Los escoceses de Texas y su disco de debut
'Southside', con el que irrumpieron en el mercado, fue la gran aportaci¨®n al pop de los noventa de su pa¨ªs.
Durante los a?os noventa, el grupo Texas es la gran exportaci¨®n rockera de un pa¨ªs tan eminentemente musical como es Escocia: se trata de una propuesta pop, pero enraizada en el f¨¦rtil suelo del Delta del Misisip¨ª. Southside, su primer disco -que los lectores de EL PA?S podr¨¢n adquirir desde ma?ana y durante una semana por 5,95 euros-, sale a principios de 1989 y se difunde gracias a temas de ¨¦xito como I don't want a lover!, Thrill is gone, Everyday now y Prayer for you.
Soltemos el t¨®pico pero con convencimiento: Escocia es tierra abundante en robusta m¨²sica popular. A¨²n a riesgo de generalizar, se puede afirmar que el caldo de cultivo del pop escoc¨¦s est¨¢ enriquecido por la devoci¨®n hacia los sonidos profundos de Estados Unidos. Es el caso de Johnny McElhone (Glasgow, 1963), bajista que ha descubierto que las calles londinenses no est¨¢n pavimentadas con oro, algo sobre lo que ya hab¨ªa sido advertido por su padre, miembro del parlamento brit¨¢nico por el Partido Laborista. Tras pasar por Altered Images y Hipsway, retorna a su ciudad natal buscando materializar una intuici¨®n: que, por el efecto p¨¦ndulo, la enorme popularidad de las m¨²sicas sint¨¦ticas durante los ochenta han abierto el apetito por sonidos m¨¢s terrenales.
Gerry McElhome, futuro manager de Texas, pone en contacto a su hermano Johnny con una peluquera, Sharleen Spiteri (Glasgow, 1967). No s¨®lo toca la guitarra y canta con fuerza: resulta que Sharleen compone y forma un productivo equipo con Johnny. Van acumulando canciones pero falta el sonido. Necesitan un buen guitarrista: es el turno de Ally McErlaine (Glasgow, 1968). El cuarteto se completa con el baterista Stuart Kerr (Glasgow, 1963), que ha pasado por varios grupos con ambici¨®n y contrato discogr¨¢fico, al igual que Johnny. El nombre se decide r¨¢pidamente: todos son devotos de Paris, Texas, la amarga pel¨ªcula de Wim Wenders, cuya banda sonora, obra de Ry Cooder, tambi¨¦n les ha marcado.
Los contactos de Johnny en las oficinas londinenses de Phonogram dan fruto. La multinacional est¨¢ entusiasmada: no se ha secado la tinta de las firmas en el contrato cuando ya hablan de poner a Texas en manos de un productor de lujo. El elegido es Bernard Edwards, que acoge a los escoceses en unos car¨ªsimos estudios de Nueva York. Sin embargo, no hay qu¨ªmica y vuelven al Reino Unido con una visi¨®n m¨¢s realista. No necesitamos una superproducci¨®n, explica Johnny, que cree preferible trabajar en estudios modestos, sin la presi¨®n del tax¨ªmetro y con alguien que sea m¨¢s c¨®mplice. Tim Palmer cumple ese requisito e incluso completa la producci¨®n de varios temas. Southside es el resultado. Un disco de aspecto sobrio y perfil guitarrero, aunque con producci¨®n moderna. Hasta el t¨ªtulo enfatiza sus ra¨ªces: es el nombre de un barrio popular de Glasgow, evocado en una pieza instrumental. Las canciones son adhesivas y muestran sus modelos: Dylan, los Stones, Bonnie Raitt, el blues, el soul. La idea de Johnny McElhone resulta tener base: I don't want a lover escala las listas de muchos pa¨ªses, y son ¨¦xitos menores: Thrill is gone, Everyday now y Prayer for you. Southside vende dos millones de copias.
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