Andaluc¨ªa en el Thyssen
Si, en la copla de Garc¨ªa Lorca, Sevilla, a diferencia de Granada, tiene para los barcos de vela un camino, tambi¨¦n es verdad que, ya para mediados del siglo XIX, transitaban por su r¨ªo, con cada vez mayor asiduidad, los nav¨ªos de rueda a vapor. Uno de los cuadros m¨¢s interesantes de la exposici¨®n Pintura andaluza en la colecci¨®n Carmen Thyssen-Borrnemisza, que se acaba de inaugurar en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, es Vista del Guadalquivir (1854), del pintor sevillano Manuel Barr¨®n y Carrillo, en el cual, cerca de la Torre del Oro, maniobra precisamente uno de tales inventos, formando un llamativo contraste con el velero que se le va aproximando, y emblematizando, cabe suponerlo, tiempos modernos. Veinte a?os despu¨¦s, Emilio Oc¨®n y Rivas ejecut¨® un lienzo, tambi¨¦n en la exposici¨®n, Gran velero saliendo del puerto de Sevilla con la Torre del Oro al fondo. Aunque el velero del t¨ªtulo protagoniza de hecho la obra, Oc¨®n no dej¨® de incluir en la misma un barco de vapor de l¨ªneas elegantes que da la impresi¨®n, con la proa orientada hacia Sanl¨²car, de estar deseando zarpar cuanto antes.
Uno llama la atenci¨®n sobre estos dos cuadros y su gui?o hacia la revoluci¨®n industrial porque la gran mayor¨ªa de las obras expuestas tienden a incidir sobre los aspectos pintorescos y costumbristas de Andaluc¨ªa -entre ellas algunas fechadas hasta en la segunda d¨¦cada del siglo XX-, con profusi¨®n de elementos taurom¨¢quicos, de gitanas, majos y majas, guitarras, escenas galantes, capirotes, claveles y sesiones de cante y baile. Es significativo, por ejemplo, que el asunto de otro cuadro de Barr¨®n no sea estrictamente el paisaje, como da a entender el t¨ªtulo Vista del puerto de Miravete, camino antiguo de Madrid (1869), sino el atraco realizado a una diligencia en dicha localidad -por cierto representada de manera muy rom¨¢ntica- por un grupo de bandidos. ?No pod¨ªan faltar los bandidos! Es imposible no constatar, al recorrer la muestra, la influencia ejercida sobre la tem¨¢tica de estas obras por el gusto de los viajeros y pintores extranjeros, sobre todo ingleses, que, siguiendo a Washington Irving y Richard Ford, ya hab¨ªan puesto de moda a Espa?a y sobre todo a Andaluc¨ªa. Dada la inmensa popularidad de David Roberts y Gustav¨¦ Dor¨¦, por ejemplo, era inevitable que los artistas ind¨ªgenas explotasen la misma veta comercial, insistiendo sobre los t¨®picos caros a los "curiosos impertinentes" y evitando las duras realidades sociales que se escond¨ªan detr¨¢s de las pintorescas apariencias del Sur.
La exposici¨®n, que estar¨¢ abierta hasta el 5 de septiembre, es una fiesta de color. Hay sorpresas y revelaciones. Un buen cuadro de L¨®pez Mezquita, por ejemplo, El embovedado (1904), que gustar¨¢ al visitante granadino. Una notable serie veneciana de Antonio Mar¨ªa Manescau. Y tres joyas de S¨¢nchez Perrier, de un realismo de diapositiva en color, sobre todo Invierno en Andaluc¨ªa (Bosque de ¨¢lamos con reba?o en Alcal¨¢ de Guadaira), de 1880. Con todo, es un alivio llegar a Jos¨¦ Moreno Villa -?otro que necesita su biograf¨ªa!- y su cuadro La lectura, que cierra la muestra y nos sit¨²a en plena vanguardia madrile?a de los a?os veinte.
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