La filosof¨ªa al poder
La brisa del J¨®nico agitaba las p¨¢ginas de La Rep¨²blica de Plat¨®n que yo le¨ªa a la sombra del sicomoro, mientras el personal del hotel arrastraba una y otra vez un carrito cargado de manteles, cubiertos y vajillas para montar en el fondo del jard¨ªn sobre el foso de la latom¨ªa los preparativos de una fiesta. "Esta noche vamos a tener una boda y el fin de semana habr¨¢ una convenci¨®n de pol¨ªticos. Unos polic¨ªas ya han venido a revisar el nombre de los hu¨¦spedes. Han preguntado qui¨¦n es usted", me dijo la chica de recepci¨®n. Por lo dem¨¢s el hotel Villa Politi segu¨ªa deshabitado.
Ar¨ªstocles de Atenas, conocido como Plat¨®n por sus anchos omoplatos, viaj¨® tres veces de Grecia a Siracusa con el prop¨®sito de poner en pr¨¢ctica un experimento atrabiliario: quer¨ªa convertir la filosof¨ªa idealista en una fuente de poder. La magnitud de esta locura se puede medir recordando que en Siracusa reinaba Dionisio I el Viejo, un tirano dispuesto a segar cualquier cabeza pensante por menos de nada y que la filosof¨ªa del ateniense no ten¨ªa m¨¢s armas que las ideas sint¨¦ticas a priori y las sombras de la caverna. Plat¨®n lleg¨® a Siracusa sin lanzas ni corazas, s¨®lo con rollos de papiros bajo el brazo y uno de ellos, editado por Gredos, era el que yo ahora le¨ªa sentado en el sill¨®n de mimbre con los pies en la barandilla del belvedere que daba al vac¨ªo de la latom¨ªa de Capuchinos.
S¨®crates fue procesado y condenado a muerte. Los mismos que ¨¦l hab¨ªa salvado lo llevaron a los tribunales
Aunque el templo de Zeus estaba muy cerca, Plat¨®n recordaba a sus amigos las ense?anzas de S¨®crates
Plat¨®n se vio forzado a imaginar un r¨¦gimen sin los errores de la oligarqu¨ªa ni de la democracia
Mientras estaba prisionero en esta latom¨ªa de Capuchinos, cre¨® Plat¨®n el mito de la caverna
Como cualquier dios que haya sobrevivido a nuestra cultura, este Apolo no ten¨ªa nariz y luc¨ªa el sexo roto
?ste se burlaba del cuerpo heroico de los gimnastas y animaba a los j¨®venes hacia la fortaleza del esp¨ªritu
Plat¨®n anduvo sobrado por la vida, no sin motivos. Ven¨ªa de una familia de reyes por parte de padre, llamado Arist¨®n, descendiente del monarca Codro y su madre, de nombre Perictiona, presum¨ªa de que el m¨ªtico Sol¨®n, el primer legislador de Grecia, era su antepasado. C¨¢rmides y Critias, dos de los Treinta Tiranos que protagonizaron el golpe olig¨¢rquico en el a?o 404 antes de Cristo, eran tambi¨¦n t¨ªos carnales del fil¨®sofo, quienes le invitaron a participar en el gobierno siendo todav¨ªa un jovenzuelo. Plat¨®n conoci¨® a S¨®crates cuando ¨¦ste ten¨ªa 63 a?os. Desde el primer d¨ªa fue su maestro y en el c¨ªrculo del ¨¢gora, entre otros disc¨ªpulos ensabanados, estaba Academos, un atleta que nunca hab¨ªa ganado ninguna hoja de acebuche en los juegos ol¨ªmpicos. Plat¨®n tambi¨¦n se hizo amigo de este perdedor nato y con el tiempo lo convirti¨® en un campe¨®n idealista.
Por vocaci¨®n y relaciones familiares Plat¨®n intent¨® varias veces entrar en pol¨ªtica, pero su ideal d¨®rico, basado en el orden antiguo, siempre choc¨® con la realidad. Sus parientes en el gobierno, C¨¢rmides y Critias, le dieron a probar el primer sapo: hab¨ªan ordenado a su maestro S¨®crates, que seg¨²n Plat¨®n era el hombre m¨¢s justo de su tiempo, que prendiera a Le¨®n de Salamina, un dem¨®crata exiliado, para darle muerte. S¨®crates se neg¨®. "Yo me hab¨ªa hecho muchas ilusiones que nada ten¨ªan de sorprendente a causa de mi juventud", se excus¨® el fil¨®sofo, pero muy pronto presenci¨® algo mucho m¨¢s ruin. Estos oligarcas fueron desbancados por los dem¨®cratas, quienes, al regresar del exilio, primero gobernaron con moderaci¨®n y votaron una amnist¨ªa que puso fin a la guerra civil. Plat¨®n volvi¨® a caer en la tentaci¨®n de mezclarse en asuntos del Estado y bajo este gobierno democr¨¢tico S¨®crates fue procesado y condenado a muerte. Los mismos que ¨¦l hab¨ªa salvado lo llevaron a los tribunales bajo la grave acusaci¨®n de impiedad y corrupci¨®n de menores, entre ellos del propio Plat¨®n y del atleta Academos. En vez de arredrarle, estos avatares forzaron a Plat¨®n a imaginar un r¨¦gimen sin los errores de la oligarqu¨ªa ni de la democracia. As¨ª comenz¨® la lucha por implantar su Rep¨²blica con un orden justo y s¨®lido. La filosof¨ªa al poder, hubiera escrito Plat¨®n en las paredes del teatro Ode¨®n de Par¨ªs, en Mayo del 68. Lo dijo a su manera: "As¨ª pues, no acabar¨¢n los males para el hombre hasta que llegue al gobierno la raza de los puros y aut¨¦nticos fil¨®sofos o hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia de la divinidad, se pongan verdaderamente a filosofar".
En el a?o 399 tuvo lugar la condena y muerte de S¨®crates. Plat¨®n se refugi¨® primero en Megara; luego se fue a ?frica y despu¨¦s de varios viajes por Italia se dirigi¨® a Siracusa donde reinaba el griego Dionisio I el Viejo, un tirano que ten¨ªa en jaque a los cartagineses y se hab¨ªa apoderado de toda Sicilia. En Siracusa un admirador de Plat¨®n, de nombre Di¨®n, que era cu?ado del tirano, consigui¨® que ¨¦ste le llamara para recibir lecciones de filosof¨ªa socr¨¢tica con la promesa de aplicarlas a la pol¨ªtica.
Tal vez el fil¨®sofo fustig¨® demasiado los des¨®rdenes y placeres de la corte, de hecho Dionisio no tard¨® nada en sacud¨ªrselo de encima, lo expuls¨® de la ciudad, lo embarc¨® en una nave espartana que hizo escala en la isla de Egina, a la saz¨®n en guerra con Atenas, y Plat¨®n fue hecho esclavo, luego rescatado por Anniceris, un pitag¨®rico a quien hab¨ªa conocido en Cirene, regres¨® a Atenas en el 387 y fund¨® la Academia, la primera escuela universitaria cuyo nombre impuso como homenaje a su amigo, el atleta Academos, que acaba de ser derrotado de nuevo en los juegos ol¨ªmpicos. All¨ª permaneci¨® 20 a?os dedicado al estudio y la ense?anza, pero Plat¨®n no sent¨® la cabeza en pol¨ªtica, porque a Dionisio I el Viejo le sucedi¨® su hijo Dionisio II el Joven, al parecer m¨¢s pastue?o para la filosof¨ªa y Di¨®n volvi¨® a llamar a Plat¨®n, quien se embarc¨® en su segundo viaje a Siracusa.
Estas cosas le¨ªa yo cuando al atardecer la explanada del hotel Villa Politi comenz¨® a llenarse de coches cuyas puertas dejaban salir a se?oras de seda muy sudada. Las risas se alternaban con el tintineo de los collares y las pulseras de oro; bajo los pinos algunas muchachas vestidas de largo por primera vez hac¨ªan equilibrios sobre las aguja de sus tacones y se asomaban al vac¨ªo de las latom¨ªas donde la oscuridad estaba llena de palomas y p¨¢jaros ya recogidos. Segu¨ªan llegando m¨¢s coches y de ellos se apeaban caballeros encorbatados, de hombros cuadriculares, todos con gafas negras de espejo a pesar de ser ya de noche. Los hombres se daban muchas palmadas en la espalda y las mujeres acercaban levemente el pico de los labios a las mejillas de otras invitadas a la boda y cuando lleg¨® el Cadillac rosa adornado con camelias, el gent¨ªo se fue abriendo hasta que los novios se apearon en medio de la fiesta y en ese momento en la doble escalinata de la entrada del hotel Villa Politi comenzaron a sonar violines y acordeones con una melod¨ªa que no era exactamente una tarantella, sino una tonada de mayor profundidad mediterr¨¢nea y a continuaci¨®n los camareros danzaron con las bandejas por debajo de las pamelas de las se?oras y alrededor de las brillantes solapas de los caballeros. Ninguno de ellos se quit¨® las gafas negras durante banquete.
En su segundo viaje a Siracusa, Plat¨®n encontr¨® la ciudad atiborrada de festines nada plat¨®nicos; seg¨²n sus palabras "la gente se hinchaba de comer dos veces al d¨ªa, sin que nadie durmiera solo por la noche, con todo lo que conlleva este g¨¦nero de vida". Naturalmente no hab¨ªa hombre bajo el cielo que, siguiendo estas costumbres, pudiera tener una naturaleza equilibrada para aceptar la filosof¨ªa. Siracusa no pod¨ªa mantenerse tranquila bajo unas leyes, cualquiera que fueran ¨¦stas, con gentes que dilapidaban sus bienes siempre entre festines, excesos de bebidas y esfuerzos de placeres amorosos.
Probablemente esta soflama moral la repet¨ªa Plat¨®n en las sobremesas llenas de manjares exquisitos con que le obsequiaba el joven tirano, pero tal era el empacho de filosof¨ªa, de consejos y de advertencias que el ateniense, a medias con su amigo Di¨®n, vert¨ªa en una y otra de sus orejas que un d¨ªa se hart¨®, mont¨® en c¨®lera y creyendo que conspiraban contra ¨¦l mand¨® a Di¨®n al exilio y a Plat¨®n lo retuvo en Siracusa vigilado, unas veces en su propio palacio y otras prisionero en el fondo de una caverna, la misma o parecida que sirve de base a este hotel donde miles de a?os despu¨¦s se estaba celebrando una boda siciliana iluminada por antorchas de parafina que produc¨ªan un resplandor semejante al que permit¨ªa llegar a las viandas en los nocturnos banquetes a los griegos antiguos.
Mientras estaba prisionero en este misma latom¨ªa de Capuchinos cre¨® Plat¨®n el mito de la caverna. Unos hombres cautivos desde su nacimiento se hallaban atados de piernas y cuello en el interior de una gruta y ten¨ªan que mirar siempre adelante sin poder volver el rostro. La luz que iluminaba ese antro proven¨ªa de un fuego encendido detr¨¢s de ellos, distante y elevado. Entre el fuego y los prisioneros se hab¨ªa construido un camino por donde discurr¨ªan unos hombres transportando todo tipo de figuras humanas y de animales, de estatuas que hablaban o callaban. Los cautivos no hab¨ªan visto nunca nada m¨¢s que las sombras proyectadas en el fondo de la caverna y cre¨ªan que esas sombras eran reales. Pero la realidad estaba fuera.
Di¨®n eligi¨® Olimpia para su exilio, mientras Dionisio celebraba sobre Plat¨®n una convulsa alternancia de admiraci¨®n y sospecha, que unas veces le llevaba a darle un banquete y otras a atarlo con una correa de perro, hasta que finalmente decidi¨® desterrarlo. Remontando el r¨ªo Alfeo, que discurr¨ªa sobre la mar, Plat¨®n fue en busca de Di¨®n en el momento en que se estaban celebrando los juegos ol¨ªmpicos. En una de las gradas de la palestra derramaba l¨¢grimas Academos, ya metido en carnes, bajo el polvo que levantaban los caballos de las cuadrigas, feroces sin bocado ni herraduras. Los atletas corr¨ªan, lanzaban el disco y la jabalina y aunque el templo de Zeus estaba muy cerca en el bosque de Altis, Plat¨®n recordaba a sus amigos las ense?anzas que impart¨ªa S¨®crates a los j¨®venes burl¨¢ndose de los dioses y del cuerpo heroico de los gimnastas para animarlos hacia la fortaleza del esp¨ªritu, mientras permanec¨ªa tumbado a la sombra de cualquier p¨®rtico del ¨¢gora haciendo flotar sus huesos dentro de la s¨¢bana.
Despu¨¦s de un tiempo, Dionisio el Joven sinti¨® otra vez la nostalgia de la filosof¨ªa y volvi¨® a llamar a Plat¨®n, y aunque parezca incre¨ªble ¨¦ste acudi¨® a Siracusa rodeado de disc¨ªpulos donde permaneci¨® seis a?os y de nuevo el fil¨®sofo idealista iba de banquete en banquete hasta que de pronto el tirano se hart¨® del vuelo de las ideas puras y lo meti¨® en el fondo de la caverna para que pudiera comprobar su teor¨ªa, esta vez en la llamada Oreja de Dionisio, una gruta en forma de o¨ªdo gigantesco que era una mina de donde los griegos hab¨ªan extra¨ªdo la piedra para levantar los templos y dioses. El fil¨®sofo no fue decapitado con todos los saberes de la mente de puro milagro, ya que le salv¨® en ¨²ltima instancia un tal Arquitas, que al parecer ten¨ªa mano en la corte. Una vez libre Plat¨®n regres¨® a Atenas, pero Di¨®n no cej¨® en su empe?o. Reclut¨® un ej¨¦rcito formado por plat¨®nicos, esta vez cubiertos de bronces hasta m¨¢s arriba de las cejas, venci¨® a Dionisio, no mediante la filosof¨ªa sino con armas m¨¢s modernas, y despu¨¦s de ejecutarlo instaur¨® su propia dictadura, que s¨®lo dur¨® tres a?os, puesto que Di¨®n fue asesinado por Calipo, disc¨ªpulo de Plat¨®n y ¨¦ste desde Atenas no hizo sino so?ar el resto de su vida en la isla Ortigia de Siracusa, un sagrado lugar donde pudo arraigar el amor de la diosa Calipso pero no la filosof¨ªa idealista. Paseando un d¨ªa por los jardines de la Academia, del brazo del viejo atleta Academos, que nunca gan¨® una corona de olivo en los juegos ol¨ªmpicos, Plat¨®n vio pasar por el cielo de la ?tica una bandada de ideas sint¨¦ticas a priori como aves azules, se fue detr¨¢s de ellas y finalmente muri¨® a causa del mal de altura.
Ya de noche, cuando el sol ya se hab¨ªa ido por el mar Tirreno a mi espalda, los jardines del hotel Villa Politi estaban iluminados con antorchas de parafina y yo pensaba que aquella boda siciliana era la realidad que se proyectaba en forma de sombras en la pared interior de la caverna. Los invitados bailaban al son de violines y acordeones y entre los invitados se alternaban ancianos con bast¨®n, ni?os de pecho que estaban siendo amamantados bajo la m¨²sica, ni?os corriendo, ni?as con muchos lazos, y hasta m¨ª llegaba un vientecillo cargado de colonia espesa. Eran las grandes viandas y licores la ¨²nica realidad que hab¨ªa entre el fuego y la oscuridad y la filosof¨ªa se derivaba de las carcajadas de los invitados, nada idealistas, puesto que significaban negocios cerrados.
Una vez apagadas las antorchas del jard¨ªn, la boda siciliana dej¨® de proyectarse en el fondo de la latom¨ªa de Capuchinos, pero al d¨ªa siguiente, a media tarde, la explanada comenz¨® a llenarse de coches oficiales precedidos por tanquetas militares y furgones de polic¨ªas. Medio centenar de pol¨ªticos rodeados de secretarios con carpetas y expedientes tomaron el hotel Villa Politi. Durante el fin de semana hab¨ªa retenes de guardias armados, guardespaldas y pistolas en cada esquina. Ten¨ªa que abrirme paso bajo las miradas de los sabuesos y todo mi consuelo era pensar que estaba cautivo en el interior de la caverna del hotel y que aquellos seres s¨®lo eran sombras que no exist¨ªan en la realidad, aunque una de ellas hab¨ªa preguntado por mi nombre en conserjer¨ªa. ?Exist¨ªa yo realmente? Mientras a¨²n sonaba en mi mente la m¨²sica de la boda siciliana vi pasar a un tipo cargando en el hombro una estatua de Apolo. Era de piedra caliza. Hab¨ªa sido extra¨ªda de esta caverna y su vaciado era la ¨²nica realidad que llenaba todo aquel foso que estaba bajo mis pies. Como cualquier dios que haya sobrevivido a nuestra cultura este Apolo no ten¨ªa nariz y luc¨ªa el sexo roto.
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