Rivera Ord¨®?ez atesor¨® sentimiento y valor
Los toros salieron justos de fuerza. En la mayor¨ªa de las faenas anduvieron por los suelos. Vaya por delante la advertencia a la hora de juzgar con m¨¢s o menos m¨¦rito a los espadas.
Lo m¨¢s significativo de la tarde estuvo en la excelente disposici¨®n de Francisco Rivera Ord¨®?ez. Tuvo enjundia lo que hizo en su primero. Con el capote lo recibi¨® con una larga cambiada y ce?idas ver¨®nicas, rematadas con una media. La faena la cifr¨® sobre la mano derecha. Y en ella demostr¨® una notable capacidad de sentimiento, como hac¨ªa tiempo que no se observaba en ¨¦l. Reg¨® hondura y ganas de sentirse torero.
Traz¨® un fino trincherazo y un pase por alto mirando al tendido. Despu¨¦s de probar con la zurda se dio cuenta de que el toro no pasaba. Para rubricar ese momento sentido meti¨® una gran estocada hasta las guardas. En el otro toro lance¨® de rodillas e inici¨® la faena tambi¨¦n rodillas en tierra. Trat¨® de torear con ambas manos y el toro no pasaba por ninguna de ellas. Opt¨® por el arrim¨®n, acerc¨¢ndose a escasos cent¨ªmetros de los pitones. Se palpaba como si no le importara que le mandara a la enfermer¨ªa. El p¨²blico percibi¨® ese arrojo desmedido como si fuera un don que el torero les ofrec¨ªa. Volvi¨® a matar muy bien.
Palmosilla / Jesul¨ªn, Rivera, Juli
Toros de La Palmosilla: bien presentados, faltos de fuerza, con cierta nobleza, salvo el tercero. Jesul¨ªn de Ubrique, estocada (silencio); casi entera (silencio). Rivera Ord¨®?ez, estocada (oreja y petici¨®n de otra); estocada (oreja). El Juli, estocada (oreja); casi entera (oreja). Plaza de Vitoria, 6 de agosto. Segunda de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.
Ganas
Jesul¨ªn de Ubrique trat¨® de dictar su ley particular del temple. Primero a un toro que hac¨ªa ¨ªmprobos esfuerzos por no caerse; y luego a su segundo, a un toro que no pasaba por ninguno de los dos pitones. Nunca el temple tuvo tan poco peso espec¨ªfico.
En la balanza de El Juli se le puede adjudicar sus enormes ganas de agradar, pero no mucho m¨¢s. La faena a su primero estuvo sazonada por la prisa. Solt¨® demasiados trallazos con la franela. El presidente le otorg¨® una oreja que no merec¨ªa. Su segundo toro fue picado, no por un picador sino por una avispa. No s¨®lto sangre ni para un an¨¢lisis. A ese toro inv¨¢lido le prob¨® cit¨¢ndole a mucha distancia y aguant¨¢ndole. S¨®lo admit¨ªa un muletazo cada vez. Por lo dem¨¢s, casi nada que a?adir, excepto la buena calificaci¨®n que debe atribu¨ªrsele con la espada.
Otro dato a consignar, la calificaci¨®n de los tres espadas con los aceros. Justo lo contrario de lo que pasa por los ruedos ib¨¦ricos, donde cada vez se mata peor y m¨¢s alevosamente. Pues bien, ayer, a la hora de empu?ar la espada de verdad, se hizo con la dignidad que debemos exigir a los profesionales del toreo.
La disposici¨®n que vimos en Rivera Ord¨®?ez es digna de remarcar de nuevo. Quiz¨¢ en el ambiente de la tarde fluctuaba como una nube extra?a el hecho de que hubiera perdido hace muy pocos d¨ªas a su madre. Sea lo que fuere, al joven espada le vimos con un hondo ensimismamiento.
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