La dorada ruina de la naturaleza
Huellas romanas en el yacimiento aur¨ªfero leon¨¦s de Las M¨¦dulas
La mejor hora para asomarse a Las M¨¦dulas es el atardecer. Subiendo al mirador de Orell¨¢n, desde el que se despliega el gran anfiteatro del yacimiento, cobran sentido las palabras de Plinio el Viejo cuando explicaba el momento siguiente al derrumbe fragmentado de la monta?a: "Los mineros contemplan victoriosos la ruina de la naturaleza".
Los vencedores son ahora turistas en una puesta de sol, y la ruina, un fantasmag¨®rico espacio serpenteado por rojizos pin¨¢culos de arcilla, arenisca y cantos rodados. La mina era de oro, y en la fantas¨ªa de los habitantes de la comarca de El Bierzo, en Le¨®n, donde se encuentra el yacimiento, todav¨ªa siguen vivas las historias relacionadas con ¨¦l.
Pero Roma perdi¨® inter¨¦s por la que fue durante los tres primeros siglos de la era cristiana una de las mayores explotaciones mineras del imperio. Y hoy, tras a?os de abandono y una carretera asfaltada que recorre el paraje, construida en 1983 y odiada por los ecologistas, la fortuna parece haber vuelto a Las M¨¦dulas. Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1994, una fundaci¨®n vela por su riguroso cuidado, los coches han de aparcarse en el pueblo situado a espaldas del yacimiento para iniciar el recorrido a pie, proliferan los negocios de hosteler¨ªa y un centro de acogida informa al visitante.
Nada que ver con la imagen descuidada que ofrec¨ªa este lugar hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, cuando el objeto de la discordia era un fruto de la tierra humilde, pero m¨¢s sabroso que el oro: las casta?as. Durante una visita en aquel entonces, una veintena de vecinos imped¨ªa la entrada de veh¨ªculos al centro de la extinguida mina. ?La raz¨®n de aquella actitud? Que algunos visitantes se llevaban las casta?as. Sin propon¨¦rselo, los due?os de los ¨¢rboles les hicieron un favor a los viajeros: entrar en Las M¨¦dulas caminando, como se hace ahora y como debe ser, dispuestos a imbuirse en la atm¨®sfera de las inmensas explotaciones romanas, "aquel paisaje", en palabras del escritor del siglo XIX Enrique Gil y Carrasco, "con un aire particular de grandeza y extra?eza que causa en el ¨¢nimo una emoci¨®n misteriosa".
Entre sombras oblicuas proyectadas en los picachos por un sol en descenso, la frondosidad de los casta?os crea un contraste vigoroso con las crudas masas de arcilla. Por eso el verano quiz¨¢ sea la ¨¦poca m¨¢s favorable para recorrer los yacimientos y los asentamientos a su alrededor (con paradas en la Cuevona y en la gran boca de la Cueva Encantada, de m¨¢s de 30 metros de altura, o en el lago Sumido, cubierto de nen¨²fares). Un parque arqueol¨®gico de unas 12.000 hect¨¢reas.
En fin de semana acude mucha gente, y a la sombra de los ¨¢rboles hay grupos que comen y beben. En ese ambiente alegre y familiar ya no se oye el traj¨ªn de los mineros ni est¨¢ en el ambiente el dolor por los esclavos sepultados tras los s¨²bitos hundimientos de las galer¨ªas, de tal manera, seg¨²n cont¨® Plinio en su Naturalis historiae al explicar las explotaciones aur¨ªferas, que pareciera menos temerario buscar perlas en el fondo del mar. M¨¢s de 20.000 libras de oro al a?o escribi¨® el historiador romano que proporcionaban Asturias, Galicia y la Lusitania. S¨®lo en la provincia de Le¨®n se han clasificado 45 yacimientos aur¨ªferos de ¨¦poca romana, un patrimonio arqueol¨®gico "indebidamente conservado y divulgado", seg¨²n David Gustavo L¨®pez, que en su obra Las M¨¦dulas ha descrito el procedimiento minero que seguramente se utiliz¨® en esta excavaci¨®n. "El sistema consist¨ªa en horadar la monta?a del yacimiento, trazando en ella complejos sistemas de galer¨ªas. Despu¨¦s, el agua, que por medio de largos canales hab¨ªa sido conducida hasta embalses construidos en la parte m¨¢s alta de la monta?a, era soltada repentinamente y, a su paso por las galer¨ªas, erosionaba las tierras y provocaba derrumbamientos de las masas aluviales, cuyos lodos eran conducidos hacia los lavaderos para extraer el oro".
Un t¨²nel hacia la bocamina
Una de las galer¨ªas, de 650 metros, que nace junto al mirador de Orell¨¢n y conduce a una sobrecogedora bocamina sobre el barranco, se puede visitar, y recorrerla constituye una peque?a aventura muy recomendable para los ni?os y muy poco para los temerosos de la oscuridad. Desde la entrada a este t¨²nel se divisan en los montes cercanos las l¨ªneas de los canales construidos para la tra¨ªda del agua. Un corto paseo permite ver los restos de uno de ellos, y se ha colocado un panel explicativo acerca de su construcci¨®n y de la suave pendiente que los ingenieros romanos obtuvieron. Las v¨ªas de agua recorren 325 kil¨®metros por los montes aquilanos, desde una cota de 1.860 metros hasta llegar a la de la excavaci¨®n, de 960. El primero de estos canales pasa muy cerca de la cueva de San Genadio, en el valle del Silencio. Las M¨¦dulas queda as¨ª conectada con otro de los lugares m¨¢s enigm¨¢ticos y tel¨²ricos de El Bierzo, que el viajero har¨¢ muy bien en no perderse.
Se llama valle del Silencio porque en el siglo X se convirti¨® en refugio de eremitas. La cueva m¨¢s grande, en la que se supone estuvo retirado san Genadio, tiene f¨¢cil acceso, mientras que otras cuatro m¨¢s peque?as se alcanzan por un peligroso sendero que bordea un precipicio. Para llegar a esta tebaida hay que partir de Ponferrada en direcci¨®n a Pe?alba de Santiago, el pueblo situado a 20 kil¨®metros cuya estrecha carretera de acceso sube por una escarpada cadena de monta?as. Tan cerca de una ciudad de 60.000 habitantes como Ponferrada, y la impresi¨®n de alejamiento es total. Las casas de Pe?alba, de piedra y lajas de pizarra, sus tejados tambi¨¦n de pizarra y los corredores de madera, forman un espl¨¦ndido conjunto medieval sobre el que surge, en una compacta armon¨ªa, el cuerpo de la iglesia moz¨¢rabe, del siglo X. Form¨® parte de un monasterio desaparecido y se cree que es obra de artesanos del sur, tal vez de C¨®rdoba. Para Jacques Fontaine, su entrada, un doble arco con columna central de acuerdo al principio visigodo, "es la m¨¢s perfecta puerta de su g¨¦nero de todo el arte moz¨¢rabe".
En Pe?alba conviene preguntar a alg¨²n vecino por el camino hacia la cueva de San Genadio, situada a un par de kil¨®metros y a la que se accede a pie a trav¨¦s del valle del Silencio. Si no hace fr¨ªo, el visitante puede llevar la merienda y comer en medio del valle junto a la corriente. Dependiendo de la ¨¦poca, se encontrar¨¢ fresas salvajes bordeando la senda, o nubes de mariposas blancas, o ¨¢rboles de cerezas, nueces o casta?as. Pero el encuentro m¨¢s perturbador es la sensaci¨®n de soledad en medio de la naturaleza, de calma entre los chopos y rumores del agua.
Cerca de Pe?alba, en el pueblo de Montes, surge el armaz¨®n de un monasterio destruido por el fuego. En lo que fueron habitaciones crecen nogales y las paredes de gruesas lajas de pizarra se sostienen limpias de maleza. C¨®mo estos valles se convirtieron en centro espiritual en la Edad Media se explica por el aislamiento y la lejan¨ªa que inspiran, un v¨ªnculo cerrado con la naturaleza que f¨¢cilmente puede relacionarse con un sentimiento de elevaci¨®n.
GU?A PR?CTICA
Dormir
- Hotel Medulio (987 42 28 33). Las M¨¦dulas. Con buenas vistas sobre el yacimiento, una oportunidad perdida de hotel con encanto. 43,27 euros la habitaci¨®n doble.
- Agoga (987 42 28 44). Las M¨¦dulas. Casa rural con comida casera (12,60 euros el men¨² del d¨ªa). 42 euros la habitaci¨®n doble. Casa de alquiler: 150 euros el fin de semana.
- El Temple (987 41 00 58). Avenida de Portugal, 2. Ponferrada. 82 euros la habitaci¨®n doble.
- Parador nacional de Villafranca del Bierzo (987 54 01 75). Avenida de Calvo Sotelo, s/n. Villafranca del Bierzo. 87,40 euros. Men¨²: 23,40.
Comer
- Palacio de Canedo (902 40 01 01). Iglesia, s/n. Canedo. Espl¨¦ndida casona, sede de la bodega de Jos¨¦ Luis Prada. 24 euros.
- El Padrino (987 54 00 75). Doctor Aren, 17. Villafranca del Bierzo. Comida casera. Nueve euros.
Informaci¨®n
- Aula arqueol¨®gica (987 42 28 48).
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