forman los brazos de ella alrededor del cuello de su padre, y los del padre alrededor del cuerpo de su hija, y multipl¨ªquenla por ciento cincuenta, porque tal era el n¨²mero de personas que, agrupadas en 28 familias, viv¨ªan en ese bloque de siete plantas de la ciudad de Nabl¨²s, en Palestina.
Un d¨ªa llegaron los soldados israel¨ªes y ordenaron salir a todo el mundo con los brazos en alto. Luego entraron en el edificio con perros rastreadores que detectaron una presencia humana en el hueco del ascensor. Eliminaron al hombre -un supuesto terrorista- y a continuaci¨®n dinamitaron el edificio porque s¨ª, para amortizar el desplazamiento. Los autores del atentado no fueron detenidos ni puestos a disposici¨®n judicial porque contaban, adem¨¢s de con la complacencia terrorista de su Gobierno, con la complicidad de la comunidad internacional, que tolera, cuando no alienta, este tipo de acciones que ha dejado sin casas a m¨¢s de 10.000 personas en los ¨²ltimos a?os.
As¨ª que contin¨²en ustedes multiplicando el n¨²mero de brazos y de bocas y de ojos que se encuentran en una situaci¨®n semejante a la de los protagonistas de esta fotograf¨ªa, publicada hace diez u once meses. Sumen la cantidad de intemperie aportada por cada uno de esos cuerpos al orden internacional y comprender¨¢n la expresi¨®n "campo de refugiados" que tanto sale en los telediarios, pero que tan poco nos conmueve.
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